Una antigua canción francesa titulada “Et maintenant…” (o sea: “Y ahora…”, cantado por ejemplo por Gilbert Becaud, para quien tenga memoria elefantiaca), seguía tras ese enunciado letrista con un musical “prorrompompón, poropopom” tamboril que acojonaba lo suyo. Muy listos, estos gabachos, con eso del momento de cuando algo se ha cumplido, hay que continuar y uno se pregunta “¡aymadreypordónde?"
Sol. Puerta del Sol, digo. Incondicional. No seré yo quien critique ideas con las que no coincido al 100% porque coincido con su espíritu al 100%. ¿A qué vienen los tantos por cientos? A que creo que es torpe por su parte quedarse al menos hasta el domingo, pero una vez anunciado no deben echarse atrás porque eso sería más torpe aún. Vale, pertenezco al mundo viejuno (relativamente, que conste) y, a lo mejor, o a lo peor, por eso soy más cauto, o más acorazado, con más concha que algún galapaguito (esto, de paso, resulta un pelo triste, Federico) o un tanto perro viejo (que eso sí que mola, como me enseño Mayorga: guiño personal).
Pero vamos, para hablar en cristiano (perdón por el resto de fés, que respeto –¿?-),es muy difícil saber cómo seguir. Porque tantos miles, y todos lo sabéis, no éramos parte de una campaña electoral. No éramos un pataleo. No fuimos una fiesta primaveral. Nuestro interés fue llegar para quedarnos. Y hay que quedarse. ¿Se puede discutir el cómo? Con estos tipos/as se ve que claro que sí, faltaría más, por eso opino.
Como actor y escritor, perdón por la propaganda, me pongo en la piel del enemigo: Sé que desean dos cosas, uno u otra. Una de ellas va por el lado de la disolución tristona, de la realidad ante las ilusiones perdidas, de la minoría cada vez más minoritaria. Esta sería la disolución dulce, y si yo fuera un moderado me encantaría. Gallardón (que no es un moderado, no, ¡cuidado con el señorito!), o incluso algunos sociatas, como el educado Bono, desearían ver cómo los malabares, visto por su óptica, no eran capaces de acabar con el sistema (qué lástima, todos fuimos heridos en Rodilla Herida). Si fuera un poco más facha, como gente que todos conocemos (¿ah, no?) quisiera que esto, por cabreo, degenerara en un movimiento ni siquiera terrorista, sino sólo destructivo-impotente, al modo “cojo manteca” (hola, carrozas) o rompecosas de cualquier pelaje. Espero que la indignación ante la actualidad no haya dado por pensar a nadie en los doce monos, que encima es una peli reguleras. Porque eso sería el mayor triunfo de los que guardan un garrote detrás de la gaviota, porque las gaviotas, y todos deberíamos saberlo, nunca han olido bien. Comen fatal y tienen unos garrotes detrás de la sonrisa de sadismo reprimido que se les nota, al menos para los que no somos tontos, en cuanto se descuidan un poco; ni siquiera mucho, basta con un poquito.
Bueno, y a todo esto, ¿qué digo yo al “et maintenant”? Vaya, esto sí es una papeleta y no las elecciones, que con tantos millones de votantes…
Han convocado a una asamblea de barrio en mi barrio para el domingo. En un sitio que lo que más recuerda es a una verbena. De hecho, ahí se hacen las verbenas. Domingo a las 12. O el mercadillo o la concentración. No me parece lo normal. Iré, pero los domingos se agotarán con el buen tiempo. Y si no, al tiempo.
¿No sería mejor que “algo pasara cada vez que pase algo”? El subrayado es mío, lo siento.
¿No estamos conectados por unas redes que nos ha hecho unirnos? ¿No debemos buscar la cobertura informativa para no morir? (vamos, no seais puretas, no nos hubiéramos reunido tantos y tan diversos la noche del sábado al domingo si las teles y los medios, por silbados que fueran, no hubieran difundido el mensaje, aunque sus intereses no sean los nuestros). ¿No habrá que organizar algo cada vez que algo, sea un decreto, una decisión, una ley, una resolución, piquen contra lo que se pretende? Da igual que a veces fueran 500 y otras 15.000. No importa que fuera ante un banco o ante un ministerio o una administración territorial. Lo importante sería que cada vez que hubiera algo que atentara contra todo lo que hemos hablado, estuviéramos ahí. Un día, dos, una semana, lo necesario, justo lo necesario y nunca más cada vez… Para poder volver con idéntica fuerza.
La estrategia de la mosca cojonera, y que nunca se sabe cuántos moscardones reunirá. Pero es seguro que estará ahí.
Que lo sepan. Que moleste. Y que la gente no olvide.
En Excalibur, Merlín decía la frase determinante. “La perdición del hombre es el olvido”. No hay que dejar que se olvide, que se sentimentalice o que se muera. Nunca.
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