domingo, 4 de septiembre de 2016

mañana le abriremos

Tenía pensado poner al final, pero voy a poner al principio, el inmenso, lúcido, valiente (como siempre en él) y apropiado a cada momento soneto de Lope que no se me quita de la cabeza con este festival del aniversario de la pobre criatura (lo digo completamente en serio, sobre todo esa palabra terrible: "criatura") que tuvo la buena o mala suerte (qué más da después de muerto) de convertirse en símbolo del horror de todo un fenómeno centrado en la huida del horror y de la guerra que algunos llaman putamente emigración y que debería llamarse abiertamente "no nos dejéis morir así sin más". Ese pobre niño que provoca que un año después se diga que nada ha cambiado cuando eso no es verdad: la dosis del horror se ha estabilizado en un acontecimiento llamado indiferencia. Sólo las víctimas se han multiplicado, la indiferencia se convierte en una especie de constante matemática.

El caso es que Lope, aunque no supiera nada sobre Siria o aledaños, y se refiriera al sentimiento religioso católico y cercano, hablaba de la insensibilidad, del miedo a la aceptación de la miseria, del miedo a la caridad sin disfraces en estos catorce versos:

¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta cubierto de rocío
pasas las noches del invierno escuras?

¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el Ángel me decía:
«Alma, asómate agora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía»!

¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!

Todos sabemos por qué ellos, los que insertan sus dedos entre los rombos de las alambradas intentando traspasarlas, "procuran nuestra amistad": no es, como algún imbécil dice, la admiración por los valores occidentales, sino la esperanza de una futura vida digna (soñando con que ese futuro no esté demasiado lejos del presente), e incluso, de un modo menos ambicioso y más inmediato, la pura supervivencia de ellos o al menos de sus hijos. Llaman por eso a nuestra puerta, esa que no se abre nunca.
Para intentar lograrlo, pasan noches del invierno, y del destierro, a escuras.
Nuestras entrañas, y Lope lo sabía ya, son duras, porque no abren la puerta a los de afuera, y el verdadero horror se desvela cuando al final del soneto no cambia la actitud, sino sólo el sentido del arrepentimiento, la forzada empatía -que diríamos ahora-, sin cambiar en absoluto el modo de reaccionar a lo que vemos y tenemos enfrente de nosotros.
La caridad, si es ocasional, es fácil ejercerla desde ahora. La justicia siempre es para más tarde. Tanto que no se sabe cuándo llega ni si llega. La justicia, y Lope lo sabía, siempre puede posponerse mientras la conciencia reconozca ser culpable.
Por esto mismo, a veces me da la impresión de que esos aldabonazos a nuestra conciencia, sea hace un año o más recientemente la de otro niño herido en la ambulancia en una actitud más terrible (para mí) que la muerte, sirvan para lo contrario de lo que deberían provocar. Lo mismo estamos recibiendo agradecidos la ración que necesitamos para sentirnos "empáticos", para sentirnos, en todo caso, "buenos", como cuando se ejerce una caridad ocasional o se firma desde casa un manifiesto. Quizá es la medicina que sirve para conformarnos, para no reaccionar. Nos hace sentir "buenos" porque hemos llegado hasta las lágrimas, porque nos "solidarizamos" desde casa para poder seguir mirando series sin sentirnos culpables. "No hay nada más que hacer".
Mientras, ejercemos la soberbia del protagonismo. Me parece un desprecio a la víctima llevar la empatía hasta el límite de la identidad. ¿Qué es eso de "todos somos"? ¿Eres una víctima del terrorismo? ¿Eres su familiar? ¿Eres un niño muerto en una playa o un adulto sin futuro después de haber logrado hacerse especialista en su oficio sin poder ejercerlo, eres un anciano que ha vivido una vida entera para nada sabiendo los pocos días que le quedan sintiendo que su vida no ha valido para lo que supuso, o eres una mujer embarazada que calibra si está concibiendo un desgraciado más, o un adolescente con esperanzas rotas dispuesto a llevarlas a cabo a cualquier precio, o eres un ser cansado, o una viuda reciente sin estar preparada para lo que suceda a posteriori, o alguien solo en la tierra de nadie que es nuestra y no de ellos ni de nadie que se aventure cerca, o eres cualquiera de esos seres desesperados que se aferran a una esperanza sin saber a qué distancia está la muerte?
Por favor, intentemos dejar aparte tanta frivolidad. Sé que no es fácil. Somos una sociedad basada en la frivolidad, y no estoy bromeando, creo que es así, y creo que quien no se apunta a ella está de algún modo fuera del futuro, lo que es todavía más triste.
"Todos somos". ¿sólo las víctimas?
¿Podríamos pensar por un momento en que "todos somos" si no los verdugos sí los responsables?
¿Y qué hacer aunque lo veamos claro? Todo lo que se pueda hacer son gotas en un mar enorme. Pero no me importaría gotear. Y si alguien sabe cómo hacerlo mejor, que me diga cómo hacerlo.
Mañana responderemos, como ayer, que mañana abriremos a ese algo que nos ahoga, que nos taladra la conciencia, para lo mismo responder mañana cada uno de los días.
Empecemos a pensar cómo se puede abrir. Cómo poner el pie en la puerta para que no se cierre más, si es que vemos posible algo más ambicioso.
Si es posible, lo que sea posible, digamos adelante.