jueves, 19 de mayo de 2011

a pleno sol



Cuando dieron las 8 en el reloj de la Puerta de Sol, se celebró como si estuviera empezando un año. Era la hora, éramos miles, habíamos desobedecido a la Junta Electoral y al parecer no iban a matarnos.
A eso de las 20:30 han desplegado una pancarta igual de aclamada, y con razón: “NO SOMOS ANTISISTEMA, EL SISTEMA ES ANTINOSOTROS. No saben cómo callarnos”. Ojalá esto callara alguna de las idioteces manipuladoras que circulan por ahí y que cada vez se sostienen con más dificultad.
Una de ellas: eso de la “protesta joven”, dicho en el ñoño sentido de “cosas de chicooos para chicoooos”, como el “carnet joven”, el “abono joven”, la “planta juvenil” o la “hora joven”. En fin, la primavera altera hormonas incontroladas. La rebeldía es comprensible en el mes de mayo.

 Así que, cuando me encaminé a la Puerta del Sol, yo que no soy preci-
samente un muchacho, temía parecer algo así como la abuela rockera de la era Tierno y tener que limitarme a dar dos palmaditas por lo bajo sin alzar la voz para no hacer el ridículo. ¿Me aceptarían los perriflautas? ¿Me ocuparían los okupas? ¿Me mearían los anarcos?

Cuando llegué, mientras seguían llegando otros muchos, millares realmente, miré a ver si me había equivocado de plaza, porque lo que veía a mi alrededor eran ciudadanos, ciudadanos como esos que van por la calle y que ves en el metro, de aspectos y edades diversas. Claro que había mucha gente (por fortuna) de esa amplia franja que llaman joven aquéllos que no parecen haberlo sido nunca y que abarca desde los 18 hasta los 40. Pero la franja siguiente se prolongaba generosamente, y no pude sentirme solo en absoluto. Ni con los de mi edad ni con los de otras, porque eso de los estratos generacionales es sólo un modo astuto de separar a la gente.

Otra falacia que se oye mucho en los debates: “en una democracia los ciudadanos deben expresarse por medio de su voto en las urnas”. ¿Solamente? ¡Pues estamos listos! El resto del tiempo, vegetamos, y cuando llega el feliz día nos enfrentamos a un sistema electoral de una injusticia y un egoísmo ilimitado. Y a callar. Por cierto, falacia siguiente: “Es un movimiento abstencionista”. Es muy raro ser abstencionista, que también es un derecho, y a la vez solicitar una reforma de la ley electoral.

¡Ah, pero no, no, no voy a caer en esa trampa en que les quieren hacer caer otros!: “Oh, sí, les comprendo, la situación es difícil, la gente está descontenta, es lógico criticar, pero: ¿cuál es su propuesta, cuál su alternativa?”.
No es eso, no. Eso sería pretender que cualquier movimiento se convierta en un partido, que se cumpla el modelo que ellos siguen, cuando lo que se pretende, precisamente, es “romper con el modelo”. No con la sociedad, no con la democracia, sí con el modelo. Levantarse contra la odiosa expresión “las cosas son así y no pueden cambiarse”

Se está intentando decir que es mentira lo que nos llevan inculcando tantos años, sobre todo desde que cayó, afortunadamente, el jodío muro: “Un modelo demostró su fracaso. El que queda, el sistema capitalista liberal, es el único modelo posible”.
Igual que se dice que el mayor triunfo del Diablo es convencernos de que no existe, lo más eficaz para que nada cambie y los privilegios se mantengan es hacer creer que cualquier alternativa es imposible, “utópica”, “romántica”, “ilusa”… adjetivos más descalificadores que peyorativos, porque saben que el miedo al ridículo mata más que la represión. Como si no sólo es que no haya alternativa, sino que es particularmente grotesco buscarla.
Se puede “mejorar lo malo”, pero no se pueden cambiar “cuestiones básicas”, dicen. “No sean inocentes -repiten-, no busquen alternativa al modelo porque no la hay ni se puede encontrar, ¿tan mal está este?”
La respuesta es que este no vale, y a lo largo de la historia cuando un sistema no ha funcionado se ha trabajado hasta inventar otro. ¿Ya se ha secado la inteligencia y el ingenio humano? ¿No se puede empezar rechazando pacíficamente lo que funciona?

Algo más, que da para pensar: el inmenso asombro de la llamada clase política, buen número de periodistas y otros colectivos ante esta manifestación de descontento.
¿Suponían que el silencio significaba que todo estaba bien, que estábamos bien?
La lástima es que lamenten que hablemos, que no les guste lo que les decimos, o peor, que en la mayoría de los casos, que no les interese más que para su propio beneficio. Vamos, que no parece que quisieran enterarse. Es una pena. Y no es un decir ni una gracia: a mí me da pena.

Y por si esto da pena, acabo con algo que da más pena aún: ¡creo que el domingo iré a votar!, así que escribo otra entrada dentro de nada en este blog para compartir con vosotros mi vergüenza.
Vale.

2 comentarios:

  1. Una agradable sorpresa tu desembargo en el mundo bloguero. Y con verdades como puños que hay que poner negro sobre blanco porque algunos, todavía, no se enteran de nada. Un saludo antequerano

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  2. qué grande eres Fernandito! ole. -me mearán los anarcos? jajajajajjaja. un besazo mu grande.
    Ceci Pepona.

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