lunes, 31 de diciembre de 2012

el más cruel de los recortes


Hoy, que es el último día de este en general feo 2012, notaba una extrañeza que no sabía a qué atribuir hasta que me he dado cuenta del motivo: los petardos de años anteriores, centrados en torno al bar de abajo, brillaban por su ausencia.
En general me han parecido siempre un coñazo, pero un coñazo festivo, por qué no.
No es que los petardos, cohetes y ruidos explosivos en general sean sinónimo de alegría, pero lo cierto es que su ausencia es síntoma seguro de sentimientos depresivos. ¿Qué induce a un pesado que tira cohetes a no tirarlos? Por el humo se sabe dónde está el fuego, y a veces por el ruido o su silencio se sabe dónde está el mal.
No hay ganas. Punta del iceberg de los que no tiran petardos, que somos esa mayoría sumergida.

Luego he ido en metro. Hoy paso de hablar del metro, sólo digo que me han llamado la atención, incluso en horario de nohuelga, esas caras que no pueden calificarse con el benéfico adjetivo de largas. Eran, fuera de bromas o pese a ellas, mucho más: máscaras de ilusiones agonizantes.

Atando cabos, he retrocedido (es un decir) un año justo. Viajé a Oporto por fin de año, una ciudad que no conocía de un país desconocido (visitado o no) por casi todos pese a ser limítrofe y que se llama Portugal. Un país que siempre me ha parecido particularmente atractivo, así, tan callado y tan educado, tan profundo, melancólico y sabio. Casi una opción para vivir mejor si las cosas se torcían hasta límites inderezables. Al menos esa Lisboa eterna que espero no haya agonizado.
Aparte de que Oporto (o Porto) se nos presentó como una ciudad en ruinas –hermosa, bella incluso, pero tan descuidada como una ninfa que lleva un mes sin peinarse-, nos llamó la atención (hablo en plural porque iba en más que maravillosa compañía, con lo que no puede achacarse lo que vaya a decir al estado de ánimo del momento) algo que no se correspondía con esa saudade melancólica del país, algo que se apartaba tanto como puede apartarse la guapura de la belleza: el mismo 31, a mediodía o por la tarde, Oporto no era lánguida o sentimental: era triste y depresiva, y la gente con la que pudimos hablar transmitía un mensaje en que no se veía ninguna luz al final de un túnel cruel, largo e impuesto desde fuera (y me temo que también desde dentro). Sólo a partir de la noche, con la celebración entre los años, se mostró viva, alegre, esperanzada, por unos momentos... hasta el día siguiente.

Nos están conduciendo por la misma senda. No sólo nos están quitando el bienestar, la cultura, la educación, la sanidad, la movilidad, una cierta confianza en un porvenir siempre incierto... Nos están quitando la vitalidad, la alegría, las ganas de vivir. Es el resultado de un gobierno que ni siquiera es alegre en su crueldad. Nada de despotismo ilustrado. Casposidad retrógrada, regreso a las sombras del XIX.
Los tristes imponen la tristeza, los miserables la miseria moral, los vulgares la vulgaridad, los cretinos el oscurantismo.

Este año que viene, cada vez que luchemos por algo, consideremos que detrás está nuestra Alegría, nuestro anhelo de vivir, y no sólo nuestros derechos, aunque con eso ya bastaría. Porque esas cosas son las que nos están recortando. Las alas, la vida, la sangre.

¿Parece extraño que desee a las personas honradas un feliz 2013? Espero que no. En parte, aunque no del todo me temo, va a depender de nosotros. ¡Salud para afrontarlo y ganas de estar, no sólo de ser!


sábado, 22 de diciembre de 2012

el vuelva usted mañana maya


Lo del doce del doce del doce a las doce no sonaba serio ni para un maya harto de piscosour.
Tan poco esfuerzo en barajar cifras es como no tomarse la molestia de barajar las cartas: suena a tongo.
Pero, eso sí, tanta simplicidad prometía una ventaja innegable: exactitud, concreción, afinación. No era de doce a tres ni entre el doce y el catorce. Daba la impresión de caer como el filo de una navaja bien afilada o una guillotina bien equilibrada: precisión absoluta y límpida falta de sufrimiento para todos (o el sufrimiento de una décima de segundo, que puede ser eterno pero también corto, sirva la paradoja... ¿no?).
El caso es que pasó el doce y alguien dijo que se había traspapelado la profecía o lo del cálculo (no renal, astronómico) y que esto íbamos a tener que dejarlo para el veintiuno, que no deja de ser una inversión chungalís del doce, medio apañada y medio por apañar y con trampa futura, ya que si no va a ser posible contar el mes veintiuno, el año veintiuno nos lo endosan en menos que canta un grillo, y si no al tiempo.

A mí, como se ha debido suponer, me hacía cierta ilusión eso del fin colectivo, como cuando uno nota que toda España (incluidos vascos y catalanes, que esa vez sí conectan) nos tomamos las uvas a la vez el treinta y uno (otro numerito, vaya). Porque, quieras que no, eso de la muerte siempre lo sufren más los que quedan a este lado de la vida, y si no te lo crees vete a un tanatorio y verás la paliza que los pobres deudos tienen que aguantar por parte de casi desconocidos que aprovechan el óbito para fumar más que nunca y disimular carcajadas de chistes absurdos con unas súbitas caras recompuestas del no somos nada cuando aparece un familiar cercano del señor o señora que permanece expuesto en el escaparate como una lubina de mercadona en fin de semana.
Siento si se ha ofendido algún amante de la vida. Yo lo mentaba por solidaridad, que en verdad no nos cuesta nada irnos todos a la vez y más si no hay que decidirlo.

Pero lo mismo es que los mayas son más listos, y esto del findelmundo es como lo de la eraacuario, que entra pero no acaba de entrar por mucho que se desgañitaran hace décadas los que cantaba en Hair y los que hoy mismo anuncian que ya sí, que ya mismo estamos.
A ver si es que el fin del mundo es una muerte a hilachas, segregada como la seda de una oruga hasta hacernos capullos del todo, y estamos al principio y tarda mucho, pero mucho, y los doce del doce del doce del doce del doce del doce es una coña igual que lo de los presupuestos o lo del consenso o la reforma o lo que su madre invente, que yo no quiero decir nada, que el otro día alguien muy importante para mí me dijo que a ver si por una vez dejaba de escribir de política en este blog, pero es que no me deja la situación, o al menos no del todo, Noelia, que le vamos a hacer.
Qué fin del mundo más lento, pesado, doloroso y aburrido.
Venga ángeles y más ángeles y corderos que abren sello tras sello en este Apocalipsis sin poesía ni sentido estético.

Y los mayas, dilatando como una preñada indecisa en el noveno mes, sin decidirse a darnos el hachazo definitivo, igualando al señor Larra en esa eterna dilación del vuelva usted mañana.

lunes, 26 de noviembre de 2012

disculpen las molestias



Señores viajeros: por una avería totalmente ajena a Metro de Madrid, el trayecto entre las estaciones de Horcajuelos y Santa Madre de la línea 15, estará interrumpido durante un periodo de tiempo no inferior a las cuatro horas.
DISCULPEN LAS MOLESTIAS

Señores viajeros: Por motivos debidos a la crisis y totalmente ajenos a Metro de Madrid, hemos decidido que dicha crisis la pague el usuario no sólo en metálico (o mediante tarjeta de crédito o débito) subiendo el servicio de transporte una barbaridad y con la seguridad de volver a subirlo en cuanto le dé por comenzar al siguiente año o cualquier otra eventualidad peregrina, sino por medio de un incremento progresivo de sus niveles de stress, ya que al despedir a un buen número de sus empleados la frecuencia de trenes ya no puede llamarse así, y menos aún en horas (sobre todo medio nocturnas) o días (fines de semana) en que la gente decente no tiene por qué andar por la calle si no tiene para pagarse un taxi. Los trabajadores seminocturnos no son de fiar, los que se quedan a tomar una caña después del trabajo menos aún, y los que disfrutan del ocio, que disfruten poco y mal, que el trabajo es sagrado (y el paro también) y el ocio frívolo e innecesario. Por todo ello, su vagón vendrá sucio, atestado (hay que acabar con ese vicio de aprovechar interminables trayectos para leer sentados), irregular y a saber si viene. Naturalmente, será imprevisible si da tiempo al transbordo o no.
DISCULPEN LAS MOLESTIAS

Señores usuarios de la Justicia: Para acabar con el vicio de protestar por protestar, las costas de una denuncia serán superiores a lo solicitado en dicha denuncia siempre que se le diera el curso debido, y abonadas por adelantado, por lo que sólo quienes tengan abogados chachis que les permitan ganar los procesos y recuperar su dinero, ese que podían permitirse adelantar, serán tenidos en cuenta. Cosas de la crisis.
DISCULPEN LAS MOLESTIAS

Señores ciudadanos indignados (qué mal humor tienen los ciudadanos últimamente, siempre por motivos frívolos, caprichosos y resultantes de estar todo el santo día mano sobre mano): Toda protesta callejera convocada o no será mal vista, su celebración intentada silenciar o menospreciada por cualquier medio de difusión a nuestro alcance, y en última instancia soportada como un mal que a la larga crea más costumbre que altercados. Eso sí: cada vez más pronto (antes era a partir de medianoche, luego desde las diez, más tarde desde las ocho, ahora estamos en eso de las seis y media) se considerará que los desaprensivos que queden por las calles son elementos peligrosos contra los que la policía antidisturbios tendrá el derecho y el deber de actuar en la llamada defensa propia preventiva, es decir, anticipándose al hecho de ser atacados por esos individuos que no se han dado cuenta de que a esa hora ya no van a pillar transbordo en el metro. Para hacérselo saber, es normal que pueda perseguírseles y acorralarlos en cualquier tipo de andén. Si ustedes no son violentos pero se encuentran con una brecha originada por un porrazo, un ojo en la mano tras un pelotazo de goma o simplemente la humillación de ser vejados, arrastrados, insultados, y en el caso de mujeres o ancianos recibir bromitas bienintencionadas sobre su reúma o su coño...
DISCULPEN LAS MOLESTIAS

Señores víctimas de EREs injustificadas, infantes que tienen que pagar por derecho a tartera en comedor sospechoso, jubilados o enfermos que deben pagarse sus recetas, alumnos masificados, personas desahuciadas, ciudadanos sin derecho a la cultura, víctimas de una infelicidad cada vez más acentuada, menos esperanzada en un futuro más digno, parejas, hijos y padres víctimas de ese mal humor que traen de fuera y hace complicadísima la paciencia y la convivencia, seres humanos en general aplastados por seres inhumanos...
DISCULPEN LAS MOLESTIAS

O JÓDANSE. Haber sido más listillos, más indecentes y más depredadores. ¿Qué es eso de la empatía? ¿Sirve para algo más que para que Punset hable con esos tipejos que presumen de tener un Nóbel?

sábado, 10 de noviembre de 2012

nada salvo el miedo


La he oído atribuida a demasiados autores, pero el autor es lo de menos cuando el contenido es contundente. La frase es “No hay nada que temer, salvo el miedo”. Yo la oí por primera vez en una película de Wim Wenders llamada “El amigo americano”. Dennis Hopper, como Ripley, la tenía grabada en su grabadora personal y la oía mientras jugaba al billar o conducía si mal no recuerdo..., que puede que sí.
El miedo es un poder tan fuerte que es el único elemento a temer. Por otra parte, temerlo es muy lógico si no quiere caerse en la inconsciencia. Se hizo un experimento, oí, y no lo invento, para eliminar en unos pobres ratones el miedo a los gatos. Tenía que ver con extirpar algo ligado a las tareas subliminales del sentido del olfato, eso que suena a algo paralelo a la pulsión provocada por feromonas. El resultado fue demoledor: los ratones no mostraban ningún tipo de temor, ni por tanto de defensa, ante los gatos: no quedó ni uno de aquellos ratones.
Sigo.
Miedo. Temor. Terror. Y de terror, terrorismo.
Definición de “terrorismo” según el diccionario oficial de la Real Academia: “Forma violenta de lucha política mediante la cual se persigue la destrucción del orden establecido o la creación de un clima de temor e inseguridad”.
Según la Real Academia, ¿no sería deducible que vivimos bajo un Estado terrorista? Si nos atenemos a la segunda disyuntiva, me parece que es de cajón llegar a un conclusión positiva. Juega a aterrorizarnos no por medios de violencia directa (aunque el incremento desmesurado del presupuesto para seguridad policial es alarmante): ni picanas ni calabozos inquisitoriales, de momento. Hay otras maneras de ejercer el poder del miedo, igual de dañinas y con la posibilidad de ser letales a la larga.
Se persignan con escándalo los que oyen decir a un personaje público (la gente de la cultura aún son personajes públicos, lo queráis o no) que al gobierno actual le conviene el mantenimiento y aún aumento del paro existente. ¿Algo genera tanto miedo y por tanto semejante capacidad de control y poder, como la inseguridad de cada uno y de los seres con quien convive?
Aquello que nos lleva a propiciar la paciencia y acatar, ¿no tiene que ver, cada vez en mayor medida, con el miedo fomentado a perder lo poco que podamos poseer, incluida nuestra dignidad?
Mientras recortan nuestros derechos y el presupuesto de lo que nos corresponde apelando a su vez a la paradoja de que son “medidas valientes” (CiU contendía con el Ejecutivo sobre qué medidas, las suyas o las “centrales” habían sido más valientes, que viene a significar más insensibles), fomentan el miedo, ese guardián del orden que paraliza la capacidad de acción.

Cuando se une el miedo racional y directo (por ejemplo el miedo a la pobreza, al deshaucio, el desempleo, la inseguridad, el futuro de los miembros más débiles que pueda tener tu familia...) con el miedo irracional, ese hermano gemelo del stress, tal como el que provoca en este caso la indefinición en que nos mantienen sobre el origen, la naturaleza y mantenimiento de la Crisis, el sujeto traduce la angustia resultante en una incapacidad de reaccionar, una astenia generalizada y una paralización cercana al pánico, un pánico en goteo que ni siquiera provoca la reacción contraria, esa que induce a huir desesperadamente o atacar con toda la fiereza posible a quien lo causa, sino más bien la de buscar la coraza de esconder el cuerpo dentro de sí mismo, ocultarlo, huir del golpe a base de convertirse en irrelevante y en último término acostumbrarse a recibirlo... y sobre todo asegurar al contrario que será menos amenazante, más dócil, la próxima vez. Etología, puro comportamiento animal. No somos mucho más, tal vez casi nada más. 
Tal es el miedo de la víctima. Dicha despersonalización hace posible la no reacción de miles y miles de víctimas controladas por unos pocos verdugos, como es el caso de un campo de concentración o incluso de exterminio.
El miedo del dominante también existe, claro. Es distinto, pero incluso más dañino: puede hacer que intente acabar con la totalidad del enemigo de un modo irracional, ya sean los lobos de los bosques medievales, los gatos (la expresión “quedaron cuatro gatos” proviene de las matanzas de mininos a los que se asociaba con los males causados por los maleficios de las brujas y demonios), los judíos, los comunistas o cualquiera a quien pueda crucificarse con el sanbenito de ser el causante del mal. Los débiles han sido siempre una elección preferente. Me suena más actual que lo de los gatos, desgraciadamente (y conste que sólo miro mal a un gato si me bufa malamente o me araña, dicho sea para congraciarme con sus múltiples seguidores en los tiempos actuales).
Tanto dominador como dominado pueden actuar por miedo, pero el primero impone el terrorismo institucionalizado que sufre el segundo. Su terror a la reacción del dominado puede ser una razón, pero nunca una disculpa, puesto que dispone del poder de eliminar o al menos combatir lo que considera la fuente de su miedo.
El control del miedo es el sueño de cualquier dirigente sin escrúpulos y la pesadilla de cualquier nación. La tentación, por otra parte, de cualquier gobernante, y por extensión de cualquiera que ostente un cargo con poder. El miedo a sus subordinados les hace atacar como  movimiento de anticipación defensiva.

El incremento de la incultura de la víctima se traduce en un fomento de la capacidad de indefensión. Por eso el poder fomenta la incultura.
La incultura del poderoso, por otra parte, le tapa los ojos ante lo que podría suponerle un problema moral y así le seda.
El que ostenta el poder, por lo tanto, siempre tiene la tendencia a cegarse, olvidar su principios morales, y de paso cegar a quien no debe ver por dónde van a caerle los golpes.
Bastante terrorífico esto del terror.