domingo, 30 de octubre de 2011

una noche en la ópera


Esta noche, en la Ópera, tengo el honor de ser sólo presentador.
Un amigo muy querido, Carlos, me ha enviado este testimonio por medio de su hermano.
Había oído algo acerca de la noticia. Ni siquiera específicamente la noticia.
Uno piensa que momentos así sólo pueden diseñarse en la ficción, nunca en la realidad. Se te va la cabeza inmediatamente al “Toquen la Marsellesa” de Casablanca u otros momentos entroncados con la épica.
Pero la épica no siempre es sólo ficción.
Tal vez haga falta ser un artista para crear la épica: Riccardo Muti lo es, ¡bendito sea!
En un medio que parece tan poco reivindicativo, en un contexto en que parece que un discurso pueda sobrar en mitad de la velada musical, puede darse algo tan revolucionario como esto. El alzamiento de quien no puede soportar un crimen contra la cultura. La Cultura. El sentido de la cultura, en realidad.
Y esos partícipes en el escenario que tan bien saben de dónde proceden sus lágrimas.

Transcribo el texto enviado y, desde luego, el enlace al vídeo y el vídeo en sí. Si fuera una película, parecería más real, pero la realidad siempre es más fuerte.



El pasado 12 de marzo, Silvio Berlusconi debió enfrentarse a la realidad. Italia festejaba el 150 aniversario de su creación y en esta ocasión se representó en Roma la ópera Nabucco, de Giuseppe Verdi, dirigida por el maestro Ricardo Muti.

Nabucco evoca el episodio de  la esclavitud de los judíos en Babilonia, y el famoso canto "Va pensiero" es el canto del coro de esclavos oprimidos.
En Italia, este canto es un símbolo de la búsqueda de la libertad (en los años en que se escribió la ópera, Italia estaba bajo el imperio de los Habsburgo).

Antes de la representación, Gianni Alemanno, alcalde Roma, subió al escenario para pronunciar un discurso en el que denunciaba los recortes del presupuesto de cultura que estaba haciendo el Gobierno, a pesar de que Alemanno es miembro del partido gobernante y había sido ministro de Berlusconi. Esta intervención del alcalde, en presencia de Berlusconi que asistía a la representación, produjo un efecto inesperado.

Ricardo Muti, director de la orquesta, declaró al "Times": "La ópera se desarrolló normalmente hasta que llegamos al famoso canto "Va pensiero". Inmediatamente sentí que el público se ponía en tensión. Hay cosas que no se pueden describir, pero que uno las siente. Era el silencio del público el que se hacía sentir hasta entonces, pero cuando empezó el "Va Pensiero", el silencio se llenó de verdadero fervor. Se podía sentir la reacción del público ante el lamento de los esclavos que cantan: "Oh patria mía, tan bella y tan perdida." Cuando el coro llegaba a su fin, el público empezó a pedir un bis, mientras gritaba "Viva Italia" y "Viva Verdi".
A Muti no le suele gustar hacer un bis en mitad de una representación. Sólo en una ocasión, en la Scala de Milan, en 1986, había aceptado hacer un bis del "Va pensiero".
"Yo no quería sólo hacer un bis. Tenía que haber una intención especial para hacerlo" - dijo Muti -. En un gesto teatral, Muti se dio la vuelta, miró al público y a Berlusconi a la vez y se oyó que alguien entre el público gritó: "Larga vida a Italia."
Muti dijo entonces: "Sí, estoy de acuerdo: "Larga vida a Italia", pero yo ya no tengo 30 años, he vivido ya mi vida como italiano y he recorrido mucho mundo. Hoy siento vergüenza de lo que sucede en mi país. Accedo, pues, a vuestra petición de un bis del "Va Pensiero". No es sólo por la dicha patriótica que siento, sino porque esta noche, cuando dirigía al Coro que cantó "Ay mi país, bello y perdido", pensé que si seguimos así vamos a matar la cultura sobre la cual se construyó la historia de Italia. En tal caso, nuestra patria, estaría de verdad "bella y perdida".
Muchos aplausos, incluidos los de los artistas en escena. Muti prosiguió. "Yo he callado durante muchos años. Ahora deberíamos darle sentido a este canto. Les propongo que se unan al coro y que cantemos todos el "Va pensiero"
Toda la ópera de Roma se levantó. Y el coro también. Fue un momento mágico. Esa noche no fue solamente una representación de Nabucco, sino también una declaración del teatro de la capital para llamar la atención a los políticos.

En el vídeo siguiente se puede vivir ese momento mágico, lleno de emoción.




Y por si acaso, aquí va en directo:


sábado, 29 de octubre de 2011

reunión de pastores


Cada vez que anuncian que van a volver a cargar con su zurrón de prada, louis vuitton o lottusse y a viajar siguiendo la financiera estrella hasta el vivac pactado y dotado con las últimas comodidades neo-spa a calentarse en el fuego de la salvación financiera (trabajan mucho, ya lo sé, no lo dudo, ¡pero hay tantos que lo hacen... hacemos... y tantos que quisieran hacerlo -un cinco con seis ceros detrás sólo en España-!), cada una de esas veces, digo, en que llevan por delante la mano de estrechar otra y la sonrisa diseñada para no mirar a los ojos mientras suben escaleras sin mirar atrás... (están empezando a darme pena... ¡no, no, comprender no es disculpar, no te dejes!), cada una de esas veces, y a ver si abandono de una vez la digresión, nosotros las ovejas pensamos inmediatamente en ese plato delicioso llamado caldereta y nos sentimos servidos en un plato de arcilla (de diseño, muy muy de diseño, muy muy de arcilla, muymuy) mientras ellos nos mastican sin mirarnos y discuten y discuten y discuten sin saber muy bien por qué, ya que siempre están de acuerdo.

Dice ese desastre de señor (¿dejamos los eufemismos?) que se llama Almunia que esto ha sido un gran éxito para todos (para todos nosotros, ha dicho concretamente, aunque lo mismo usaba el plural mayestático como el Papa). Espero que no sea así, que no le parezca al empresario de turno un éxito y repitamos temporada, y encima sacando los vales para ganar menos todavía (los actores con veteranía me entendéis).

Ellos viajan mucho. Últimamente viajan mucho. Una road-movie de esas en las que no se llega a ningún sitio. Se reúnen mucho. El precio de sus canapés es excesivo, pero eliminarlos no salvaría la situación, no me quejo de eso, me quejo de que no sé para qué se reúnen si podrían quedarse en casa tan tranquilos a esperar un email francogermano con la lista de instrucciones y santas pascuas. (Pascuas y pastores siempre se han entendido).

¿Hay que repetir eso de que se protege y regula la macroeconomía y la banca mientras los ciudadanos, ese 99 (lo mismo 97 o 96, seamos demócratas) de cada 100 permanecen en un olvido estadístico? ¡Aggghhh, qué hartazgo! Y más cuando luego te dicen (me lo han dicho hasta a mí que no soy nadie) que eso es demagogia.

Las entidades bancarias ganan cientos de millones, miles, decenas o cientos de miles de millones, ya ni me acuerdo, de euros al año y se quejan porque el año anterior ganaron más y querrían ganar más. Dicen amablemente que esperan no recurrir al capital público para cubrir el depósito impuesto por la derecha europea, casi tan derecha como ellos mismos (como lo necesiten, o como se lo den, va a ser como para pasar a mayores, que ya nos están tocando algo más que la conciencia). Dicen que sufren a los morosos, pero no hablan de la usura. Y con ese depósito los créditos morirán, dado que ellos no gastan, y con ello morirá el consumo, y luego se llamarán patriotas y sacarán el himno nacional sin letra y la bandera de todos, los muy hijos... (¡vale, vale, que esto de la pasión no tiene por qué ser literal!).

Me calmo, respiro, cuento hasta... lo indecible, ni cien ni ochocientos. Más.

Mientras, se muere Bandrés, un señor, genial parlamentario, al que hundieron entre todos y ahora alaban. Vamos, lo habitual. Y veo que son los 55 años de TVE y no me importa que esa señora con antenas que es la tele empiece a sufrir las varices que ya tenía, sino que me viene a la mente que han pasado sin darme cuenta cinco años desde el anuncio ese de la vela en la tarta del cincuenta aniversario y amaral que a mí, alma cántaro, me conmovía, y me hacía recordar unos monos dibujados en la pantalla de tiempos extraños, idos.

Pastores, estéis en belén o en strasburgo, dejadnos la vela, una parte de la tarta, un presente aceptable...
Y si no, mientras tanto, id pensando en que a lo mejor ya nada será tan fácil como os gusta que sea.
Y que a lo mejor el mundo pasará a ser difícil no sólo para nosotros.

domingo, 23 de octubre de 2011

moscas



No sé si me hubiera gustado ver el cadáver de Franco sobre una colchoneta de gimnasio con las manchas secas de la sangre de su muerte pintadas aún en su cara macerada mientras algunos ciudadanos se hacen fotos a su lado como junto al cuerpo de un gorila muerto en cacería.
Espero, francamente, y nunca mejor dicho, que no. Que no me hubiera hecho gracia. Eso espero por mi bien.
Me hubiera gustado verle juzgado, sentenciado, encarcelado. Eso sí. Como a tantos que la bondad y la conveniencia de los generosos dejaron impunes a partir del 75.
Nunca me atrajo, más que como experiencia por lo que aporta de dramatismo al ser humano, por puta deformación profesional, el juicio y ejecución de Chauchesku. Ni el cadáver colgado boca abajo del repugnante Mussolini y de su amante como cerdos en la plaza durante la celebración de la matanza.
¿Soy demasiado exquisito? ¿Soy demasiado hipócrita?
Veo a Obama presumiendo de este final, atribuyéndoselo a sí mismo por si lo que se mueve alrededor fuera poco, y me da un poquito de asco.
¿Quién colocó y mantuvo en su puesto a Gadafi? ¿Quién ídem de ídem en el caso Sadam H.?
Entiendo el cabreo, puede que sea, como dije, un poquito delicado, pero la celebración del linchamiento, que no del derrocamiento, me parece bochornosa. En el fondo se miran esas imágenes y hay gente que piensa que es que son pueblos salvajes, que es que esas gentes son así, que entra en su cultura. No sé si entrará o no. No sé si será cultura. No sé si me gusta. Y no porque me empalague la tostada bien tostada con mantequilla o no o mermelada o aceite mientras imagino las moscas que alejaron hace un momento del rostro del muerto. Es que hay veces que me parece que desde el primer mundo nos recreamos en los rasgos de bestialidad de lo que podamos pensar, inocentes de nosotros, que es el segundo o el tercero. Y decir: son así.

Dije en el anterior que iba a hablar del surrealismo, ¡no me dejan espacio! Con lo bien que me lo pensaba pasar haciendo propuestas electorales paralelas...
Pero huele a carroña, y hay demasiadas moscas.

miércoles, 19 de octubre de 2011

empatía, tía


En un coloquio televisivo, una señora o señorita periodista dice una frase preciosa, y la dice de un modo apasionado: “Puedo entender perfectamente lo que siente una familia cuando es desahuciada”.
La miro con cierto descaro, teniendo en cuenta que ella está detrás de la pantalla y yo no. Le mantengo la mirada y no hay duda: una persona criada a base de percebes, alguien que mantiene su aspecto físico untando sobre su piel nada más barato que le mer, un vestuario que volvería a costarle el cargo a la miró.
Por favor, mujer, cuide sus palabras, que estamos escuchando. Lo malo es que nos estamos acostumbrando a oír y ver esto como algo normal. La reivindicación de la empatía nos lleva al descaro. Ser decente se confunde con haber pasado por una vida que no han olido ni en Dickens, por la simple razón de que pensaban que Dickens era un autor distanciado en vez de un niño que se crió en esa mierda que describe.
Todos entendemos todo. Somos cultos, por favor, educados, informados y bien criados. Por mucho que se lea sobre la picana eléctrica seguro que no se parece nada a que te la pongan entre los labios, y no precisamente los que están en la boca.
Nos estamos volviendo demasiado bocazas. Todos entendemos todo, ¡coño, lo hemos visto en un documental!

De aquí al descaro no hay nada, porque ya es descaro.
De aquí al surrealismo hay poco, así que en el próximo pasaremos de hablar del surrealismo, en el que vivimos tan inmersos que lo mismo por medio de él nos enteramos de algo.