domingo, 17 de abril de 2016

fin de las noticias del mundo

El título está prestado de una novela del maravilloso Anthony Burgess, pero como él mismo lo tomó de los partes radiofónicos de la BBC, no me parece mal utilizarlo.
Cada vez que leo estos días las noticias me parece, más aún que otras veces, que estamos ante las últimas noticias del mundo. O que al menos el mundo o sus noticias tienen poco futuro o, si lo tienen, ya serán propaganda y no noticias. O que las noticias de ahora en adelante serán una funesta repetición de las mismas noticias negativas.
Las noticias siempre son negativas: si no, como noticias, tienen poco recorrido, un día o dos a lo sumo: decir quién se ha llevado el premio tal o cual, o si ha habido un estreno, o si un lince ha parido -y no bromeo-. Buenas pero no duran.

Algunas de las últimas noticias de este mundo nos hablan de, por ejemplo...

Primer bloque:  Lamentos insuficientes.

-          Lejos de mí la idea, y no ironizo, de dudar de los buenos motivos del único pontífice católico decente que he llegado a conocer (no me gusta la palabra papa: me recuerda a mi padre, que era un tío muchísimo mejor que cualquier papa). Sé que ha sufrido y llorado ante los refugiados, sé que se ha conmovido y que no finge. Se ha llevado, creo, una docena con él. ¿Qué es esto, un reflejo de los apóstoles en número? ¿Cuántos refugiados caben en ese estado -que es un estado y no otra cosa- vaticano? ¿Cuántos miles de millones de euros -no exagero y hasta me quedo corto- yacen en las colecciones vaticanas de arte, que podrían venderse? Será que soy un tonto que de pequeño vio "Las sandalias del pescador"? O a lo mejor es que, aparte de esa historia, me perturben los casi innumerables tesoros que guarda ese templo de pobreza que empezó con un pesebre mientras se muere de hambre el mundo.

-          Con respecto a lo mismo, cualquier estado europeo que no sólo no proteste, sino que sobre todo no actúe en contra de ese acuerdo que condena la pobreza como delito, y la huida de la muerte como desgracia inevitable y carismática, es culpable. Y no es sólo un decir. Es culpable de delitos de sangre, puesto que hay muertes en camino, y no pocas, aparte de miseria, ruina y devastación de bienes y personas. Que confunda la lástima con la injusticia, que aplaste y que lamente mientras habla de cifras y nunca de personas, que mire desde un escaño una situación en la que nunca se verá (y en que a veces uno desearía que se viera cada uno de sus miembros en ella para que abriera los ojos), es indecente. Peor aún: asesino. Y cuando, además, declara lamentarlo, uno empieza a pensar que merecen los mayores castigos -esos que dicta la ley que ellos dictaron y dictan hoy de nuevo- aplicables.

-          Muchos ciudadanos declaran que les dan "penita" los refugiados, sobre todos los niños. Pero votan a los partidos que permiten esta situación, los apoyan, y, en el fondo, si les pregunta el CIS, sólo el uno y pico por ciento confiesa que es un problema que entre en sus preocupaciones. (Aquí dan ganas de desear que las noticias del mundo sean las últimas o casi las últimas, incluso para ellos, incluso si me llevan a mí mismo por delante, porque en estas circunstancias el mundo no parece tener utilidad).   

Segundo bloque, variante del primero, y después de la pausa publicitaria: Acusación inútil.

-          Estos días se ha hablado, se ha escrito y comentado acerca de los papeles de Panamá y de todas sus variantes. Se han establecido posturas: desde la hipocresía de decir "no se sabe qué fue aquello de antes", o que "yo qué sé qué", o "cualquiera se acuerda" (lo que presupone que no puede acordarse de tanto chanchullo que maneja) hasta la del "¡y qué!, estos son mis güevos" (no creo que el aludido, ya sabemos quién, tenga huevos, que son artículos útiles y productivos, como mucho tendrá cojones -cojonazos, si se empeña en sentar sus reales-, pero nada que tenga que ver con algo que genere beneficios para otros). De cualquier modo, el escándalo es falso; se basa como mucho en una moral, una picota que algunos denostarán y admirarán otros muchos. ¿Por qué? Porque no es un delito, amigos míos. Se distingue entre responsabilidad jurídica y responsabilidad política. Los políticos afectados, como ese señor Soria que se ganó todo mi odio por cómo hablaba sobre las víctimas de la penuria energética en una entrevista de la sexta, con esa insensibilidad de señorito que mira y perdona por encima de su hombro con hombreras (no de sastre, de partido), y que encima se jactó de imponer impuestos al sol, irán a sus empresas multimillonarias, seguirán en su boyante puta vida (no sé qué satisfacción les espera a esos machitos beta -que no alfa- en sus yates limpiados por sirvientes, siendo tan miserables; tal vez es que no esperan de la vida nada más que lo que pudiera esperar un babuino de los menos astutos de su especie: cacahuetes, frutos fermentados, hembras con el culo dispuesto y que respondan al gruñido), impunes, sonrientes, diciéndoles a sus amigos o amigas tan mala gente como ellos que han pasado una tarde espantosa con eso de tener que dimitir.
No es ilegal: esa es la vergüenza. Mientras no sea ilegal, cualquier discusión será filosofía y no derecho. Y ya sabemos que la filosofía es una asignatura que pretenden anular del maltratado sistema educativo.
Yo, que tendré que pagar bastante a Hacienda este año, no me quejo. Debe ser que soy tonto. No es verdad, como dijo ese chulo asqueroso, que cualquiera que pudiera estafar a toda esa gente -todos en teoría, sólo en teoría- que necesita un médico o un profesor de centros públicos, y que son -por ahora, y hasta que apriete en su indecente avance el sistema- mejores que los de los centros privados, lo haría. Pero, eso sí, el autor de tan hermoso axioma trabajó por un sueldo seguramente abultado durante meses para una televisión pública, esa que él no paga pero de la que cobra y que pagamos los que considera unos pringados. Me parece que lo somos, que él se parte de risa, y que un share abultado de gente le está riendo las gracias.
No hay cárcel para esto. Que no la haya, es pecado. De los de verdad, de los que van contra la gente, no de los que van contra la iglesia. Y un pecado no mayoritariamente nuestro, no nos quedemos con toda la culpa. Es culpa de quienes les apoyan, que son muchos, y de los miserables, que no lo somos todos.

-          Otro: y si algo es ilegal, por probado que este, suele salir a la luz cuando sucede aquello de que... ¡oh, ha prescrito! No lo puedo entender. ¿Ha prescrito el nazismo? ¿Por qué podría criticarse el llamado holocausto si ha prescrito? No me vengáis con mierdas, lo digo ya sinceramente, no ha prescrito ni el crimen de Caín. Mesala es igual de malo que cuando jodió a Ben-Hur, pero tal o cual ministro o exministro, no lo es... porque ha prescrito. ¿Quién ha sido el miserable que se ha inventado esto?

Las noticias del mundo, cualquiera de los días de cualquiera de las semanas de cada año, parecen ser las últimas. Merecen ser las últimas. El mundo no parece que dé ya para más.


Buenas noches y buena suerte para toda la gente de buena voluntad (por voluntad, que no quede).