lunes, 29 de agosto de 2011

merendola


Vuelvo a recorrer mi Madrid de madrugada alta. Un buen espacio dormido, una buena ciudad para pasearla razonablemente vacía si tienes ganas y tiempo de andar. Lo tengo, y si no lo hago.

Tres veces he puesto hoy un mensaje de los de Unicef en que se escribe la palabra Somalia y se la envía como donativo al doloroso buzón del hambre. Cada una de esas tres veces, un mensaje de texto me ha prometido que un solo niño resistiría un solo día más gracias a mi contribución. Resistiría significa sin más que no morirá mañana, así de claro. Pasado, dependiendo del número de mensajes, tal vez sí.
¿Qué hago mañana? ¿Mandando un mensaje salvo al mismo, al que ya me parece conocer, o a otro que no recibió mensajes? ¿Cuántas horas de vida? ¿Veinte, veinticuatro, veintiséis? ¿Cuántos niños? ¿Cómo se elige al niño? ¿Vuelvo a llamar o no? ¿Entro en la ruleta macabra? Hay que enviar dinero, eso lo sabemos, eso es ineludible sea o no injusto. El hambre no entra en políticas. El hambre sólo quiere, necesita, comer.
Ceno para olvidar. Bebo para olvidar. Hablo para olvidar. Gasto para olvidar. Gasto un poco menos para justificar que no estoy gastando lo que ellos deberían recibir.
Pienso en ellos como seres extraños: gaticos desnutridos, animales canijos, álbumes de horrores pasados. Logro que al darme algo de asco y pena me puncen menos la entraña del remordimiento. Como si pertenecieran a otro mundo que no es mío, como si pudieran convertirse en seres de ficción.
Hay que contribuir y comerse los mocos de la vergüenza. Lo disfracemos como lo disfracemos se llama caridad, el sustituto antinatural de la justicia. Pero quien tiene hambre, ya lo he dicho, no piensa en los decretos ni puede hacerlo. Si yo fuera uno de ellos (y peco al ponerme en un pellejo magro que desconozco), no os podría perdonar la duda de si hacéis bien o no.
Bien, la verdad es que supongo, y espero, que ellos, mandemos lo que mandemos, no nos lo perdonen nunca, porque no hay perdón posible. Nunca. Jamás.
No es sólo que den ganas de hacerse cooperante, y además es lógico que no te admitan si no eres efectivamente útil y sólo vas a contribuir con tu buena voluntad torpe, tonta, primermundista occidental y a hacer perder el tiempo a los que tengan que enseñarte a cooperar.
De lo que dan ganas de verdad, si se te pasa por la cabeza un viso de honradez, es comprar un pasaje hasta allí, llegar a donde están, ponerse enfrente de ellos y decir, sin romanticismo y sin exhibicionismos tontos: “Comedme”. Es lo más que puede darse, y casi lo único. Nuestros kilos de carne cebada, grasa combustible de gimnasios donde vamos a buscar un buen aspecto, líquidos sobrantes y vitaminas ingeridas en pastillas. Dejar que lo aprovechen. Y tampoco sería mucho. Un primermundista se traduce en tres días de vida para diez individuos. Y me pongo optimista.
Nunca les podremos pagar lo que les estamos haciendo. Veremos películas sobre el genocidio judío, sobre masacres programadas, y no miraremos que ahora mismo somos los ejecutores que no miraban, como los alemanes en los cuarenta que olían raro en el aire a hueso chamuscado y no querían saber.
Me anima la sola idea de llegar a ser una merendola. Un solo día de regocijo. Como si fuera un cumpleaños.
Qué asco.
Luego, en el autobús nocturno, unas voces acompasadas desde los asientos traseros desgranan un rap cuya letra no comprendo porque el idioma es brasileiro, y todo vuelve a parecer armónico, y una madrugada madrileña parece un lugar hermoso... tan lejano de aquello.
Todo parece volver a su sitio, esta sincronía frente a la desincronía dominical del hambre en cualquiera de los asentamientos provisionales, míseros, de este hermoso y desconcertante siglo vigesimoprimero.
Va a empezar a amanecer de un momento a otro. Hay que enviar más raciones. No pienses. Gasta en ellos.

domingo, 28 de agosto de 2011

van quedándonos pocas palabras


Hay veces que a uno le faltan las palabras, y no porque no se sepa unas cuantas.
La culpa de la mudez no es nuestra, es de la perplejidad.
¿Podéis decirme a qué estamos asistiendo?
La Constitución era ese muro que siempre se puso como frontera razonable cuando no se podía cambiar algo fundamental, sean las condiciones de la monarquía (incluido algo tan imbécil como la sucesión de institución tan poco útil fuera del mundo de los cuentos o el imperio austrohúngaro de Berlanga), la administración territorial, la exigencia judicial de los derechos a la vivienda o el trabajo... Y ante ese muro, por un temor reverencial que nos viene de una transición, que por lo indispensable de sus pactos no los convierte en menos vergonzosos (torturadores, por ejemplo, jugando en los parques con sus nietos, incluso con los que se compraron), siempre cerramos el boquino. ¡Era todo tan complicado legalmente! Eso del referéndum y demas...
Ahora nos hemos enterado de que el mantenimiento de la Constitución sólo obedecía a una falta de pactos entre contrarios hermanados ante presiones SUPERIORES. La Constitución ya no es la Constitución Española. Es una Constitución Europea, porque aunque nosotros hicimos el tonto votando una posible, en otros países se negaron a secundar lo que ahora se hace por decreto.
Aquí ya da igual lo que se vote aquí o allí.
Importa sólo lo que se vote en los consejos de administración.
O en los de sus criados, sentando al frente del G-leches.
Hemos perdido las formas, no ya sólo el fondo.
Y esto con un partido en el gobierno que tiene entre sus siglas la S de socialista y la O de obrero. Parecería un panfleto recordar a todos los que han muerto o han perdido su vida de otro modo, que hay muchos y varios modos de perderla, durante más de un siglo para defender esas mayúsculas y procurar que lo que está pasando ahora no pudiera pasar nunca. Parecería un panfleto si no fuera porque la mayoría de esas personas eran seres de carne y hueso, individuos hechos de carne y sangre, y ésta la regalaron para proteger a los que ahora les traicionan.
Cuando los antiguos romanos reconocían merecer un castigo, optar por su propia muerte o ser deudores de una deuda impagable, se tapaban la cara con el manto. Yo veo demasiadas caras en los telediarios. Caras que deberían estar tapadas. O caídas en el suelo de pura vergüenza. 

miércoles, 24 de agosto de 2011

una piedra en el camino


Al leer o escuchar esto, todo el mundo recurre a la ranchera: “rodar y rodar”.
Mi ejemplo no va por ahí, sino por el chache Valle: “Al final, siempre queda el reinar del pobre de pedir, y una piedra en el camino donde tropezar, y caer, y acabar de morir”.
Siempre me pareció un texto muy bello.
Siempre lo hice un poco mío.
A menudo, añoro que se cumpla. Tal vez eliminando lo del pobre de pedir. Cosas del desarrollo patrio. Y el miedo tonto, y la vergüenza.
A menudo, me parecería lo más hermoso. Lo más rápido.
No estoy enviando un mensaje de socorro. No voy a hacer nada que no queráis que haga. Por ahora, por lo menos, no. En absoluto. Espero que el no se mantenga durante mucho tiempo.
¡Mucho! ¡Todos tranquilos!
Lo cual no quita que no me parezca lo más lógico.
Hay momentos en que la vida te cuenta de qué va.
Lo sabías, pero no querías creer que este fuera el momento de enterarte.
El momento acecha en cada momento, porque lo que creías que era verdad nunca será verdad, al menos según quién.
Y va y... “¡toma!”, te da una buena colleja.
Y te parece tonto pensar en kilos, en futuro ¡a tu edad!, en relaciones, en personas incluso, sobre todo en ti.

“I will survive”, que decía Gloria Gaynor.
“Resistiré”, que decía el Dúo Dinámico.
No pretendo alarmar a ninguno/a de los que me queréis, sólo quiero decir, aunque mañana estaré bien, que hoy sólo pienso en lo bien que estaría poder descansar. Descansar mucho. ¡Ay, qué mucho y qué bien!

Hasta mañana, en que me levantaré de buen humor. 
Besos.

sábado, 20 de agosto de 2011

¡al cielo, no!


Seré breve.
Qué remedio, si me han dejado agotado.
Había quedado hoy viernes 19 a las 6 en Alonso Martínez. Desconocía la agenda papal, no me creía en la obligación de conocerla. Ese fue mi primer fallo.
Sabía que iba a encontrar mochileros papistas, ya sé que están por todas partes; este mismo mediodía, unos doscientos han estado cantando no sé qué hechicerías según pasaban bajo mi balcón. Y vivo en el quinto coño. Pero como les han entregado los colegios públicos, no sólo los concertados con su iglesia, han anidado en cualquier parte.
En todos lados.
Hoy el metro estaba ya plagaíto. Me harté y bajé en Goya, dispuesto a darme un agradable paseo hasta el lugar de encuentro.
Sabía que estarían por las calles.
Sabía que eran muchos.
No sabía que podían ser tantos.
Llegando a Colón he oído una voz con acento por los altavoces. La he reconocido. Era Él. No, Dios no: Él. ¡El pájaro en persona!
Mirando hacia la plaza he sabido lo que sentían los elfos en el parapeto del Abismo de Helm cuando contemplaban las hordas inacabables.
Enardecidos por una voz más peligrosa que la de Saruman. La de la Boca de Sauron. Por lo menos.
Vista la imposibilidad de bordear el abismo, he vuelto a entrar al metro en Serrano para bajarme dos paradas después.
¡Loco!
El vagón que llegó rebosaba fanatiquitos. No se bajaron. Su consigna era: “Colón”.
Pero tampoco en Colón se bajaron todos, ni mucho menos.
Algunos bajaron, pero subieron más.
Apretado como una polilla frente al cristal por unos seres enfebrecidos por ser más que mayoría aplastante poco menos que unanimidad, bajé como pude.
Desde el andén a la calle, creo que mis pies no tocaron el suelo.
Tardé mucho. ¡Mucho!
Guardias con silbatos guiaban al rebaño. Una estampida lenta pero constante.
Me tiraron el abanico, lo pisotearon. Sabía que no podría volver a por él.
Mi sudor se hubiera podido recoger en botellas litroymedio.
En volandas llegué hasta arriba.
Me ofrecieron estampitas. Casi me las meten por la nariz.
Cantaban sin parar. Diversas canciones.
Realizaron el milagro de convertir a Shakira en María Ostiz.
La persona con la que había quedado no llegaba. Estaba cerca, pero en las mismas. La muy inconsciente venía en moto.   
Había uniformes, hábitos, lo que sea: monjes, monjas, el nombre de la rosa, dies irae, diálogo de carmelitas.
Hasta de diseño.
Americanos con clériman sobre ajustadísima camisa negra de manga corta, gimnasio potente, rostro curtido, acostumbrados a repartir hostias en todos los sentidos, Fermines De Pas de Sausalito, pastoreaban a gritos a sus jóvenes embrutecidos de Ítaca, Ohio. Con bandera.
Poco a poco entendí que la invasión de los ultracuerpos no era una broma. Ni siquiera una buena idea o una buena película de múltiples versiones, sino una profecía.
No paro de buscar vainas por la casa. Seguro que en algún rincón me espera alguna. Mañana iré a por la mochila y el baratísimo pase de metro. Comeré el repelente menú peregrino. Cantaré sin pensar en el futuro. Sin pensar en nada. Con esa mirada de haber ingerido peyote, integrado en una multitud sin fisuras, como las juventudes nacionalsocialistas donde militó el Jefe en su juventud. Esa misma juventud que chupa ahora.

¡Tengo que pecar urgentemente!
¡Si esto es el Cielo, si todos ellos van a ir allí, no quiero apuntarme!
¡No!
¡Por Dios! (¡¡No, no debo decir eso, no puedo ganarme el Cielo... no lo soportaría!!)

lunes, 15 de agosto de 2011

humilde aportación gráfica a JMJ11

Mientras en Madrid el Conde Rouco se prepara para el evento...



Bene prepara en el Vaticano sus mejores galas


Y otras alternativas...


Por si hay que predicar un par de hostias a los negritos de Londres...


O por si se desmandan los jodíos perriflautas españoles...


Sin olvidarse de los guiños al Islam...



¡¡¡Todo con tal de vender su nueva modalidad TrueBlood!!!:



viernes, 12 de agosto de 2011

locuras de verano


Así les dio por llamar aquí a una película de David Lean que se titulaba Summertime. En ella, una genial, para variar, Katherine Hepburn se iba de vacaciones a Venecia y conocía el amor, pese a que, no todo va a ser color de rosa, a través de un hombre casado que le vendía una copa de cristal de Murano. En fin, en eso consistía la locura, aunque al final quedaba claro, con una memorable despedida de esas de señor corriendo tras un tren y una dama americana rebosante de emoción saludando por la ventanilla, que es preferible amar aunque no salga bien que no haber amado. Vamos, una especie de Breve encuentro pero en color, menos buena y menos triste. Al fin, las dos son de David Lean (por favor, si quien lee esto me tiene un mínimo aprecio, no confundir con David Lynch, gracias... Si no me tiene aprecio, que haga lo que guste, naturalmente).

Ojalá las únicas locuras de este verano fuesen de ese estilo, o sólo de ese estilo, porque, ¿cuándo no las hay similares, estación del año aparte? Pero de agridulce no tienen mucho estas otras, a las que me referiré, y de sentimental mucho menos.

¿Cómo elegir entre el inmenso catálogo que nos brinda la sinrazón? Difícil, difícil...

Mientras quien puede se explaya (o in-playa... y perdón por el horrible chiste) en el chiringo, en los rigores de la naturaleza boscosa o el turismo cultural, y no sólo con todo el derecho del mundo, sino con todo el desahogo posible que se necesita tras tanto tragar quina la mayor parte del año, la economía va y se hunde. Lo mismo, si algún afortunado se ha ido al extranjero, cuando regrese ya no hay país (o lo ha invadido un Papa, pero de eso mejor no volver a hablar). Y ya no es sólo a España: USA, Francia, Italia... Las bolsas, las del IBEX y demás, no las de patata reciclada, juegan a la montaña rusa en la variedad minera, que consiste en no quedarse sólo en fluctuaciones vertiginosas que siempre parecen ir a terminar en desastre, sino en finalizar la atracción (esperemos que no de una vez por todas) muy por debajo de donde empezaron el recorrido. O sea, ya ni a ras de tierra.

Suben, suben y bajan. Bajan las bolsas y sube el metro como en una pesadilla de Origen. Bueno, sube siempre y cuando seas parado o persona empleada normal y no peregrinito, que en ese caso las autoridades lo mismo te acaban llevando gratis y a caballito hasta la tribuna correspondiente o el mogollón solidario y pastoral que te toque junto a cientos de miles de cuerpos a los que, dados los rigores estivales, la edad y las deportivas, seguro que les huelen bastante los pies. Como mínimo, los pies. La Cibeles se convertirá en una especie de inmensa fábrica de cabrales y después... Ya me callo, ya.

Sube el metro y bajan los sueldos, o eso recomienda este gobierno alegremente suicida al que cuando gobierna con la izquierda hay que decirle, como en las películas, “no, la otra izquierda” (pa lo que nos queda en el convento...)

Mientras, en la patria de Peter Pan, los niños perdidos rompen escaparates, queman a espuertas y se llevan lo que pueden disfrazados de disturbio. Rectifico: disturbios son, eso está claro, me refería a los otros disturbios: los que intentan cambiar algo. Cambiar algo no es pensar: “estamos más que hartos de babear mirando una play que nunca podremos comprarnos mientras vemos como se forran cuatro cabronazos de otra raza, la dominante, como en la commonwealth” (bueno, a lo mejor estos no saben lo que es la commonwealth aunque vivan en sus mismas arterias coronarias), porque para empezar la play se la queda el mangante y se convierte en otro cabronazo más, y más lo sería si más pudiera. Cameron dice –no sé si creer que es tan torpe-, que tanto vandalismo no tiene explicación. No tendrá justificación, pero la explicación está muy clara, mister mío.

Mientras, en la patria del Cid, nuestros futuros gobernantes, esos mastuerzos, ya califican al 15-M (con el que dicen, en sus principios, identificarse -¡!!!!!!-) como un movimiento convertido en radical, violento y antisistema, ¿tardarán mucho en intentar establecer comparaciones con la pérfida Albión?

¡Según han empezado en las comunidades donde no gobernaban! (por cierto, “muchas gracias”, IU extremeña, por apoyar a ese partido que ha empezado su legislatura intentando reventar a la Portillo, esa rojaza contratada por los sociatas haciéndole la vida imposible, pidiéndole cuentas de cuando no tenía nada que ver, provocando con la retirada de la fotico a ver si se marchaba... ¡todo un primor!, ¡gracias de nuevo! ¡Pues donde gobernaban...!

Hablando del 15-M, ha vuelto a ofrecer resistencia la sensatez de las asambleas ante una locura que esperemos sea de verano y no intenten llevarla adelante: me refiero a todo eso del partido político, la petición de voto en blanco y demás submarinos. ¿Sois tontos o infiltrados? Este es un movimiento ciudadano. Un movimiento, nunca un partido. En cuanto sea un partido dejará de ser lo que es. Creo que no hace falta explicar por qué. Y nos esperan peores tiempos que los presentes, o si no poneos a leer declaraciones de nuestros futuros caudillos sobre el particular. Y como no sepamos resistir, nos desunamos o nos dejemos guiar por unos pocos... Malo. Pero en esta cordura al menos tengo confianza.

Y es que hay tantas, tantas locuras, peligrosas locuras muchas veces, donde elegir...
¡Y encima a Rafita Nadal le da por perder nada más llegar y besar el santo de Montreal contra un señor de Zagreb que yo ni conocía...! Perdona, Rafa, hijo, que bastante derecho tienes a fallar después de tanto acierto, que es que nos tienes muy mal acostumbrados. Descansa en Manacor, cómprate un muñeco de trapo parecido a Nole (con vegetaciones a ser posible para que haga ese horrible gesto prepotente con la nariz), una buena porción de alfileres, ¡y ya sabes lo que tienes que hacer!

¡Feliz verano! Que cada vez está más claro eso de que “son dos días” (y no por la estación).

sábado, 6 de agosto de 2011

ya viene el pápal...!


Le decían a Gregorypík: “Cuando los judíos regresen a Sión, y una estrella cruce el cielo, tú y yo moriremos. Del fondo del mar surge con toda su pompa y majestá, y lucharán hermano contra hermano hasta que el mundo ya no sea más”. Más o menos. Era en La Profecía (The Omen, ná menos). Y lo oía uno, así tan bien dicho, doblado o no, que de las dos maneras me ha llegado, y se cagaba la perra.
Y ahora va y viene el Pápal,con toda su pompa y majestá, y se caga la perra igualmente.

Esta gente, que al buen decir de Gila, empezaron con un pesebre y ahora están donde están, va y se impone a donde haya que imponerse. Se abre la Plaza Mayor, el Arco del Triunfo, el  Santiago Bernabéu o cualquier cosa que pidan, ¡faltaría más! ¿Quiere Su Santidad que abramos la Puerta del Sol y trituremos a los perriflautas agnósticos, que de tanto ser agnósticos ya no son casi más que ateos? Pues hecho, (eso trae el culto equivocado a la bandera tricolor de la república, así que os jodéis y punto). Se maltrata, detiene o excluye a cualquier manifestante joven-o-no creyente o ateo que se ponga por medio. Los espacios públicos, sean los que sean, están a disposición de Su Santidad y sus acólitos, los jóvenes pajeros que no pueden echar su semilla en otro lado que el calzoncillo por no mancillar a la procreación exultante, vigente, calentorra y eyaculante para adentro, como Dragó, el gran cristiano renegado y, de paso, escritor lamentable, aunque eso no tenga que ver con las creencias, sino con una falta de calidad que ya nadie va a poder arreglar, se ponga como se ponga.
Viva la semilla endógena, la nopaja, el nonene, el chiquillo fruto del matrimonio aunque sea entre imbéciles con granos y cara de tontos, que es lo que son, qué se le va a hacer,. Y que les vayan dando, mientras aplauden al tío de blanco con bonete.
Y al tiempo, esto se convierte en el negocio del siglo, en la desgravación a tutiplén, en la inversión de moda. El tipejo que estuvo coqueteando con las nuevas formas de la inquisición, y esto no es broma, y quien no quiera creerlo que lo mire, el putito teólogo que encubrió las sodomizaciones tiernas y tiernoculizantes, va a venir a nuestra tierra; y nuestra tierra se pone de puntillas y eyacula dos gotitas que casi no se notan en las bragas por si acaso.
Santidad, sea usted bien venido, arruine un poquito más nuestro patrimonio. Siembre de casposidad nuestra juventud, que está en su derecho. Y luego, vuelva al Vaticano, con sus oropeles, y haga el favor de pudrirse, o al menos de no sacarnos más dinero, que este gobierno que tenemos ya le ha regalado bastante, y me temo que el que viene le va a regalar todavía más.
¿Puedo sugerirle una merienda a media tarde con las cabezas pensantes del islam y con los rabinos imperantes del arte interpretativo? Diviértase con sus iguales, con la gentuza que vive de la buena fé de las creencias ajenas, y vaya a sacar pasta a otro lado, que es una pena que un gobierno supuestamente de izquierdas no le haya cerrado la puerta cuando quería venir aquí, con gastos pagados, no sólo alojamiento y desayuno como cualquier hijo de vecino. Páguese sus vacaciones, gorronazo, que ya está bien de vivir del cuento.
Y los sermones, a la montaña. Y sin micro. A ver cómo se apaña. Lo mismo el polaco, desde el otro lado del noser, le echa una mano y hace la multiplicación del audio y el video para que se entere todo el mundo. ¡Qué par de hostias tenéis!

miércoles, 3 de agosto de 2011

el sabor de la vergüenza


Cuando, después de trabajar, pese a que agosto sea agosto o precisamente por ello, estaba tomando un vino con los compañeros, empecé a oír rumores de la noticia; así que, en lugar de encaminarme a casa, sentí el deber de desviarme. Aunque no tuviese ganas. No le dejan a uno tranquilo ni currando en vacaciones.
¿Qué estaba pasando? ¿Qué puede pasar para que, a la vez que los rumores por el móvil, el metro de Madrid, ese que vuela sólo cuando le miran en las elecciones, anuncie que la estación de Sol está cerrada sin darnos motivos, sin ni siquiera recurrir al patético y cabreante “disculpen las molestias”? Si el motivo se oculta, malo malo.
Resulta que el estado de sitio, para llamar a las cosas por su nombre, no entra en la vacua cortesía de las molestias recibidas que merecen disculpas. El Estado de Sitio no pide disculpas. Carpetazo, tentetieso y listo.
Hemos llegado a un límite.
Apenas se nota, pero esto es un límite.
Quien no quiera verlo, que no lo vea.
Tengo más de 50 añetes. Nunca, ni con Franco, ni con la transición, ni con las amenazas de ETA, he visto cerrada al tránsito libre de personas la Puerta del Sol.
Nunca.
Yo lo creí posible con Maura. Con este gobierno, pese a las sorpresitas monas que nos ha brindado, jamás.
Rubalcaba, ya no estás en Interior, pero ahora eres más responsable que nunca. ¿Dónde estás?

Será que se emplean las épocas estivales o vacacionales en general para salirse de las normas y actuar bajo cuerda. Suárez aprovechó, bendito él, una Semana Santa para legalizar al Partido Comunista. Se puede hacer la vista gorda para lo bueno o lo malo. ¿Son las vacaciones de verano la época idónea para intentar mermar en lo posible al 15-M? ¿Vais a crear precedentes que luego podrían aplicarse con la excusa de que se aplicaron antes, cuando había unos pocos menos mirando, una vez que terminen las rebajas?
Espero estar en lo cierto al pensar que nos minusvaloráis. Y que si nos buscáis, vais a encontrarnos. Y no hablo de violencia, que seguro que es lo primero en lo que pensáis al leer u oír algo similar, sólo porque es vuestro lenguaje, encubierto en uniformes distintos pero iguales que siempre. Al fin y al cabo, ya lo definió Hobbes: una característica del estado supuestamente democrático es que asume el monopolio de la violencia y basa en eso la legalidad del uso que quisiera hacer de la misma.

Yo he estado ahí porque he elegido, como otros y otras, estar ahí. Y he asistido a la vergüenza de esa plaza cerrada. La más emblemática de Madrid, y más últimamente y a causa de nosotros. Una imprescindible en los emblemas españoles, aunque no más fuera por las uvas y Mecano. Cerrada, y no por vacaciones. Por represión. Por decreto.

Iba con mi cómplice, supuestamente más moderada aunque nunca me lo he acabado de creer: Noelia. Se ha empeñado en dar la vuelta por fuera a la plaza para ir de donde había más manifestantes a donde había menos para hablar con un representante de las fuerzas del orden. No sé si mi compañía ha terminado jodiéndole el experimento.
Ella ha empezado mintiendo al policía sobre que vivía al otro lado de la plaza. El policía (de ningún modo el estereotipo atapuerca, sino más bien un señor guapo, madurete, con barba blanca corta), le ha especificado las condiciones de paso: exhibir un DNI que mostrara una dirección correspondiente (se ha alegado que no estaba actualizado), o un (dios) certificado de empadronamiento, o un documento, por ejemplo laboral, que justificara su presencia en ese domicilio. Al declarar que no era posible presentar ningún certificado de los requeridos, y tras su bonita respuesta: “es que si le dejo pasar a usted tendría que dejar pasar a esos”, me he metido en camisa de once varas al preguntar (yo creo que con toda educación, según mi acompañante con educación pero cara de asesino de policías, aunque no estoy de acuerdo, pero así lo reseño por si hubiera lugar) a qué se debía el cierre de una plaza que no se cerraba desde... (¿Napoléon y la carga de los mamelucos?, esto no lo he dicho, que conste). He preguntado por posibilidades: ¿un atentado terrorista? Respuesta: No. ¿Actos vandálicos? No. ¿Algún muerto? No. Y ya, impaciente, y no me extraña, la respuesta suya de que cuando se concentra una manifestación no autorizada es posible que se puedan originar actos imprevisibles. Yo he dicho que desde hace dos meses esta plaza había sido testigo de múltiples manifestaciones sin que pasara nada de eso. Me dijo no saber nada de eso. Cuando le expresé mi extrañeza (vale, sí, puede que algo irónica), porque no tuviera noticia de nada de lo que había pasado aquí me dijo que no sabía, que para eso había que haber estado aquí, y que en todo esto había habido mucha manipulación. Cuando le respondí que yo no necesitaba noticias de terceros porque había estado aquí, ha dicho sin más: “entonces, no voy a seguir hablando con usted”.
Estupendo. Si has estado aquí, el diálogo con las llamadas fuerzas del orden no tiene lugar. La respuesta es que la discusión ha terminado.

No voy a expresar, por consideración a mi muy querida amiga y a la gente que no piensa como yo y a la que aprecio, aquello que considero inherente al desempeño de la violencia monopolizada por el Estado, según Hobbes y todas las teorías posteriores. Desde la policía al Ejército y, en nuestro caso, la Guardia Civil que no es de tráfico.
Tampoco tengo mucha gana de expresarlo por si resulta que a esto le llaman democracia y no lo es, con lo que la opinión sobre las cosas intocables reporta malos resultados, pese al respeto de eso que llaman, y no siempre lo ha sido del todo, libertad de expresión.

Pero quiero concluir con lo importante, con aquello que pensaba referir: la primera experiencia  en tantos años de la Puerta del Sol, sea a pie, en transporte privado, público, incluido metro, o como fuere, CERRADA.

¿No os dice nada?

lunes, 1 de agosto de 2011

de una autobiografía muy apócrifa


¡Qué buenos tiempos aquellos tan lejanos y fríos de León, cuando se me llamaba JL en vez de ZP! O puede que en la distancia todo se vea distinto. Y mejor.
Yo era, bien lo recuerdo en un recuerdo brumoso, un muchacho de izquierdas. Luego, un joven de izquierdas. Casi un rebelde, digo yo. Qué lejano también ese significado. Los dos: “rebelde”, “izquierdas”… Qué distinta es la vida de la vida real, pese a que las dos sean la vida de uno mismo. Qué distintos el pensar y el hacer.

Dicen que ahora hay rebeldes en las calles. Alfredo me lo ha dicho, Pepiño también, pero para mí que no es lo mismo. No sé bien de qué van. Dentro de poco, de cualquier manera, dejará de importarme más allá que a cualquier otro lector de periódicos interesado por la actualidad, ¡qué gusto!

Cuando yo estaba cerca de ser ZP pero no lo era todavía, pocos apostaban porque esas iniciales tuvieran la más mínima relevancia. Salí a las primarias como caballo perdedor. El Mito Vivo, el Gran Lomo Plateado –el Felipe González de todos, hasta de los que le odiaron, como Franco fue de todos, lo quisieran o no-, siempre miraba cuando hablaba de mí (a mí no me miraba) con el gesto del que está a punto de decir: “Este chaval nunca hubiera tenido cojones para meternos en la OTAN, no me vale”. Y ahora ya ves, Felipe de mi vida, como en la zarzuela, que hasta yo soy capaz de hacer lo que no debe hacerse. ¿Aprendí o no bien la lección de la Razón de Estado? Ese bonito término del XVIII que hace que puedas llegar hasta donde nunca hubieras consentido llegar a tu conciencia en el pasado. ¿Lo sé o no? ¿Qué me dices, desde el púlpito de tu jubilación?

He moldeado sin prisas pero sin pausas esa careta que enmascara que a todo lo que cedes es por el bien común, sin ser verdad. Pero es más fácil no decir que no si no quieres que te tiren de la barca con una gabarra venida de sabe dios dónde pero preparada desde tiempos inmemoriales para ti. Dentro de un año lo mismo puedo reconocer todo esto con más serenidad, o seguramente habré aprendido la técnica de mentirme a conciencia. No sé. Ahora mismo no puedo consentirme perder un segundo en ello.

Dicen algunos que llegué al poder por chiripa, por el favor indirecto de unos terroristas. En eso no negocio: si alguien sigue pensando que, aun de rebote, estaba satisfecho, me confunde con otro presidente con bigote que fomentaba guerras, mentía descaradamente, y al que no obstante me vi obligado a defender ante cierto venezolano; aunque el Rey, un poco subido de tono y quién sabe si de brindis, se llevara la gloria al final.

En la inacabable comparecencia tras el 15-M, rendido por el agotamiento de tantas horas, habiendo sido ya elegido presidente, tuve mi momento particular de gloria al declarar que de haber podido hubiera estado vociferando ante la sede del PP durante la jornada de reflexión. No gustó, en general, en mi partido. Gracias, Mª Teresa.
María Teresa, no sabes cuánto me dolió cuando me anunciaste que, enfermedades aparte, ya no podías seguirme en mi periplo hacia la derecha, que tanta sonrisa vaticana había convertido las hermosas arrugas que cercaban tu boca en marcas de desolación. Que ya no más.

No me voy a extender. Podría, como es lógico, pero no me voy a extender.
Todos sabéis que hubo un tiempo de luz en que aproveché para ser ese rebelde de antes y les di beneficios a aquellos que los esperaban desde hace tiempo. Que impartí dignidad y que la convertí en decretos y en justicia.

Luego, como en Juego de tronos, llegó el invierno.

Segunda legislatura. ¿Cómo iba a enterarme de que la crisis era crisis si yo vivía ya tan lejano del mundo como Felipe cuando se atrevió a declarar en Informe semanal que, cuando iba en su helicóptero, no podía evitar mirar a la gente como si fueran puntos (me recordó a Fermín de Pas: por lo visto el campanario tiene el poder de mandar y transformarnos a todos).
Debe ser que no entendí demasiado, que no quise enterarme, que me ocultaron realidades evidentes. Y en esas, vino la realidad y me metió una hostia. La realidad, por detrás, tenía cara de celadora de prisiones alemana. Ya sabéis de quién hablo.

¿Qué decir del resto? ¿Que todo aguante tiene un límite? ¿Que a fin de cuentas acaba doliendo más que nada que se metan con tus hijas? A saber lo que me diría en la cara el propio Obama, porque como no me entero...

Ahora, sin creérmelo del todo, he encontrado el modo de respirar. ¿Soy shakespeariano, sin haber matado a nadie? ¿O mis firmas han matado o perjudicado gravemente a muchos y sencillamente no me entero? ¡Mis firmas! De que no soy Franco estoy seguro, pese a esa broma de poner las elecciones en la fecha de su muerte y la de José Antonio, dando la impresión de que lo mismo nuestra historia, como entonces, empieza a ponerse otra vez en  marcha a partir de un punto fatídico y esperanzado a la vez. Un tiempo nuevo en el que miraré. ¡Voyeur, al fin!

Arréglatelas como puedas Alfredo (como quieres que te llaman), o Rubalcaba (como es inevitable que te llamarán), o incluso Pérez, allá tú. ¿O APR? Yo tampoco me esperaba mis siglas, y ya ves, aunque para regir la oposición no creo que haya que elegir mucho. ¡Pobre Pérez!
¿Por qué será que miro el calendario, leo “agosto” y me empiezo a reír?