martes, 27 de marzo de 2018

a qué huele el 155 a estas alturas

¿Poner orden equivale a reprimir?
Más allá de la idoneidad de la aplicación del artículo 155, una vez aplicado debería remitirse a  restaurar las competencias de un estado autonómico, no a demonizar y condenar para siempre aspiraciones que, aunque yo no comparta ni las compartan otros, no por eso son menos legítimas.
Va a resultar que el verdadero demonio es la demonización. Los arcángeles cutres que ostentan corbatas horteras en lugar de espadas de fuego encienden la mecha de sus camping-gas azules (como el hermano dragón muerto de los juegos de tronos que va y derriba el muro una vez que está muerto, no se olvide) y arremeten contra los nuevos reinos.
Acabarán convirtiendo en héroes, si no en mártires, a los líderes torpes de un movimiento fácil de discutir si no se los prohibiera.
¿Es esa la intención? ¿Es que intentan las fuerzas reaccionarias crear adversarios para poder ganarlos, y una vez que den la imagen de ganadores poder asaltar el pódium de redentores, salvadores, feroces cazadores de brujas? -(brujas malas reducidas a esconderse detrás de la escoba, y a temer y no hablar, como suele pasar con las brujas vencidas, o disueltas con un cubo de agua de fregar teñido en rojigualda)-.
Ganar por baza, sin tener que apostar, equivale a evitar el pensamiento sobre lo que es o no idóneo. Los jugadores torpes siempre intentan zafarse de las comprobaciones sobre una baza u otra. Parecido a las cartas marcadas.
El político se ampara en el juez, Pilatos se esconden detrás del Sanedrín y se lava las manos. Hasta de la Semana Santa, que tenemos encima en estos días, se puede aprender algo provechoso.
Lo que da miedo es que pienso a veces que ni siquiera saben a dónde pretenden llegar. Al PP, no sé si como un reflejo de actitudes fascistas, lo mismo piensa que le favorecen –quizás no sin razón, y eso es lo triste-, estrategias de tierra quemada. A Ciudadanos, que muestra su carácter más sincero y más crudo en cuestiones autonómicas, que no en vano nació para arrasar cualquier identidad nacional, le interesa algo demasiado parecido a la venganza, revancha, victoria incondicional o similares. El PSOE se esconde como los Monty Phyton detrás de una ramita, pero todos los vemos, y eso, piensen lo que piensen sus dirigentes y sus cada vez más despistados cuadros -que deberían a estas alturas estar realmente a cuadros-, les va a dejar como a los susodichos con el culo al aire: no se puede nadar, guardar la ropa, ser los guardacostas y meterse entre dos aguas a la vez. De tanto jugar a ser el camaleón van a terminar por no tener color. Eso por no hablar de los nacionalistas en diverso grado y condición, que han olvidado que hay dos cosas que se llaman, respectivamente, tiempo y oportunidad.
Repito la pregunta, que es lo que de verdad me inquieta: ¿Poner orden equivale a reprimir?
Porque lo mismo la represión al nacionalismo catalán es solamente una advertencia para todos aquellos que intentan criticar de un modo u otro el llamado orden.
Vivimos en un estado policial donde la represión a la expresión está tomando unas proporciones más que preocupantes.
¿Se está intentando imponer un modelo cercano a acotar qué puede o no puede ser, o qué puede ser o no, siquiera, dicho?
Seguiremos hablando de esto…, aunque hablar resulta cada día más y más complicado.

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