lunes, 8 de mayo de 2017

nunca más vichy

Durante la ocupación francesa por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, el estado colaboracionista, presidido por Petain, se afincó en Vichy y por eso se le conoce con ese nombre. Su nombre oficial fue el de Estado Francés (État Français), pero eso no viene al caso. Sí viene que la Francia Libre en el exilio fue comandada por el general De Gaulle desde Londres y organizó en parte la Resistencia. Charles De Gaulle no es una figura que me vuelva loco de entusiasmo, y su trayectoria casa escasamente con mis ideas, pero quiero pensar que si hubiera vivido en esa época y hubiera de tomar partido, en absoluto dudaría de contra quién estaba, y por tanto a quien tendría que apoyar. No se trata de que la película Casablanca me haya marcado la infancia, prefiero pensar que me quedan dos dedos de frente para saber a ciencia cierta que los nazis no son una opción.
No lo eran. No lo son. Me da igual el prefijo neo (que nada tiene que ver con Matrix) que suaviza la idea de los nazis actuales. O los fascistas, o como les queráis llamar. Les llaméis como les llaméis son quienes son y desean lo que desean y del modo en que lo desean llevar a cabo. Nunca más Vichy.
Marine Le Pen ha obtenido un 35% de los votos, unos diez millones por lo que se dice. Se sabía que ni ella ni su partido ni su tendencia son una anécdota. Se quiera o no (yo no lo quiero) son una fuerza impresionante. Y no están solos ni en Europa ni en el mundo.
No son un partido de derechas, con todo lo negativo que eso pueda tener. Son algo muy distinto y mucho más peligroso.
Por eso mismo no entiendo ni acepto el mensaje de cierta izquierda que iguala el mal de un representante de los banqueros como Macron con una formación nazi (¿os gusta más neonazi?). Si hay que vomitar al emitir un voto que nos repugna, hay que tragarse la náusea, de momento, para poder frenar al enemigo más amenazante.
Elementos de la izquierda tan poco sospechosos como Varoufakis y varios otros tampoco han podido entender ese cruzarse de brazos, cuando no el apoyo al enemigo, como han expresado en algún artículo. Otros han recordado que el mismo Mélenchon, hace cinco años, encabezó una campaña no sólo para pedir que no se votase al padre de la actual candidata, Jean Marie Le Pen, sino para pedir el voto para el otro candidato con tal de que una formación ultraderechista no llegase al poder. No entiendo el cambio de actitud a día de hoy. ¿Se puede ser tan inocente como para pensar que han dejado de ser una amenaza?
Hay valores que no pueden perderse. La ideología ha de seguir siendo un motor. ¿O hemos de secundar al señor Montoro cuando tuvo la desfachatez el otro día con motivo del debate sobre los presupuestos generales de burlarse de la ideología contraponiéndola a la capacidad de tener ideas?
En nuestro país, desdichadamente, la derecha en el poder tiene su origen en un régimen fascista, pero o estoy muy equivocado o no pretenden imponerlo de nuevo, y si lo intentaran la forma de frenarles sería otra.
En menos de un mes, en Francia, hay elecciones legislativas. ¿Se va a volver a despreciar el poder de la ultraderecha? ¿Se va a repetir lo que considero una equivocación por parte de los que se pronuncian desde nuestro propio país?
No confundamos: A la derecha hay que echarla del poder; a los nazis hay que expulsarlos de la política.