jueves, 9 de junio de 2011

revolución en la pausa publicitaria


¿Propuestas concretas? ¿Futuro programado? ¡Vale ya, señores y señoras (o al revés)! 
Oigo cosas en coloquios de la tele que me recuerdan las sensaciones que debía sentir Carol Anne, la niña de Poltergeist, cuando oía cosicas extrañas a través de su teléfonito de juguete a punto de ser absorbida por el aparato analógico. Y vosotros, personas consideradas, me diréis. “¿Y por qué oyes coloquios televisivos, gilipollas?” Y yo os respondo: “¿Y yo qué sé?”. Pero voy y los oigo. Debilidad. Otros ven programas del corazón y yo no entro en ello, cada uno su vicio… ¡Y es el recopón!

Ahora va y resulta que los llamados tertulianos, periodistas políticos por mucho que disimulen, intensifican progresivamente (es un decir) su tendencia de exigir a acampados, quincemayistas y manifestantes soleros que concreten sus reinvindicaciones, o mejor que se integren en un partido existente, o si no que formen uno nuevo. Vamos, que no se enteran. Y siguen diciendo que en caso de que no, que hagan una lista tonta (contrasentido propio solamente de las rosquillas de sanisidro –listas y tontas- y los paseos de Esperancita -¡ay, jamona!- por la pradera del santo para comprobar que nadie acampe), una lista tonta de peticiones del oyente y se terminen de aclarar sobre qué aspectos se revolucionan, con qué calendario transgreden, en qué puntos y con qué representantes. Mierda, dijo el cuervo. ¿O era “nevermore”?

No hay que caer en esta falaz presión: “si se hace una revolución, hay que hacerla ya, en la pausa para la publicidad, porque si no luego la gente se aburre, seguimos viendo la película y se ha pasado el rato previsto para cambiar las cosas”, porque “vivimos en tiempos en que no se puede perder el tiempo”, “o se llega a algo concreto ya de ya o no se llega nunca”.
A ver si es que están empezando a ponerse nerviosos con lo que no comprenden. Porque es que no comprenden. Por ejemplo, a Esperanza (tengo yo la noche impresionable con mi pensamiento puesto en ti, Espe), le pones un adjetivo después de la palabra democracia y no le concuerda. Eso de concordar sustantivos y adjetivos, después de pasar por el ministerio de cultura, se convierte en una pesadilla de esas que te dan la noche y te obligan a pensar que has cenado demasiado o no debías haber abierto la botella de vino.

La realidad no es esto, si acaso será vuestra “realidad” que no es para nosotros tan real. Y nada Real, majestad, de paso.

Trampa dos, muy característica de este sistema: “No protestes si no tienes una propuesta a cambio”. Y digo yo que NO es una palabra posible, contundente, y que los ciudadanos tenemos derecho a decirla. No nos obliguéis a ser políticos profesionales, no porque no valgamos, que lo mismo hasta sí valemos más que muchos de vosotros, sino porque no lo somos ni queremos serlo. Os pagamos para trabajar, así que queremos que estéis a nuestro servicio, no como esclavos, claro, sino como eficientes trabajadores. Como funcionarios, para ser más concretos. Dejad de creer, políticos míos, de una puta vez, que sois la aristocracia, porque sois unos piojos resucitados, meros funcionarios a nuestro cargo que cobráis sólo porque nosotros trabajamos para pagar vuestros servicios.
¿Veis como cuando cogemos el libro de reclamaciones podemos ser tan verduleros como una señora que reclama al verdulero que la patata no se la puede cobrar porque está pocha? A lo mejor es porque vivimos en el mundo, y vosotros vivís detrás de la mesa coloquial o del escaño querido y siempre, siempre, siempre… (trauma shakespeariano, ¡qué tragedia!) provisional. ¡Alarmante palabra para vuestros malos sueños!

Buenas noches a los justos, que ya no heredaréis ni heredaremos la tierra, pero a ver si nos dejan dormir en paz y sin tener que hacer tantas cuentas.

1 comentario:

  1. Ole Fernando. Roberto Bolaño "ansky vivió toda su vida en una inmadurez rabiosa porque la revolución, la verdadera y única, también es inmadura"
    porque como dijo un colega el otro día, todo lo que nace, está inmaduro.

    Pero aún tenemos los dulces sueños.

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