martes, 14 de junio de 2011

nunca más el cuarto estado


Cuando estos días he estado mirando a ver si me aclaraba con el horario de las marchas del 19-J (de  primeras me aterré cuando vi: tiempo aproximado: 14’30 horas y pensé que íbamos a ir arrastrándonos hasta el lugar de encuentro durante más de medio día, o bien dejando gente por los bares a lo largo de la jornada, cosa que no se podría criticar teniendo en cuenta el prolongado esfuerzo), cuando lo consulté, digo, veía de vez en cuando, y me alegraba ver en las páginas web, la misma imagen que tengo en mi pasillo y que tuve en paredes anteriores: Los inquebrantables personajes de Volpedo, pertenecientes al Cuarto Estado, en ocres y tierras, avanzaban hacia mí como queriendo que no me quedara atrás en la marea. Los conozco hace tiempo y siempre me parecen nuevos. Cuando por primera vez los vi en los títulos de crédito de Novecento, supe que tendría que volver a ver la película, porque esa visión angélica duraría más que el metraje de la primera parte. Y así fue, pese a que no digo nada en contra de la película, conste. Pero,  eso sí, gracias al film o como lo quieras llamar, siempre que veo el cuadro, aunque sea en mi pared, oigo esa música tan real como esperanzada de… ¿quién va a ser sino Morricone? Y pienso, no que el mundo tenga sentido, no voy a ir tan lejos, sino que a veces mola.

Y entonces (y aquí empezamos el monólogo interior, pas a deux, que tanto le preocupa y a la vez resulta curioso a mi amigo Jorge), ¿por qué pongo este negativo título al artículo? (¿se llama artículo, por cierto, o entrada –que siempre me suena sólo a pérdida de pelo y frente amplia-, o unidad, que me recuerda a las Fuerzas Armadas…, o actualización –que me suena más a ramita moribunda con hojita verde naciendo, qué mona ella… y por tanto más cercana a mí, ¡ay, por dios!-, o a… basta. Íbamos a por qué el nombre, ¡y deja ya la esquizofrenia, que se van a creer que es de verdad! (Largo silencio inculpatorio)

Tras la digresión que me podríais perdonar, eso espero, vuelvo al cuadro, al significado, al título y a nosotros y nuestro mundo, sea eso lo que sea. No somos el Cuarto Estado. No lo somos por algo muy, pero que muy, sencillo, aunque quieran darle demasiadas vueltas los analistas: porque el Cuarto Estado murió en nuestra defensa, unas veces de hambre, otras a tiros, otras en las cárceles, algunas en las guerras, otras de desesperación, no pocas sumidos en un estado tan cercano al abatimiento que pudiera llamarse locura… Gracias al Cuarto Estado, no somos el Cuarto Estado. No quiero que vuelva a existir un Cuarto Estado. Corremos el peligro de que en un futuro que no sé quién lo verá pero no es tan lejano, vuelva a la vida. Dicho así parece alegre, pero esa vida no es fuente de alegría… ni siquiera de Vida. ¡Nunca más un Cuarto Estado!
Si los aventajados herederos de esa gente entre sepia y ocre que avanza hacia el futuro con música de Morricone no sabemos heredarles, heredar su valentía, su constancia, su ilusión, volveremos a ser el tema de un cuadro parecido.
Y la belleza no siempre justifica la existencia de vidas destrozadas.

2 comentarios:

  1. Oh, pordió, aquí la Arantzazu aka Carmela,(la fantasmilla sevillana), ¿tú también tienes esto en tu pared? Yo me crié con este cuadro presidiendo el salón de casa de mis padres, el Quarto Stato...(de hecho yo decía que era la niña que está a la derecha, de la mano de un señor, en la manifestación). Es muy emocionante esta imagen.
    ¿Tú crees que volveremos a la lucha de clases encarnizada? Todo es posible...

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  2. Hola, fantasmilla.
    Ya me has jodío, porque ahora no podré volver a ver el cuadro sin pensar que la niña de la derecha tiene algo tuyo, porque no deja de ser verdad.

    Lo de encarnizarse, no estoy tan seguro. Tus padres, por cierto, merecen un voto de confianza.
    Besos.

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