Cuando, después de trabajar, pese a que agosto sea agosto o precisamente por ello, estaba tomando un vino con los compañeros, empecé a oír rumores de la noticia; así que, en lugar de encaminarme a casa, sentí el deber de desviarme. Aunque no tuviese ganas. No le dejan a uno tranquilo ni currando en vacaciones.
¿Qué estaba pasando? ¿Qué puede pasar para que, a la vez que los rumores por el móvil, el metro de Madrid, ese que vuela sólo cuando le miran en las elecciones, anuncie que la estación de Sol está cerrada sin darnos motivos, sin ni siquiera recurrir al patético y cabreante “disculpen las molestias”? Si el motivo se oculta, malo malo.
Resulta que el estado de sitio, para llamar a las cosas por su nombre, no entra en la vacua cortesía de las molestias recibidas que merecen disculpas. El Estado de Sitio no pide disculpas. Carpetazo, tentetieso y listo.
Hemos llegado a un límite.
Apenas se nota, pero esto es un límite.
Quien no quiera verlo, que no lo vea.
Tengo más de 50 añetes. Nunca, ni con Franco, ni con la transición, ni con las amenazas de ETA, he visto cerrada al tránsito libre de personas la Puerta del Sol.
Nunca.
Yo lo creí posible con Maura. Con este gobierno, pese a las sorpresitas monas que nos ha brindado, jamás.
Rubalcaba, ya no estás en Interior, pero ahora eres más responsable que nunca. ¿Dónde estás?
Será que se emplean las épocas estivales o vacacionales en general para salirse de las normas y actuar bajo cuerda. Suárez aprovechó, bendito él, una Semana Santa para legalizar al Partido Comunista. Se puede hacer la vista gorda para lo bueno o lo malo. ¿Son las vacaciones de verano la época idónea para intentar mermar en lo posible al 15-M? ¿Vais a crear precedentes que luego podrían aplicarse con la excusa de que se aplicaron antes, cuando había unos pocos menos mirando, una vez que terminen las rebajas?
Espero estar en lo cierto al pensar que nos minusvaloráis. Y que si nos buscáis, vais a encontrarnos. Y no hablo de violencia, que seguro que es lo primero en lo que pensáis al leer u oír algo similar, sólo porque es vuestro lenguaje, encubierto en uniformes distintos pero iguales que siempre. Al fin y al cabo, ya lo definió Hobbes: una característica del estado supuestamente democrático es que asume el monopolio de la violencia y basa en eso la legalidad del uso que quisiera hacer de la misma.
Yo he estado ahí porque he elegido, como otros y otras, estar ahí. Y he asistido a la vergüenza de esa plaza cerrada. La más emblemática de Madrid, y más últimamente y a causa de nosotros. Una imprescindible en los emblemas españoles, aunque no más fuera por las uvas y Mecano. Cerrada, y no por vacaciones. Por represión. Por decreto.
Iba con mi cómplice, supuestamente más moderada aunque nunca me lo he acabado de creer: Noelia. Se ha empeñado en dar la vuelta por fuera a la plaza para ir de donde había más manifestantes a donde había menos para hablar con un representante de las fuerzas del orden. No sé si mi compañía ha terminado jodiéndole el experimento.
Ella ha empezado mintiendo al policía sobre que vivía al otro lado de la plaza. El policía (de ningún modo el estereotipo atapuerca, sino más bien un señor guapo, madurete, con barba blanca corta), le ha especificado las condiciones de paso: exhibir un DNI que mostrara una dirección correspondiente (se ha alegado que no estaba actualizado), o un (dios) certificado de empadronamiento, o un documento, por ejemplo laboral, que justificara su presencia en ese domicilio. Al declarar que no era posible presentar ningún certificado de los requeridos, y tras su bonita respuesta: “es que si le dejo pasar a usted tendría que dejar pasar a esos”, me he metido en camisa de once varas al preguntar (yo creo que con toda educación, según mi acompañante con educación pero cara de asesino de policías, aunque no estoy de acuerdo, pero así lo reseño por si hubiera lugar) a qué se debía el cierre de una plaza que no se cerraba desde... (¿Napoléon y la carga de los mamelucos?, esto no lo he dicho, que conste). He preguntado por posibilidades: ¿un atentado terrorista? Respuesta: No. ¿Actos vandálicos? No. ¿Algún muerto? No. Y ya, impaciente, y no me extraña, la respuesta suya de que cuando se concentra una manifestación no autorizada es posible que se puedan originar actos imprevisibles. Yo he dicho que desde hace dos meses esta plaza había sido testigo de múltiples manifestaciones sin que pasara nada de eso. Me dijo no saber nada de eso. Cuando le expresé mi extrañeza (vale, sí, puede que algo irónica), porque no tuviera noticia de nada de lo que había pasado aquí me dijo que no sabía, que para eso había que haber estado aquí, y que en todo esto había habido mucha manipulación. Cuando le respondí que yo no necesitaba noticias de terceros porque había estado aquí, ha dicho sin más: “entonces, no voy a seguir hablando con usted”.
Estupendo. Si has estado aquí, el diálogo con las llamadas fuerzas del orden no tiene lugar. La respuesta es que la discusión ha terminado.
No voy a expresar, por consideración a mi muy querida amiga y a la gente que no piensa como yo y a la que aprecio, aquello que considero inherente al desempeño de la violencia monopolizada por el Estado, según Hobbes y todas las teorías posteriores. Desde la policía al Ejército y, en nuestro caso, la Guardia Civil que no es de tráfico.
Tampoco tengo mucha gana de expresarlo por si resulta que a esto le llaman democracia y no lo es, con lo que la opinión sobre las cosas intocables reporta malos resultados, pese al respeto de eso que llaman, y no siempre lo ha sido del todo, libertad de expresión.
Pero quiero concluir con lo importante, con aquello que pensaba referir: la primera experiencia en tantos años de la Puerta del Sol, sea a pie, en transporte privado, público, incluido metro, o como fuere, CERRADA.
¿No os dice nada?
Lo que nos dice debemos decírnoslo todos, en voz alta y clarita, para ser conscientes y creérnoslo porque, aunque todavía no llego a los 50 añetes, yo he crecido y vivido pensando que estas cosas solo pasaban o muy lejos de aquí o en las películas de Costa-Gavras (o en ambos sitios). Vamos, que yo soy de los que se han creído la democracia. Y una pregunta por si te inspira: ¿para cuándo los grandes medios y empresas van a hacer pública su aportación económica -desgravación incluida- a la visita de SS? Porque hoy en la SER, así de pronto, el 15-M era algo así como el hijo bastardo de Satanás para todos los tertulianos, independientemente del partido que apoyaran. Tan sospechoso como evidente... Un abrazo, Fernando.
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