viernes, 2 de septiembre de 2011

qué útiles las crisis


Dicen que cuando te persiguen de verdad, no es paranoia.
¿Por qué a cada “remedio” de la crisis las cosas van peor? ¿Por qué sube el paro en agosto si, por ejemplo, el turismo ha crecido? ¿Por qué baja el consumo y la vida es más precaria?
Es como si un paterfamilias, figura que no es nada obsoleta si se refiere al Estado, impusiera cada día comer menos, gastar menos, ahorrar más, y la familia tuviera cada vez menos dinero. A lo mejor, al cabo de los años, la familia se entera de que papá invirtió en bonos o le daba por tirar dinero en Bankia. O que le daba compulsivamente a la bollería industrial. O a las salchichas alemanas. Cualquier capricho vale.

Dicen que cuando te persiguen de verdad, no es paranoia.
¿No es extraño que todo tienda a implantar un estado de malestar (llamado por los políticos en el poder estado de resignación, sin darse cuenta que se están esforzando porque el malestar, que tanto desprecian, les estalle en la jeta) y acabar con esa política que, pese al acatamiento servil al capitalismo sin fisuras, reservaba un mínimo de dignidad para los ciudadanos, llamado pomposamente, porque no era para tanto, estado de bienestar?

Tal vez no sea paranoia pensar que, una de dos, o esta crisis estaba diseñada de antemano o que, si vino de sorpresa, fue aprovechada por los aprove-chados para acabar de una vez con esas tonterías que suelen creen los ciudadanos acerca de cuáles son sus derechos.

Aprovechar, se aprovecha todo. Esto es como el cerdo. Los otros cerdos, esos que no son esos animales tan amables al parecer, lo saben bien. Cuando, para alegría de la dignidad humana, cayó el muro, el famoso muro, los aprovechados clavaron bien su letrero en nuestras frentes y nuestras cartillas: “Había sólo dos sistemas: uno ha muerto. El otro debe crecer para ocupar todo el espacio, y no dudéis de que lo hará tirando por tierra todas las trabas que le impidan el paso, que aniquilará con cualquier fármaco a su alcance cualquier elemento que entorpezca su crecimiento hasta hacerse único, irremplazable, incontestable, total”. El subrayado es mío, el texto también, por poco lucido que sea no creo que se corresponda con el de esas mentes singularmente económicas. No porque sean tontos, muy al contrario. No soy tan plano. Sólo que no creo que le dediquen tan amplio pensamiento. Su eficacia es increíble, su pensamiento, o la expresión del mismo, es posible que se redujera a: “Pues mira tú qué bien. Nos lo han dao hecho”.

Están dispuestos a acabar con lo que nos queda. Eso que creen que no les corresponde a ellos.

Oí hace un año, o más, o un poco menos, ya no sé, decir al ministro Alonso, y no era el único, que era imprescindible ver esa película clarificadora titulada Inside Job que explica ciertos motivos, causas y aspectos de la crisis. Le debieron dar un Óscar para que les gustara a los ministros, no sé. ¿Le sigue gustando igual, querido? ¿Está a gusto votando lo que vota? ¿Y otros tantos? ¿Habéis oído hablar de la dignidad? No digo ya de los ciudadanos, ya no soy tan optimista, pero, ¿tampoco pensáis en vosotros? ¿O es que en realidad es eso lo que queríais?
Habrá quien ahora piense cuál era la utilidad del voto útil.
Iba a decir que con su pan se lo coman. Los votados, no los votantes, conste.
Lo malo es que se lo van a comer con el nuestro.
Y con el de otros que ni siquiera lo tienen.
Enhorabuena, muchachos, brindad por ello. Tenéis lo que queríais.
¿Qué es lo siguiente?

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