sábado, 29 de octubre de 2011

reunión de pastores


Cada vez que anuncian que van a volver a cargar con su zurrón de prada, louis vuitton o lottusse y a viajar siguiendo la financiera estrella hasta el vivac pactado y dotado con las últimas comodidades neo-spa a calentarse en el fuego de la salvación financiera (trabajan mucho, ya lo sé, no lo dudo, ¡pero hay tantos que lo hacen... hacemos... y tantos que quisieran hacerlo -un cinco con seis ceros detrás sólo en España-!), cada una de esas veces, digo, en que llevan por delante la mano de estrechar otra y la sonrisa diseñada para no mirar a los ojos mientras suben escaleras sin mirar atrás... (están empezando a darme pena... ¡no, no, comprender no es disculpar, no te dejes!), cada una de esas veces, y a ver si abandono de una vez la digresión, nosotros las ovejas pensamos inmediatamente en ese plato delicioso llamado caldereta y nos sentimos servidos en un plato de arcilla (de diseño, muy muy de diseño, muy muy de arcilla, muymuy) mientras ellos nos mastican sin mirarnos y discuten y discuten y discuten sin saber muy bien por qué, ya que siempre están de acuerdo.

Dice ese desastre de señor (¿dejamos los eufemismos?) que se llama Almunia que esto ha sido un gran éxito para todos (para todos nosotros, ha dicho concretamente, aunque lo mismo usaba el plural mayestático como el Papa). Espero que no sea así, que no le parezca al empresario de turno un éxito y repitamos temporada, y encima sacando los vales para ganar menos todavía (los actores con veteranía me entendéis).

Ellos viajan mucho. Últimamente viajan mucho. Una road-movie de esas en las que no se llega a ningún sitio. Se reúnen mucho. El precio de sus canapés es excesivo, pero eliminarlos no salvaría la situación, no me quejo de eso, me quejo de que no sé para qué se reúnen si podrían quedarse en casa tan tranquilos a esperar un email francogermano con la lista de instrucciones y santas pascuas. (Pascuas y pastores siempre se han entendido).

¿Hay que repetir eso de que se protege y regula la macroeconomía y la banca mientras los ciudadanos, ese 99 (lo mismo 97 o 96, seamos demócratas) de cada 100 permanecen en un olvido estadístico? ¡Aggghhh, qué hartazgo! Y más cuando luego te dicen (me lo han dicho hasta a mí que no soy nadie) que eso es demagogia.

Las entidades bancarias ganan cientos de millones, miles, decenas o cientos de miles de millones, ya ni me acuerdo, de euros al año y se quejan porque el año anterior ganaron más y querrían ganar más. Dicen amablemente que esperan no recurrir al capital público para cubrir el depósito impuesto por la derecha europea, casi tan derecha como ellos mismos (como lo necesiten, o como se lo den, va a ser como para pasar a mayores, que ya nos están tocando algo más que la conciencia). Dicen que sufren a los morosos, pero no hablan de la usura. Y con ese depósito los créditos morirán, dado que ellos no gastan, y con ello morirá el consumo, y luego se llamarán patriotas y sacarán el himno nacional sin letra y la bandera de todos, los muy hijos... (¡vale, vale, que esto de la pasión no tiene por qué ser literal!).

Me calmo, respiro, cuento hasta... lo indecible, ni cien ni ochocientos. Más.

Mientras, se muere Bandrés, un señor, genial parlamentario, al que hundieron entre todos y ahora alaban. Vamos, lo habitual. Y veo que son los 55 años de TVE y no me importa que esa señora con antenas que es la tele empiece a sufrir las varices que ya tenía, sino que me viene a la mente que han pasado sin darme cuenta cinco años desde el anuncio ese de la vela en la tarta del cincuenta aniversario y amaral que a mí, alma cántaro, me conmovía, y me hacía recordar unos monos dibujados en la pantalla de tiempos extraños, idos.

Pastores, estéis en belén o en strasburgo, dejadnos la vela, una parte de la tarta, un presente aceptable...
Y si no, mientras tanto, id pensando en que a lo mejor ya nada será tan fácil como os gusta que sea.
Y que a lo mejor el mundo pasará a ser difícil no sólo para nosotros.

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