jueves, 28 de julio de 2011

cerrado por vacaciones


Los políticos, o el pleno, o eso que llaman el pleno, o eso que dicen que se llama el pleno porque nadie sabe de qué estará pleno el pleno, se va de vacaciones.
Los hospitales, no. Afortunadamente. Las oficinas del INEM espero que tampoco. Se va de vacaciones la gente, faltaría más, como si no aguantara bastante durante todo el año, pero los servicios no se van… las instituciones, sí.
La Corona se irá dentro de nada a Marivent, los barquitos surcarán los mares plácidos.
Los leones de Las Cortes se echarán esa siesta que tienen pendiente, ya que siempre parecen a punto de bostezar.
Bono se quitará la corbata en la intimidad. Y puede que lea su autobiografía.
La oposición se afilará las uñas mientras toma el sol y Rajoy seguirá preguntando con cara de tontito despistado: “¿Es que no mando todavía?” mientras los amiguetes le dan golpecitos en la espalda con cara de angelotes comprensivos.
Zapatero seguirá tachando en un calendario con cruces aspadas los días que le quedan para las vacaciones definitivas, y por cierto nada mal pagadas.
Todos, todos soñarán, y olvidarán este último día de sesiones porque en nada se ha diferenciado de los anteriores.
El señor MacLuhan lo decía, que el medio es el mensaje. El medio y el mensaje de los políticos también se identifica, también se empeña en coincidir, también se empeñan ellos en que coincida. Ya no es ni siquiera una cortina de humo, ha llegado, sencillamente, a ser un vicio. Los políticos sólo hablan de políticos, de si lo hacen bien o mal, de si hablan mejor o peor, y sobre todo de si están mejor o peor valorados. Las encuestas suben y bajan grados, Rubalcaba es un valor en alza y Zapatero baja un par de enteros, arrastrando con él a Rajoy. Como Bankia y Banesto. (Por cierto, si no fuera porque tengo pendiente el segundo plazo de hacienda y un par de cosas más, iban a ir dando por el culo a Bankia y a su señor presidente, que ahora que no está en el gobierno puede mostrar su aspecto de tiburón anti rentasnormalitas, y el que sea pobre que pague, y se ve que las cajas de ahorro se han inventado para que vengan cuatro listos y se las queden con el beneplácito del gobierno…, pero de eso hablaré otro día, que hoy no quiero romper mi querido ordenador).

Y todo parece cambiar pero nada cambia. El otro día unos cuantos, más de lo lógico para un Madrid vacío en mitad de un puente de julio (¡que hace falta inteligencia, compañeros, para fijar la fecha, joder!) recibimos a unos heroicos cansados sólo de los pies pero no de la conciencia ni el cerebro que venían de muy lejos a decir en esta Puerta del Sol que fue el origen, que estaban indignados. Pero no con los que les recibimos, porque hubo abrazos, emociones y alegría.

Pero, ¿por qué me he desviado hacia estas veleidades si estaba hablando de los señores políticos, que incluso a la hora de las elecciones harán que alguna lejana propuesta se parezca lejanamente a lo que quieren decirles aquellos decimos que esto no nos mola ni tres? Qué tontería hablar de anécdotas. Los señores, de pie en sus escaños, han vuelto a ponerse de tres cuartos para que les pillara la cámara en el ángulo estudiado, han sostenido papeles que no leían y han puesto cara de importantes mientras soñaban con el chiringuito y el tinto de verano. Porque estos pobres seres de traje y corbata -como exige el Presidente del Congreso-, a veces también son humanos… Cuando se acuerdan, muy de tarde en tarde, de lo que fueron. Y también cuando se acuerdan de que estamos en verano. 

viernes, 22 de julio de 2011

adiós, sonrisa de hiena


Política aparte (por un breve interludio):
¡Qué alivio pensar que no le veremos durante una temporada más que, más adelante, en el banquillo! Aparte de su destrozo de todo lo que es lícito, de lo que no es hortera ni suena a opusdeista y a casposo, sin caspa por un tratamiento de champú posiblemente regalado pero con un efecto parecido a sufrirla en el rostro, ese rostro diseñado mal que no oculta que la sonrisa nunca es verdadera, ni lleva detrás, de cola, sentimientos nobles, aparte de su burla a todo lo que puede llamarse democracia, decencia también, de paso, avalado o no –que sí, que sé que sí-, por una mayoría absoluta bochornosa (lo siento, valencianos: bochornosa, como sentís sin duda el bochorno los que no le habéis votado, que bastante bochorno es que le hayan dejado presentarse). 
Ahora se va seguramente al casting del Rey León, maravilloso musical para más señas. No es negro, pero ha demostrado que puede aparentar ser cualquier cosa. Se presentará para el papel de hiena principal, sin faltar por mi parte a Whoopy Goldberg, con esa sonrisa y con esa inclinación que al público más tonto (aunque por lo que se ve hay mucho, muchísimo, mayoría absoluta, de público tonto) le delataría nada más aparecer que se trata del papel de villano.
Pero esto es noble, no se crean… ¡y Camps es un hombre honrado! (cita obligada y sarcasmo a Julio César). Por eso dimite: ¡preparen sus pañuelos!
Se declara inocente-inocente, muestra al dorso del traje que no pagó un enorme muñeco blanco de papel clavado con un alfiler digno de la santería.
Siguiendo con la magia, habla de “hacer un sacrificio” en ofrenda al gurú que merece ganar las elecciones generales, y que le ha seguido hasta donde ha podido pero ahora debe estar la mar de contento de librarse de él y de su desagradable jeta. ¡Camps siempre fue un amigo! ¡Así se pudra!
Yo le miraba ayer y, mirando sus piños, le hubiera dado una garrapiñada para consolarse, para que se los partiera, si no, de una vez, para que se dejara de monsergas y se fuera a la cárcel. Pero nunca lucirá, no nos engañemos, las insignias del traje a rayas blancas y negras del Charlot prisionero. Se encontrará una solución, llorarán los niños en las azoteas, la mascletá pedirá una redención y Rita la Alcaldesa, que en poco se diferencia de Rita la Cantaora, le pondrá la peineta de espinas que corresponde a los héroes que prevaricaron por encima de carros y carretas, por encima de la decencia, esperando que no les pasara aquello que le pasó  a Al Capone: ser quitado de la circulación por unos asuntillos con hacienda, que es lo mismo que pensar que el mayor delito de este bellísimo señor de agradable sonrisa ha sido ponerse unos trajes sin mirar la factura. ¡Venga ya!
Ojalá no te veamos en mucho tiempo, y cuando te veamos sea raya sí y raya no por estar sepultado detrás de unas rejas (eso no pasará, ¡pero es tan hermoso soñar!)

miércoles, 20 de julio de 2011

centrados o no

Centro.
Dicen que los políticos quieren estar centrados. A la derecha le da un poco de vergüenza decir que son de derechas, al menos aquí donde aún no tenemos superados a los dictadores (como si eso se pudiera superar) y porque les desprestigia no inclinarse invariablemente hacia lo que les desvía de la Liga Norte, Falange (partido desgraciadamente legal aún y con una variante de numerosas ramas), o Fuerza Nueva aunque haya cambiado de nombre (por lo visto aquí sólo se registra, sin mucha fortuna, si cambia de nombre ETA y con eso basta, lo que es normal pero hace pensar por qué la investigación no se amplia a otros campos y otras fuerzas, y por qué parece tan normal una cosica tan irregular, pague impuestos o no, que seguramente sí, como ese nido de fascismo que recibe el nombre de FAES y encima seguramente desgrava, y con seguridad sabida pide, rige y manda).
Eso a la derecha. La izquierda quiere irse al centro por si alguien se da cuenta de que es de izquierdas, cae mal en Europa y les cierran la puerta al capitalismo caperucítico con lobo inclusive que hace de devorador de una abuelita con complejo de pasado histórico… ¿stalinista? (¿Por qué, si aquí no se ha roto ni un plato?). Una izquierda privatizadora, capitalistica y torpe (creo que me repito, y por eso voy y me callo).


Eso es en el lugar político, en eso de la res pública que no tiene mucho que ver con las vacas a no ser que te pongas de metafórico no muy bienintencionado hasta las cachas.
Luego tenemos eso entrañable y pequeñito, y por tanto controlable, que se llama el mundo, ¡cachis en los mengues!, y nada menos que la res en general que somos todos y cada uno de nosotros. Cosa. Res. Uno mismo. Vaya. Fíjate.

Y en seguida nos viene a la cabeza y a la mente, que no es lo mismo pero comparten una vecindad geográfica, la palabra mágica llamada “descentrado”, y sus variantes “descentre”, “no centrado” e incluso “con derivas cercanas a la pérdida del punto de referencia central”, que por su nombre, como decía don Fernando Fernán-Gómez acerca de estar en stand-by, debe “ser una cosa cojonuda”.

Se ven, se sufren, se viven continuamente descentres. Graves descentres, sobre todo en algunos momentos, en algunas circunstancias, esas que los cercanos se empeñan en decir que son pasajeras, pero a ti sólo te viene a la cabeza el título de “la extraña pasajera”, ves el careto de Bette Davis y te da un “comecome” y un sin estar, y ciertamente un miedo, que ya-ya. Y sigues descentrado, y piensas que al fin, y al cabo y al fin otra vez de nuevo, esos son miedos artificiales generados por la industria. Pero que el tuyo, sin pasajera ni nada, es el tuyo y allá te las compongas.

Y los pariente y amigos insisten en que vivimos en una época, una crisis y un país descentrados, pero a ti eso no te vale de mucho, porque si te parasen la época, la crisis y el país, tal vez siguieras mareado y pensando que te debes parar de lo descentrado que está el mundo y sobre todo tú.
El mundo no es centro, eso ya lo sabemos, pero ahora el Sol no lo es tampoco, ni la galaxia, ni nada, ni la familia, ni el Estado, ni Dios, ni esa vecina tuya que no te saluda. Nada.

Es como la bolita de la ruleta. Gira, gira, y gira mientras le mandan, buscando el centro que nunca habrá de hallar porque siempre caerá antes en una casilla numerada sin llegar a ese punto central. En su recorrido, dentro de nuestro metafórico caso, chocará con otras bolas, caerá en casillas, le pondrán calificativos standard y dirán que es “un  rojo impar que pasa” o un “par negro que se excede”: el caso es calificar. Siempre buscará el centro, las combinaciones más lógicas para sobrevivir y, en casos de generosidad, hasta para beneficiar a quien confió su suerte a él. Pero no llegará al centro, eso no. Girará, y girará, y mirará con asombro profesional, que implica por lo tanto una cierta ingenuidad, al que coloca temblón las fichas en los diversos números y combinaciones, al que arroja los dados en la mesa cercana sin que te llegue más información que unos gritos de difícil definición, eufórica o decepcionada, y te arrojarás en cuanto el croupier te arroje a intentar buscar el centro sin hallarlo, como un Sísifo subiendo una piedra a lo largo de la ladera para que vuelva a caer al llegar a la cima y ese quien sea que sea él, que a veces eres tú o soy yo, descentrado una vez más, baje por enésima vez a recogerla.
Y ahora digo yo: ¿es esto heroico a manta o una simple putada?

sábado, 16 de julio de 2011

privatizados



Leo en un titular que Barajas y el Prat serán privatizados.
¿Cuántos más hemos de ser privatizados? ¿Cuántos, en el goteo del verano, en que la gente parece mirar hacia otro lado con más sol, como está en su derecho, cuántos digo, ahora y en agosto, serán privatizados?
Mientras te tomas la cerveza en el chiringuito, que es lo menos criticable del mundo, que resume el descanso en el trasiego jodido de la vida, ellos te privatizan la cerveza, el chiringuito, el bañador, sea entero o sexymente cortado, la mano que alza la cerveza hacia el labio, el labio, e incluso la satisfacción de la espuma rozando tu boca. Y el vaso o copa. Y, si no lo fuera ya, que creo que sí, la marca de cerveza.
Todo privado.
Mientras miras a otro lado, privatiza como puedas. No aterrices. Estréllate.
Y mientras, el gobierno y el partido hablan de su giro hacia la izquierda.
No nos engañemos: la derecha siempre sabrá quién es. Incluso los menos tontos de nosotros sabemos quién es, cuanto más ellos.
¿Sabe alguien quién es la izquierda? ¿Sabe alguien que la izquierda va de mirar hacia la izquierda hasta romperse el cuello, hasta sellar un compromiso, hasta luchar contra el capitalismo? Dicho así parece panfletario, pero siempre ha sido el compromiso de la izquierda, y si no, digo yo, ¿la izquierda, para qué? ¿Cómo derecha moderada? ¡Qué asco, cuánto, cuánto, cuánto inmenso asco! Y por encima de todo, cuánta mentira. Cuando la gente se quita la careta, siempre gana en dignidad. Así que, compañeros, queridos compañeros, un poquito menos de disimulo y un poquito más de dignidad.
Y ahora, por si acaso alguien no lo había pillado, lo principal: la derecha es el gran enemigo. Todos los enemigos lo son, pero no todos lo son por igual. La gente de izquierda masacramos a la izquierda, sabemos, desde hace décadas, lo que es la crítica, y por ello a veces nos olvidamos del enemigo principal, que ahora mismo va tomando los escalones principales que le aúpan al poder.
Nos comen, amigos. Nos privatizan. Nos sonríen, y eso es peor que una porra en la mano, porque parecen parecer que son de nuestro mismo parecer, y no lo son. Son el discutible encanto de la pista de golf, que gasta tanto agua, y del campari, contra el que nada tengo, que hay que tomarse aunque no te apetezca en el club de campo, sea eso lo que fuere, en el club náutico, que no sé si sirve más que para servir paellas muy caras, en la pista de pádel para gente que no sabe jugar al tenis pero que lo disfruta, como yo, a través de la tele, pero un poquito menos. No por nada, sólo por una estúpida teoría que no pretendo justificar: los que disfrutamos tanto no podríamos ser nunca de derechas.
Y todo esto es lo de menos. Putas anécdotas de teatro independiente. Lo importante es que no les importa exhibir sus titulares. Esto se privatiza. Esto también, sea un aeropuerto o una Caja de Ahorros donde la gente creía hasta hace poco que, con su cartilla, a la vez de ahorrar o fomentar el ahorro de sus nietos, estaba ayudando al mundo. ¡Tonterías! El señorito que sabe de las cuentas de los bancos mundiales ha venido a Bankia a recordamos que siempre, siempre, siempre, hemos sido los tontos que estamos a su servicio. ¡Y a callar!
Hasta hoy, desde hoy, hoy por hoy, nos enseñan con la mirada con que se mira a los ingenuos, en lugar de a los justos, que el mundo es así y así será. ¡El mundo marcha y es sensacional! ¡El mundo invierte! Y quien no, que hubiera estado más astuto a la hora de partir la tajada. Invierte, pierde, gana, da lo mismo: participa.
Cuando termine el verano, ¿qué no habrán privatizado mientras que nos bañabamos, olvidábamos, follábamos,  viajábamos?
¿Que nos harán, incluso si estamos trabajando, gracias a esta preciosa crisis económica que ellos consultarán en sus diarios antes de la siguiente ración, que tomarán con más despreocupación que nosotros aunque les sepa igual, exactamente igual, a no ser que no disfruten al saber que, a nuestra costa, se están permitiendo un lujo más? ¿Una frase muy larga? Más larga, mucho más, sería la decadencia que merecen.
Pero el verano es el verano, la vida es la vida, el descanso es descanso, que bien se lo merecen todos, casi todos, la inmensa mayoría, que ya no pueden más. Mientras hacemos una décima parte de lo que soñamos hacer durante el duro invierno, nos privatizarán. No sé que más, ellos siempre encuentran algo.
¡Feliz verano y descanso! Y no lo digo con ironía, que bastante tenemos encima.







lunes, 11 de julio de 2011

madrid, domingo, noche, julio


Miro, tras unas copas,
mi Madrid en la noche, paseado.
Recoletos: ocupados los bancos
por turistas igual que por mendigos:
ponle un tanto por ciento.
Cuerpos que vuelven
a su casa en el autobús nocturno
sin haber satisfecho sus anhelos,
reticentes por si alguien observara
que, de no estar tan tristes, ni fiarse,
estarían a punto para ti.
Hacen muy bien, por cierto.
También yo, de ser yo, dilataría
hacia un fin de semana más concreto
la aventura de darse:
no es hora del placer aunque sea hora,
y el autobús destile lo que queda.
Piensan: mañana es lunes,
y la ciudad, sin despertar, despierta
a aquellos que los espejos
han de tildar de ilusos:
aquellos que albergaron ilusiones.
Mientras tanto, yo soñaré contigo
sin sospechar quién eres
ni el daño que me harás,
y brindaré a la noche su tributo
de bruja ilusionante
que aún insiste en hacerme
creer que no estoy muerto.
¡Buenos días!