Mientras Israel siga
asesinando impunemente, el proyecto de un mundo razonablemente humano será un
fracaso.
Israel no mata sólo por
crueldad, sino por un sentido aún más descarnado de la crueldad, que es
demostrar a sus enemigos que llegue al grado de barbarie al que llegue nadie
abrirá la boca.
Un hombre boquiabierto
ante su casa precaria convertida en escombros, un padre o una madre desolados
ante el asesinato de su hijo mientras estaba, o no, jugando, una familia
desplazada sin explicaciones, sirven como ejemplo, muestras de carnicería, fotos
amenazantes, de lo que te puede pasar si eres palestino y los israelíes desean
que te suceda.
No hay medias tintas,
señores.
Esto es la puta
barbarie.
Cómplices, los gobiernos
que emiten un comunicado y se marchan a cenar, los poderes económicos que
apoyan en lugar de promover sanciones, las notas de prensa que colocan junto al
muestreo de niños destrozados la denuncia de los prevaricadores de Hamas
(sigan, sigan usando una verdad para justificar la masacre).
Israel es culpable.
No me vengan con que
asimilo a los judíos del mundo con Israel. Israel es la población que vive en
ese territorio ocupado ilegalmente, y que profese las ideas que profese está
asentado en un lugar que no le pertenece y donde cada miembro es un reservista
listo para entrar en acción de combate en cuanto su gobierno así se lo reclame.
Israel es culpable. El
mundo es culpable.
Lo demás son paños
calientes.
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