jueves, 26 de junio de 2014

aforados


¿Para qué existe el castigo si no es para prevenir la culpa? ¿Es mera venganza social o es, como parece que nos enseñaron, un medio disuasorio de prevenir el mal?
Imagina una sociedad donde el castigo, o la amenaza del mismo, recayera sólo sobre aquella mayoría que sustenta la base social pero no la regenta, mientras que los que la regentan están exentos de castigo, o al menos se rigen por otros regla-mentos mucho más benevolentes.
Deja de imaginar. Esa sociedad es la nuestra. En concreto, la que se llama España, donde miles de aristócratas (no títulos nobiliarios, sino aristócratas sin más, es decir, la élite, indiscutible al parecer, de cierta sociedad que se elige muchas veces sin el consenso de los miembros de una sociedad pero está llamada a regirla) gozan de una impunidad jurídica diferente a la del ciudadano corriente, moliente, molido y pisado.

No existe rasero justo si las medidas no son equivalentes. Esto debería estar claro, pero parece no estarlo. La excepción se erige en norma, y algunos individuos están por encima de la ley sin que se haya demostrado que su biología es diferente. No pertenecen a otras especies, no han ganado nada por sí mismos. Simplemente son privilegiados, y en una sociedad que se considera democrática se consiente la existencia de miles, literalmente decenas de miles, de individuos que no pueden llamarse así porque están fuera de la cuestión individual y se constituyen en élite sin tener argumentos.
Monarcas, princesas, diputados, senadores, jueces... Gente a la que se invita a delinquir. Si no, ¿por qué se les da un trato diferente frente al delito?
¿Tan culpable es un monarca, que hay que aforarlo en días para que no se abran las tapas de tantas latas y latas de gusanos cuya existencia no tendría sentido si no hubiera tanta prisa en sellarlas? Me echo las manos a la cabeza sospechando qué habrá hecho este hombre (que esto es, por cierto, un hombre, nacido de mujer sea o no miembro de la realeza, tan ciudadano, débil, fuerte, heroico o penoso como cualquier otro mortal) para que se le arrope de tal modo.
Y si no ha hecho nada (difícil de pensar a estas alturas), ¿por qué poner a tiro la sospecha?, ¿por qué hacerla imprescindible para cualquier humano que sume un par de dedos de frente?

¿Tanto tenéis que tapar?
Supongo que, al menos muchos de vosotros, sí, porque si no, no es posible esta ofensa.
¿Hombres por encima de la ley en un estado de derecho?
¿Hombres con derechos judiciales distintos a los de los demás hombres? (o mujeres, ya sabéis que es un modo de hablar)
¿En una democracia?
¿Qué democracia es esta que previene el delito de sus próceres?
Cuánta falta de vergüenza.
Qué vergüenza.
Seguid tirando tierra al hoyo, que cuanto más tiréis dentro más pensaremos que debéis estar dentro del hoyo.

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