Primero de Mayo. Día de
los Trabajadores. Queda un añito o dos para que pase a denominarse Día del
Privilegiado.
El Trabajo ya no parece
la forma del vivir cotidiano. Casi ni parece ya un derecho, da igual que lo
defienda una Constitución que añade el calificativo de digno y lo define como derecho inalienable.
De todos modos, la
Constitución es ya un dinosaurio enterrado en petróleo caro de baja calidad a
la que todos se agarran, nadie quiere cambiar y en el fondo nadie cumple.
El Tribunal
Constitucional, de paso, no debería estar ahí sentado dignamente esperando
demandas, sino poniendo el grito en el cielo y haciendo una revolución viendo
el choteo que cada uno de sus artículos provoca: vivienda digna, trabajo digno,
sanidad digna, educación digna... decencia, que era lo que les faltó por poner
pero da igual, porque se hubiera quedado también en palabras, porque los padres
de la Constitución, mirados a través de los años, siguieron, como tantos de sus
compañeros un camino abiertamente anticonstitucional. pero eso sí: la letra no
se reforma aunque nunca se haya cumplido el espíritu.
Una Constitución para
avanzar se convirtió en un pretexto para anquilosarse. Claro, se pacta con el
primero que uno encuentra y luego, como decía Gila, arrégleme usté esto. Y tampoco se piden con los años las deudas
acumuladas, y no tan sólo de dinero, ya me entiendes.
Día de los Trabajadores.
Esos pocos que quedamos en nómina. Muchos de nosotros trabajamos casi de
strangis en paralelo de modo gratuito por respeto a la gente que quiere
trabajar a tu lado y se esfuerza por hacerlo, por pura consideración a la falta
de vergüenza, intentando que no se nos caiga la cara, como si el trabajo fuera
una vergüenza en sí, como si hubiera que pedir perdón por tenerlo, viendo como
se van consumiendo de hambre tantas familias que nunca merecieron semejante
suerte (hace falta ser un canalla consumado para merecerla, no hay tanta maldad
alrededor como para decretar que el trabajo se rife).
Qué vergüenza de vida,
de gobierno, de sistema y de tragaderas. Qué asco. Qué poca fiesta.
Y encima, la fiesta
parece presidida por unos sindicatos que hablan tarde y mal porque con sus
pactos y sus conformismo nos han traído hasta aquí. Años y años de traernos
hasta aquí, qué coño. Y no lo digo ahora, cuando la Crisis es una señora de
enormes tetas que se niega a darnos su leche y se sienta encima de nosotros
aplastándonos, lo pienso y lo digo desde que un partido que se llamaba
socialista decidió que el mejor socialismo era el que estaba sujeto a las
veleidades de la moda, la nouvelle cuisine y la bella arruga. Cuando decidió
que el mejor socialismo era no cuestionar el capitalismo liberal sino hacerse
su adalid y su mejor amigo.
Hoy, día del trabajador,
vengo de trabajar, me voy a trabajar mañana a pesar de ser fiesta en Madrid. Y
voy y me siento casi avergonzado de tener algo que cada vez menos gente tiene,
eso que se llama Trabajo. Aunque esté cobrando menos de lo que cobraba hace
diez o doce años.
Tristes tiempos aquellos
en que lo mínimo se convierte en privilegio.
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