miércoles, 1 de mayo de 2013

la fiesta de cada vez menos


Primero de Mayo. Día de los Trabajadores. Queda un añito o dos para que pase a denominarse Día del Privilegiado.
El Trabajo ya no parece la forma del vivir cotidiano. Casi ni parece ya un derecho, da igual que lo defienda una Constitución que añade el calificativo de digno y lo define como derecho inalienable.
De todos modos, la Constitución es ya un dinosaurio enterrado en petróleo caro de baja calidad a la que todos se agarran, nadie quiere cambiar y en el fondo nadie cumple.
El Tribunal Constitucional, de paso, no debería estar ahí sentado dignamente esperando demandas, sino poniendo el grito en el cielo y haciendo una revolución viendo el choteo que cada uno de sus artículos provoca: vivienda digna, trabajo digno, sanidad digna, educación digna... decencia, que era lo que les faltó por poner pero da igual, porque se hubiera quedado también en palabras, porque los padres de la Constitución, mirados a través de los años, siguieron, como tantos de sus compañeros un camino abiertamente anticonstitucional. pero eso sí: la letra no se reforma aunque nunca se haya cumplido el espíritu.
Una Constitución para avanzar se convirtió en un pretexto para anquilosarse. Claro, se pacta con el primero que uno encuentra y luego, como decía Gila, arrégleme usté esto. Y tampoco se piden con los años las deudas acumuladas, y no tan sólo de dinero, ya me entiendes.

Día de los Trabajadores. Esos pocos que quedamos en nómina. Muchos de nosotros trabajamos casi de strangis en paralelo de modo gratuito por respeto a la gente que quiere trabajar a tu lado y se esfuerza por hacerlo, por pura consideración a la falta de vergüenza, intentando que no se nos caiga la cara, como si el trabajo fuera una vergüenza en sí, como si hubiera que pedir perdón por tenerlo, viendo como se van consumiendo de hambre tantas familias que nunca merecieron semejante suerte (hace falta ser un canalla consumado para merecerla, no hay tanta maldad alrededor como para decretar que el trabajo se rife).

Qué vergüenza de vida, de gobierno, de sistema y de tragaderas. Qué asco. Qué poca fiesta.

Y encima, la fiesta parece presidida por unos sindicatos que hablan tarde y mal porque con sus pactos y sus conformismo nos han traído hasta aquí. Años y años de traernos hasta aquí, qué coño. Y no lo digo ahora, cuando la Crisis es una señora de enormes tetas que se niega a darnos su leche y se sienta encima de nosotros aplastándonos, lo pienso y lo digo desde que un partido que se llamaba socialista decidió que el mejor socialismo era el que estaba sujeto a las veleidades de la moda, la nouvelle cuisine y la bella arruga. Cuando decidió que el mejor socialismo era no cuestionar el capitalismo liberal sino hacerse su adalid y su mejor amigo.

Hoy, día del trabajador, vengo de trabajar, me voy a trabajar mañana a pesar de ser fiesta en Madrid. Y voy y me siento casi avergonzado de tener algo que cada vez menos gente tiene, eso que se llama Trabajo. Aunque esté cobrando menos de lo que cobraba hace diez o doce años.
Tristes tiempos aquellos en que lo mínimo se convierte en privilegio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario