lunes, 25 de febrero de 2013

¿de qué nación habla este estado?


Ellos quedan, se sientan, se insultan al parecer ferozmente, se toman luego unos aperitivos, comen cada uno por su lado pero dándose palmaditas si se cruzan a los postres, vuelven a la hora prevista (bueno, un poco más tarde, la alemanidad no está integrada del todo), se abuchean, hablan del único tema que conocen (ellos mismos, su oficio y sus actividades, aunque no hace falta ser sinceros cuando están con micrófonos delante y la tele –por vendida que esté- retransmita en directo sus declaraciones), dan sorbitos al vaso de agua que se adosa al micrófono, hacen como que se irritan, terminan la jornada laboral y se van, como cada quisque, a lo suyo.
Molón, siempre y cuando no hicieran como que hablan de nosotros.

Si uno lee los textos esgrimidos (perdón, la esgrima es un noble arte: esto de aquí tiene mucho más que ver con la práctica del tirachinas), quita imágenes, algún nombre suelto (demasiado pocos teniendo en cuanta la cantidad que se conocen), y modismos en general, sería difícil, de no saberlo de antemano, a qué país se están refiriendo cuando hablan de este estado de la nación.
Una nación semimediocasicorrupta pero no mucho, con problemas pero altamente alabada, dicen por su cuenta y porque sí, por Europa, por la Banca, por los Hinchas de la Eurocopa, por diversos orfeones y por algún que otro agricultor extranjero que se lleva lo que no nos quieren dar. Pocos datos, parezca lo que parezca.

Es como cuando uno mira a dos bandas rivales que en el fondo se sienten más cercanas entre sí que a la vieja del barrio. Nosotros somos, parece, la vieja del barrio, ellos los chuletas de las bandas rivales (menos rivales que los de West Side Story, que no es mucho: les basta una tragedia para unirse mientras aquí llevamos décadas o siglos de tragedias continuas).
España, sea eso lo que sea, no tiene nada que ver con los duetos de opereta de estos chulitos mal entonados. Ellos siguen mirándose con un falso encono, porque se entienden de puta madre, se miden a ver quién la tiene más larga, o incluso quién se avergüenza menos de tenerla más corta y más fácil de vender en eso que es el mundo, europa, la banca, el mercado, o lo que sea que nos mande (¿hay algo ya que no nos mande mientras miramos atónitos?)

Están logrando lo que pretenden: eso que se llamó el Estado de la Nación tiene ya menos audiencia que un documental sobre teoría de cuerdas. Años atrás era un hit que daba vergüenza perderse y del que todos discutíamos. Ahora el orgullo es decir no verlo. Y ellos, tan contentos. Quieren silencio; quieren, como mucho, que les miremos haciendo su papel de discutir.
Cada día, cada hora, cada minuto, cuesta más ver una información cercana a la política. O una desinformación, como en esta televisión nacional enmascarada de moderación (eso, amiguitos, como sabéis los que hacéis los programas, no se llama moderación: se llama colaboracionismo).

Mientras, la gente sabia, o consciente, que no es poco, que esta harta de intentar escuchar sin que se hable para ellos, sale a la calle. Los medios, enfadados, no les hacen mucho caso aunque sigan siendo detenidos, golpeados, maltratados (¡¡¡se llama así, coño!!!, por no decir torturados). Da vergüenza ver que en la portada dominical de hoy en El Paisoe se le dediquen a las manifestaciones de ayer unas líneas perdidas. Más interesantes son los Oscar. Eso, por no hablar de otros medios.

Y una pregunta que da escalofríos, al menos a mí. ¿Se está acabando el tiempo de la Democracia? 

miércoles, 13 de febrero de 2013

amado mío en cristo


Amado mío:
(Quiero creer que en Cristo, ya que no me atrevo a esperarlo de su menos comprensivo Padre. La Paloma no se decanta)

Estoy seguro de que tu especulativo carácter ha captado las señales, e inmediatamente has comprendido por qué he decidido abandonar la barca de San Pedro para arriesgarme en las tormentosas olas de nuestra pasión (no en el sentido religioso, sino esta vez en el más humano). ¿Tendrás la valentía de desprenderte de nuestras eternas faldas y seguir mi camino? Sé que sí, y por eso me he atrevido a dar el paso decisivo. Ya me delecto en nuestra vida juntos en cualquiera de esos sitios que citaste: lo mismo me da Marbella que Yuste si tú estás a mi lado. Mi cuenta secreta del Ambrosiano y tu pellizco suizo nos van a permitir convivir en la más rigurosa intimidad y secretismo. Un cambio de personalidad, una villa discreta y un selecto pelotón de guardaespaldas impedirá que el escándalo de los que no comprenden nos alcance. Imagina si no cómo disfrutarían los que desean tacharnos de hipócritas por haber combatido ese tipo de vida que vamos a disfrutar unidos, sin querer aceptar que no todos los seres humanos tienen la misma capacidad, y que lo que en el humilde y entrañable labrador sería un pecado contra natura, en mentes filosóficas y teológicas de primer orden pasará a convertirse en sublimación de la caridad por medio del crisol de la carne.
Digo carne y no puedo esperar, ¡para nosotros no ha de haber ya cuaresmas! 

Aquella calurosa tarde, cuando a tu lado la plaza de Colón de Madrid pasó a transformarse en la explanada de los desfiles de Nüremberg, asaeteados nuestros corazones por el vuelo de las feromonas de jóvenes en cantidades superiores a miríadas, haciéndome sentir de regreso a esa edad en que, volcado en otros muchos, vestía mi camisa parda de las Juventudes y cantaba himnos de gloria... Aquella tarde digo, cuando comprendí la pasión (criticable más por lo poco cauta que por su misma naturaleza) de algunos de nuestros hermanos, esos que aplicaban, por encima del “Dad al César lo que es del César” o el “No he venido a traer la paz sino la guerra” el “Dejad que los niños se acerquen a mí”, en lugar de buscarla entre sus membrudas piernas la descubrí en el fondo de tus ojos... Aquella tarde, cuando al cortar la Hostia nuestros dedos se rozaron... Aquella tarde ya estaba escrito mi destino, este que acabo de firmar con mi renuncia.

Sabe que mi supuesta decrepitud es un pretexto de cara a la opinión pública. No lo tomes al pie de la letra: tengo mucha pasión que ofrecerte todavía.
Rouco mío, Varela deseado. ¡Cómo me gustaría saber tu nombre de pila! Temo encargar a algún secretario que lo investigue, ya sabes cómo se me han portado estos años últimos. En principio, fíjate en mi inocencia, creí que te llamabas Monseñor, porque estaba seguro de que es un nombre tan común en tu España como Jóse, pero luego me reí de mi error.
Como se dice en el siglo, te toca mover ficha. ¡Chato!
Tuyo: JR (antes BXVI). 

martes, 5 de febrero de 2013

richard en el aparcamiento




Yo sí que, desde aquí, contemplo las ruinas de Europa, pobre Hamlet, máquina de pensar, máquina absurda. Yo sí que las contemplo.

Ofrecí mi reino a cambio de un caballo. Sobre mí, en cada uno de estos coches, caballos de potencia dormida me vigilan, pero no me llevarán a ningún sitio. No me alejan de mis enemigos. Nada han hecho por mí.

Me echaron la maldita maldición, mis víctimas me fueron diciendo “mañana en la batalla, piensa en mí” cada una de ellas, pero se ha hecho extensivo a los pensamientos de todos los zapatos que me pisan, todos desconocidos, posibles víctimas heredadas de mi infamia, que cada mañana, después del desayuno de nutella, tan distinto a los míos, se preparan para lo que ellos consideran ser una batalla. Lo llaman la “batalla diaria”. Como si un cuerpo, deforme o no, pudiese aguantar una batalla cada día. Supongo que será una metáfora. Palabra horrible y pretenciosa aquella de “metáfora”. Feble recurso de ese cisne del Avon que llamasteis bardo sin saber qué era un bardo en realidad.

Y aun así, esas víctimas del cotidiano combate, esos que, antes de abrir su coche de metal, para no detectar la fealdad irrevocable de sus almas evitan mirar su sombra en los muros del aparcamiento, sin saber quién soy yo, piensan en mí.
Piensan en el poder que quisieran disfrutar sin descubrir, como descubrí yo, que en el fondo el poder se disfruta mucho menos que una buena almohada y nueve horas de sueño (sueño, en el otro sentido, imposible). Pero tal ignorancia acerca de lo que pudiera confortar es inevitable: yo tampoco me hubiera dejado convencer.
Ellos piensan, como hice yo, que nunca es demasiado. Si llegan a lo más alto, como yo hice siglos antes, quisieran inventarse un cargo más al que acceder de moda sibilina y criminal. Dicen que corrompe el poder, pero corrompe más el saber que es tan limitado, que los objetivos alcanzados sólo generan sed de conseguir más, háyalos o no. Si no, se inventan.

Camino de sus caballos de huida me pisan cada mañana y cada anochecer las suelas de sus charolados calzados, las agujas de sus afilados tacones, porque ahora, como en mi historia, hay reinas por todas partes, pero estas se disputan a bocados el poder con los hombres y no sólo por medio de los hombres, sino directamente con sus bocas pintadas color sangre.
No saben que, desde aquí, mi calavera, fea también como yo mismo, entrechoca las mandíbulas en una repetida risa al escuchar sus pasos hacia ningún sitio.

No me saquéis de aquí. No me entreguéis a un museo. Los que miran de cerca las vitrinas son peores aún porque suponen comprender lo que están viendo.

sábado, 2 de febrero de 2013

números para los que no son primos



¿A quién no le da miedo la matemática?
No es por eso que dicen de que cuesta aprenderla y asimilarla. Pensar en términos matemáticos ha de ser tan bello como pensar en términos algorítmicos. No hay mucha diferencia. O pensar en términos métricos. No hay mucha diferencia. O pensar en términos musicales. No hay mucha diferencia. O pensar en términos orgánicos, estructurales, musculares, sintácticos.
No hay muchas diferencias.
Somos más sencillos de lo que nos gustaría creer que somos.
No hay tantas modalidades.
Es sólo que la matemática da una carta de credibilidad difícil de discutir.
Incluso su hermana pequeña: la aritmética.

En términos matemáticos, nos estamos acercando a que por medio de una web nada sospechosa un millonaco de personas le digan al gobierno actual que debería olerse a sí mismo en vez de poner cara de oler mal e ir pensando en cuestionarse. El “yo no he sido” empieza a no valer. El “otros hicieron lo mismo” sólo desacredita, pero no redime.
Se habla de dimitir. Ni siquiera hablo de eso. Hablo de que en cualquier país civilizado (aunque, para qué engañarnos, los países civilizados cada vez parecen menos civilizados) un escandalaco así sería ni más ni menos que un escándalo con mayúsculas. Y eso, en un país civilizado aunque lo sea sólo en los términos modernos de civilización, supondría un descalabro que aquí va a quedarse en contestaciones chulescas de señoritos/as cortijeros/as.
Francisco Franco, Caudillo de España por la Gracia de Dios, sigue vivo.
Y no tenemos cojones de matarlo.
Resultado: declaraciones propias de repúblicas (monarquías corruptas en este caso) bananeras.

A estas horas medio millón sobrado de personas firma por la conveniencia de que un gobierno manchado se vaya. Tras eso, al menos existe el compromiso de que por lo pronto explique y lave su mancha.
No lo hará.
El decreto ley no contempla el lavado a más de 30º.
¿Dónde nos estamos metiendo?
¿Dónde estamos metidos ya?
¿Dónde vamos a dejar que nos metan?

Y sin embargo, esto no es calcular manifestantes por metro cuadrado, ni hacer cábalas por medio de las encuestas. Esto son personas, irrepetibles y con DNI, que estamos diciendo algo. No escuchar no puede ser un modo eterno de gobernar.