jueves, 1 de noviembre de 2012

primer búho de noviembre


Un autobús nocturno, eso que llaman búho, con zombies cansados de vuelta a casa en la noche de Halloween, que ya no es la de todos los santos.
Muertos bastante reales dada la hora de vuelta, maquillajes que han perdido el sentido y son sólo manchas, cansancio de muertos en vida en directo. Cierto patetismo asumido de una noche más sin llegar a la diversión prometida. ¿Prometida, por cierto? ¿Quién os prometió nada?
Queda, por encima de todo, la muerte de la noche, una noche sin la realización en varios casos de la realización de lo distinto.
Una noche más, al fin y al cabo. Nada dramático. Sólo sueño, con promesas de puente para los que puente tengan.
No me exilio del centro. Yo también rocé de lejos el disfrute de algo de los algos de una noche. Ilusiones que, a fin de cuentas, dan vida.
No hay trucos suficientes para amagar los trucos. No hay tratos que no devengan en el lamento de no haber llegado a un trato. Mejor que no haya tratos con quien no debe haberlos.
El Tenorio se diluye en un barreño de lejía sin saber por dónde sacar los pies. Su tiempo está acabando. Cuando vuelva a la luz no será en una noche de difuntos. Lo sacará a la luz una llama más viva o no habrá quien lo saque.
Los difuntos campean. La noche siguiente serán las ánimas. Ellas no conocen de modas, ni siquiera Halloween les ha impactado, porque nunca fueron memorables más que para los que las memoramos siempre. Estarán ahí, imperando imperantes en el México, pero reviviendo también aquí en la memoria de quienes las idearon en esta península dividida y memorable que quiero a mi pesar y con pesar. Ellas sólo saben que si las recuerdas se iluminan por un momento único, como lo son todos los momentos que merecen llamarse así, y reviven no se sabe siquiera de qué modo, pero de un modo real. No me cabe duda, y no lo digo por decir. Hay más cosas, Horacio, en el cielo y en la tierra, de las que sueña tu filosofía, y esta es de las más sencillas, de las más directas y también, para los que vemos la evidencia, de las más evidentes. Si tú no las sientes, no puedo decir que no te preocupes: preocúpate, porque tienes un grave problema de sensibilidad. Aquí estarán, cada vez de un modo para cada uno, y cada vez de una manera más o menos evidente y más o menos real, pero siempre notable, en el término que significa que se les nota.
Por solos que estemos, hay un momento, un punto, en que se nota que no estamos solos. Da miedo, responsabiliza, incomoda... mejor quedar como estábamos, pero no es posible ya. Las ánimas, esas constantes inconstantes, están ahí mismo, no nos piensan dejar jamás, habremos de ser medianamente honrados, medianamente gente si queremos no quedar mal ante sus ineluctibles ojos. En caso de que la palabra ineluctible tenga realmente un significado (véase mejor, ineluctable).
Noviembre empieza, la vida sigue, creo, ¡qué cosas!

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