¡Otra vez Campeones de
Europa!
Sí, claro que me refiero
al fútbol. Pero no estoy ironizando. Creo que la maestría nunca debería ser
despreciada, y jugar así no es fácil ni ganar así se debe a la suerte, o al
menos sólo en un porcentaje muy pequeño (algún penalti que otro... pero también
están los que no se pitaron y hubieran favorecido).
Digo esto porque ya
cualquier alegría que se produzca dentro de una crisis parece polémica,
insolidaria o culpable. Yo, por mi parte, no me arrepiento de haber visto el
partido con compañeros, disfrutarlo y celebrarlo. No en la macroconcentración,
que a mí esas exageraciones no me ponen, más bien me recuerdan
a eventos similares a la visita papal, pero si bien la histeria victoriosa me
parece un poco tonta, el refunfuñe en contra me parece sencillamente mezquino.
Los que identifiquen la
victoria del equipo español con una victoria de Rajoy y los suyos, sólo están
haciéndole un favor, dándole la razón en un tanto que se quieren apuntar como
propio sin serlo. Bastante ridículo hace (y no sólo ridículo sino
irresponsabilidad) yéndose a Ucrania en lugar de a Valencia. La copa no es de
la monarquía, ni del PP, del mismo modo que la de hace cuatro años y la del
Mundial de hace dos (¡menudo equipo, y lo digo de nuevo!) no fueron copas del
PSOE, lo procuraran ellos o no.
¿Pan y circo? Los que
estén sufriendo la crisis impuesta de un modo más grave (porque de un modo u
otro la sufrimos todos, nos demos cuenta o todavía no) no creo que hayan
olvidado su situación por unas horas de alegría. ¿Hay que desterrar la alegría
para ganar en “conciencia y cabreo”? ¿Y no sólo las alegrías deportivas sino
también las de índole personal? ¿Incluso si no perjudican a nadie, incluso si
no hacen daño más que a quien haya encontrado calles cortadas a causa de la
celebración?
Yo no pienso darles la
razón. Ni a Rajoy que pedía la victoria al equipo para animar al deprimido personal, ni a los que consideran que una
alegría que une a muchos, que permite una hermandad aunque sea provisional incluso
entre contrarios, es un descorche burgués y alienante.
Pero hay algo que me
parece más importante y trasciende a lo anterior. Se suele caer en un error que
se repite a troche y moche estos futboleros días y consiste en reafirmar a España
como el denostado país de pandereta que ha cambiado el cerebro por un balón.
Demasiada gente y
desdichadamente de tendencias ideológicas opuestas, se une al carro que una
parte de Europa quiere volver a endosarnos y va y se cala la boina, para
denostarla o alabarla, como identidad catetil nacional. Como orgullo o como
karma.
A mi me alegra que gane
la selección de fútbol, como me alegra una victoria de Copa Davis, o de uno de
nuestros tenistas, no me disgustan las de Alonso por facha que sea... pero no
podemos borrar con esto al resto.
Aparte de los múltiples
olvidados del deporte español que carece de spónsores y no para de ganar
trofeos o llegar muy lejos en ellos, me refiero a las demás áreas.
Como no se dan copas en
directo, no nos acordamos que nuestros médicos, profesores, ingenieros y hasta
bomberos destacan muy por encima de los de nuestros vecinos. Que no queremos
ver, con ese Puto Complejo que nos va a acabar hundiendo del todo, la enorme
parte de orgullo que hemos de tener en tantas áreas, que si se nos está
quedando el país sin profesionales jóvenes es porque los solicitan de otros
países que presumen más y que venden mejor sin valer más.
Es vergonzoso que se
silencie el reconocimiento exterior, como que cada vez que los artistas
españoles atraviesan las fronteras logren éxitos de los que sólo se habla donde
han recalado sin que la prensa española abra la boca y que quede como prurito
personal de quien ha vivido la experiencia.
Ser campeón no es sólo
ser grande, sino ser el mejor, quedar primero. No sé si en todas las áreas lo
seremos, ni lo creo ni me gustan los hit-parades, pero a ver si nos vamos dando
cuenta de que podemos competir en cualquier campeonato.
Y no me duele, ni el fútbol ni fuera de él, pese a despreciar las tontunas nacionalistas, decir que yo soy español, español, español.
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