lunes, 21 de mayo de 2012

el pico de la gaviota


Habrá que replantearse el significado de las siglas. Uno (bueno, supongo que más de uno) ya no sabe si esas dos pés que no son desde luego un guiño sobre un tal José, vienen a traducirse como Partido Popular o Pinocho Patético. Desde luego, Peor Podríaser no lo creo factible.

Cuando la derecha de cuño democrático a regañadientes logra la absoluta (suena a algo así como la condicional, pero es lo contrario porque los ciudadanos, ay pordiós, les han desatado sin condiciones), la gaviota es de temer. Cuando a la involución se aúna la inutilidad, los temblores se multiplican, y cuando la desconfianza que provoca la mentira sistemática viene a amalgamarse con todo lo anterior, ya es que se produce el baile de sanvito (¿corleone?: además).

Tanto es el pinochismo gubernamental, que la dire del cole, esa alemana de falso aspecto sonriente que más miedo da cuanto más sonríe, hace que el responsable (es un decir, porque no sé a quién se lo parece ya) se salte por obligación el vermú dominguero y la comida familiar para darse una vueltecita hasta Chicago, que es donde está ella –pásese por mi despacho, ese, el gallego de la penúltima fila-, para ponerle los cachetes colorados como a una heidi barbuda y fuera de lugar.
Tanto es, que ahora vienen los inspectores, como en el cole, para ver que es eso de las mentirijillas reiteradas y aumentadas con el escándalo, barrido como se ha podido debajo de la alfombra del estolo-hacetodoelmundo, relativo a que la herencia no estaba por ahí, sino en casita, y que los caseros mentían como bellacos (¿como qué más van a mentir?) guardándose las risitas en esas autonomías que sólo les gustan cuando se les hacen feudos.
¿Habrá ahora que comprar millones de banderitas americanas, alemanas y azulonas con estrellas? ¿Serán los almacenes de alquiler de disfraces suficientes para abastecer a todos los que tendremos que vestirnos de andaluces y ponernos en fila cantando para cuando vengan los supervisores, gordos y sanos, no para que nos den algo sino para que no se nos lleven las gallinas y el pollino, que es lo único que nos queda?

A la gaviota le duele el piquito, que crece y crece a cada mentira.
¡Soy una gaviota!, graznan chejovianamente Esperancita, la Valencia y los impecables Leones de Castilla mientras tachan el suma y sigue y luego se ríen picaruelas.
El cielo azul, azul como lo era la camisa de papá o del abuelito, se llena de nubes y el pescado escasea.

Todo escasea, lo malo es que el mar y el cielo son los nuestros, no son de su propiedad.
Están a punto de crecerles los enanos, pero es en nuestro circo.
Y ahora... ¿quién nos pilla confesados si Rouco dice que como le pongan el IBI se va a la mierda Cáritas?

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