Tantos años dándole
vueltas a las tácticas legales para desgravar, lamentando que no haya una ley
de mecenazgo decente ni que podamos acceder a ese recurso las personas de renta
normalita, acudiendo incluso a ingresar antes de finalizar el año en los planes
de pensiones con que nos timan a la larga y a la corta mientras esperan que nos
muramos sin cobrarlo (cada vez más fácil si siguen ampliando la edad de
jubilación), e incluso sintiéndonos algo culpables por mirar cuánto podríamos
restar por colaborar con una ONG.
Tantos años en que rastreábamos,
inocentes de nosotros, sin querer faltar a la ley pero viendo dónde poder
quitar una migaja a tanto dinero que pagábamos con relación a lo que
cobrábamos, tanto que hasta se da la bochornosa circunstancia de tener que
declarar, y pagar, por haber recibido un seguro de desempleo. Un lujo, como
puede verse.
Pero siempre hemos
pensado (y temo que algunos incautos perseveraremos en tales principios) que si
reivindicamos sanidad, educación, cultura, infraestructuras... todo de calidad
y para todos por el simple derecho que da el habitar, habríamos de dar una buena
parte de lo que tuviéramos; incluso cuando, con un sueldo más que irregular,
como en mi caso, a veces hubiera que sufrir la paradoja de estar ahorrando para
Hacienda.
¡Qué idiotas! Teníamos
la solución delante de nuestras narices y no acertábamos a verla. Menos mal que
hay un gobierno que por fin nos abre los ojos indicándonos que la mejor manera
de desgravar es delinquir.
¡Cuánto tiempo jugamos a
las adivinanzas intentando dar con la clave por medio de la cual a las grandes
fortunas les daba negativa la declaración y a nosotros positiva siempre! O con
devoluciones de broma, en el mejor de los casos. “Oro parece... pláta... no
es”. Era oro. Los plátanos, una hora menos si son de los ricos, los que tienen
pintas negras, nunca son los dueños de las finanzas.
Los piratas oficiales
son los de siempre: los que se bajan de una página los capítulos de Downton
Abbey o The Walking Dead que podrían ver también gratis por la tele, ¡qué
tiempos aquellos de la cinta virgen de VHS, donde nos forrábamos a almacenar en
grupos de 240 minutos programas de la tele sin que a nadie le pareciera mal! Y
también son piratas oficiales los otros que ofrecen pelis, series y programas
que no encontrarías gratis fuera de ahí. Y los que colaboran/boramos sin
delinquir porque la ley aún no nos penaliza.
Los otros piratas, los
que cargan el botín (es un sustantivo normal, no pretendo insultar a ningún
banquero... aunque ya de paso... ¡no, no, que no!), lo blanquean
convenientemente y se lo llevan a otros benevolentes puertos o lo dejan aquí
agazapado, esos no son piratas oficiales. Es más, comprendiendo las debilidades
naturales que suscita el amasar dinero a tutiplén, el gobernador de la isla les
propone el indulto. Ni horca ni cárcel. Sólo unas moneditas del tesoro, algo
así como untar a las autoridades... Bueno, es sólo un símil... ¿no?
¡Y esto, fíjate tú por
dónde, era el mejor recurso para desgravar! Se abona un humilde diez por
ciento, que es mucho menos de lo defraudado o de lo que correspondería incluso
por una declaración en regla, y ya estás en el sistema, ayudando a levantar
España por medio de haberte guardado durante años lo que necesitaban sanidad,
cultura, educación, dependencia... casi todo menos defensa, que ya tiene carros
para parar un carro de combate y vender los excedentes sin mirar mucho a
quién..., y devolviendo un poquito solamente.
Bonita compensación que
se hace a los dirigentes, que han sido buenísimos y van a permitir a esos
mismos nopiratas despedir no sólo más barato sino también saltándose convenios.
¿Cuál es la siguiente
amnistía?
Desde luego que no para
los que no pueden pagar la hipoteca y van a ser deshauciados ni para los que
roben un pan. Estamos llegando a “Los miserables”. Lástima que esta vez no haya
cancioncillas dentro.