martes, 8 de noviembre de 2011

gobernantes


Hay una cuestión que siempre me ha parecido evidente para lo bueno y para lo malo, pero es probable, por lo que veo, que ya no sea tan clara y sea yo quien se equivoca.
Para decirlo claro: Las elecciones tienen por objeto la libre elección de nuestros gobernantes. ¿Alguna objeción? ¿No era eso? Pues entonces levanto tímidamente la manita como en el colegio para hacer una pregunta.
Dejemos a un lado, de momento y por hoy, la cuestión del circo de la campaña, las ofertas de última hora, la negación de que haya candidatos más allá del número dos, la tramposa ley electoral, el duelo en el barro de los debates... incluso la eficacia o la ineptitud, la soberbia, la ceguera de la clase política y sus miembros. Dejemos eso.
La pregunta es otra y se refiere a algo que no entiendo. Si se pretende elegir a nuestros gobernantes, ¿por qué votamos en España? ¿Todavía hay quien piensa que el gobierno español gobierna nuestro país? Si me fuera dado votar en las elecciones alemanas, si me dieran una participación menor en las francesas, notaría que elijo a quien va a gobernarme. Todo lo demás me parece un trámite. (Poco más que votar al presidente de la comunidad de vecinos. Bueno, perdón, la comunidad de propietarios, que yo, como ya no tengo piso, no voto, aunque así me ahorro las asambleas y las actas de eso que en su optimismo autodefinen cuando ponen un anuncio en el ascensor como la junta de gobierno. Aquí el que no se siente gobernante es porque no se mira de perfil en el espejo).

Yo pediría eso, que me incluyeran en el censo alemán por el hecho de vivir en un país, como otros tantos, que está gobernado por ellos.
A lo mejor, por otra parte, o yendo algo más lejos, sería más eficaz votar en un cajero automático en lugar de en una urna: al fin y al cabo será un banco, el más depredador de entre ellos o su confederación de ganadores, quienes saldrán beneficiados de tu voto (hasta si no votas: la abstención también cuenta para fijar en el poder a quien ellos deseen, no seamos inocentes pensando lo contrario, por eso no les mola que se pueda cambiar la ley electoral).

Tragedia al fin y al cabo y sin salida.
Yo creía que lo trágico era eso de darte cuenta de que no puedes elegir las pasiones que te gobiernan, los temores que te gobiernan, los deseos que te gobiernan, las debilidades que te gobiernan...
Y ahora va y resulta que tampoco te dejan elegir ya a los gestores que te gobiernan.
¡Pues vaya!

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