Siempre ha habido
poderes, y se han ocupado de ser más o menos intocables. Pero a veces, dentro
de su imagen, se incluía dejar que algunos les rozaran de cerca o les tocaran
las narices de vez en vez o en cuando. Mucho el ejecutivo -qué remedio pese a
leyes mordaza-, algo el legislativo con su tribunal constitucional por si
alguien se pusiera muy pesado... El judicial, más lejano, pese a que su
independencia sea una anécdota que parece diseñada para reírse de la inocencia
del pobre Montesquieu, que inventara aquello tan gracioso de la separación de
poderes, también se traga alguna que otra broma.
Curiosamente, el que se
llama cuarto (como es séptimo el arte del cinematógrafo y creo que aun octavo
el del cómic), ese cuarto poder, orden establecido desde sus propias filas y
desde su infinita propaganda, no admite tanto tocamiento como los tres primeros
a los que se dedica a cuestionar como oficio -y no me meto, líbreme dios quien
sea, con su afán de meterse, que eso es de agradecer-.
Pero junto a la
minúscula humilde de "cuarto" se alza la terrible mayúscula con que
se creen "Poder".
Esto viene, claro está,
a eso del escándalo de la web carménica del ayuntamiento de Madrid, algo que
veo tan inofensivo que ni siquiera me parece bueno o malo. Pero, en su paso
hacia los pantalones, parece que ha tocado algún cojón. Y no hubiera pasado
nada si no hubiera sido el de la prensa.
Se habla de
totalitarismo cuando nadie ha prohibido nada. Se habla de rectificaciones como
si el periodismo no estuviera plagado -lo siento, me parece que lo está- de
acémilas a los que es necesario rectificar. Que es posible que las
informaciones municipales sean confusas o que el entusiasmo de afanes novedosos
hagan meter la pata y anticipar lo que no es, o no es así como se cuenta, no lo
voy a negar. ¿Que si merece crítica? Tú que crees. Pero vamos...
Lo que me da miedo (esa
es la palabra, sí: miedo) es ese gremialismo de saltar en cuanto se detecta que
se han metido, o así se pretende interpretar, con "uno de los
nuestros", sea quien sea.
Vamos a ver, estamos
aguantando un nivel de periodismo propio de una escuela primaria, unos
coloquios que envidiarían las poligoneras profesionales -gritos incluidos-, un
descaro a la hora de sesgar la información según la ideología o los intereses
de ven aquí y no te menees, propaganda, campañas de desprestigio o de
prestigio, subjetividad más allá de lo razonable... y una enorme frivolidad (ya
verás como en una semana Grecia no será moda y nadie dirá qué pasa o qué no
pasa por ahí, a no ser que se saquen de la manga medidas espectaculares como
por ejemplo mandarles fuera del mapa). Pero no importa.
No me extraña el miedo
que le tienen todos, políticos y administradores, famosos y no tanto... Pueden
hacer que desaparezcas, lo harás en cuanto no existas para ellos (el
desprestigio es un punto de fama, Bárcenas sigue allí siendo noticia día tras
día). No diré que no les temo hasta yo que soy tan poco. Dan miedo hasta a los
que no existen.
Se echan las manos a la
cabeza. Tanto que apenas se paran a criticar que quien manejó Telemadrid como
un aparato bestial de propaganda pagado por nosotros les compare con Pravda.
Y las temperaturas, sin
bajar.