¿Para qué existe el
castigo si no es para prevenir la culpa? ¿Es mera venganza social o es, como
parece que nos enseñaron, un medio disuasorio de prevenir el mal?
Imagina una sociedad
donde el castigo, o la amenaza del mismo, recayera sólo sobre aquella mayoría
que sustenta la base social pero no la regenta, mientras que los que la
regentan están exentos de castigo, o al menos se rigen por otros regla-mentos
mucho más benevolentes.
Deja de imaginar. Esa
sociedad es la nuestra. En concreto, la que se llama España, donde miles de
aristócratas (no títulos nobiliarios, sino aristócratas sin más, es decir, la
élite, indiscutible al parecer, de cierta sociedad que se elige muchas veces
sin el consenso de los miembros de una sociedad pero está llamada a regirla)
gozan de una impunidad jurídica diferente a la del ciudadano corriente,
moliente, molido y pisado.
No existe rasero justo
si las medidas no son equivalentes. Esto debería estar claro, pero parece no
estarlo. La excepción se erige en norma, y algunos individuos están por encima
de la ley sin que se haya demostrado que su biología es diferente. No
pertenecen a otras especies, no han ganado nada por sí mismos. Simplemente son
privilegiados, y en una sociedad que se considera democrática se consiente la
existencia de miles, literalmente decenas de miles, de individuos que no pueden
llamarse así porque están fuera de la cuestión individual y se constituyen en
élite sin tener argumentos.
Monarcas, princesas,
diputados, senadores, jueces... Gente a la que se invita a delinquir. Si no,
¿por qué se les da un trato diferente frente al delito?
¿Tan culpable es un
monarca, que hay que aforarlo en días para que no se abran las tapas de tantas
latas y latas de gusanos cuya existencia no tendría sentido si no hubiera tanta
prisa en sellarlas? Me echo las manos a la cabeza sospechando qué habrá hecho
este hombre (que esto es, por cierto, un hombre, nacido de mujer sea o no
miembro de la realeza, tan ciudadano, débil, fuerte, heroico o penoso como
cualquier otro mortal) para que se le arrope de tal modo.
Y si no ha hecho nada
(difícil de pensar a estas alturas), ¿por qué poner a tiro la sospecha?, ¿por
qué hacerla imprescindible para cualquier humano que sume un par de dedos de
frente?
¿Tanto tenéis que tapar?
Supongo que, al menos
muchos de vosotros, sí, porque si no, no es posible esta ofensa.
¿Hombres por encima de
la ley en un estado de derecho?
¿Hombres con derechos
judiciales distintos a los de los demás hombres? (o mujeres, ya sabéis que es
un modo de hablar)
¿En una democracia?
¿Qué democracia es esta
que previene el delito de sus próceres?
Cuánta falta de
vergüenza.
Qué vergüenza.
Seguid tirando tierra al
hoyo, que cuanto más tiréis dentro más pensaremos que debéis estar dentro del
hoyo.