Basta que sea verano (la
estación ideal para perpetrar todo tipo de putadas contra los ciudadanos
ausentes por vacaciones o amodorrados) y que uno se vaya un mes de Madrid (ni
siquiera de vacaciones) para encontrarse a la vuelta con atrocidades sin sentido.
Ni siquiera el llamado común. Y, eso se da por descontado, sin que los
responsables, por decir algo, se sientan ni siquiera mínimamente sonrojados.
Me enteré en el Metro
(uno de mis círculos dantescos del infierno -aunque no el más profundo ni el
peor-, como algunos/as sabéis por este mismo blog. Leo que hasta mediados de
septiembre, y por el bien de todo aquel que piense equivocadamente que le
joden, se cierra el servicio en un tramo de línea 1 entre Bilbao y....
¡Vodafone Sol! (Vodafone con logo y todo).
VODAFONE SOL: Nuevo
nombre del kilómetro cero de España (hasta que se nos vayan los catalanes y
haya que correrlo un poco hacia el sudoeste), centro de la represión franquista
concretado en la DGS (nombre terrible para los que corrimos el riesgo de estar
allí más de una noche), centro también de la hermosa protesta ciudadana hace
nada, y que siga. Donde las campanadas, que ya no serán desde el Reloj de
Gobernación, ni del Reloj de la Comunidad, sino desde el Reloj Vodafone.
¿Qué es lo siguiente?
¿Torre Eiffel-Lacoste? ¿Big Ben Burberry’s? ¿Puerta de Oscar Bradenburgo Mayer?
Nos espera un futuro de
calles Alcalá Bankia y Gran Vía de los Grandes Zara. La glorieta (varias)
Mercadona con el Callejón Hacendado al ladito, sigan o no bajando cada día de
calidad los productos de esta nomarca.
¡Oh Museo
Wolksvagen-Prado! Modesto CDN Dúrex...
Si hay que bajarse los
pantalones hasta ahí para sobrevivir y que Micralax nos dé por donde anuncia
antes de darnos su apellido, tendremos que aguantar.
Me consolaré pensando que
varias de mis admiradas campeonas europeas de basket (y esto no es ironía, que
bien que las admiro y respeto) militan o militaron en un Club con nombre tan
chusco como Perfumerías Avenida, que están en Valladolid y sponsorizan a las
campeonas de liga. Como si hay que llevar carteles anunciadores y alusivos.
Lo menos que puede
rogarse en compensación es que algún gobierno de este bendito país, uno de esos
amantes del surrealismo (involuntariamente) y la boina (muy voluntariamente)
que suspira por la implantación del capitalismo feroz, mire a sus amigos
catetos de USA y adopte al menos una ley de sponsorajes, patrocinadores,
mecenas o médicis de guardia, como se quiera llamar que nos permita...
¡Ah, no! Perdón a
todos/as. Iba a decir sobrevivir. Yo no deseo sobrevivir. No estoy aquí para
semejante tontería. Pretendo hacer bien mi trabajo hasta que se parezca al Arte
y que quien lo comparta lo disfrute tanto como el pan de cada día o el
carpaccio, que hay productos para todos los gustos.
Trataré de no crujir si
escucho que un insecticida fabricado para matar abejonejos aparece junto al
nombre de Hamlet, y estaría orgulloso de que Barrocamiento se ofreciera por
cortesía de Mercerías Martínez, Kilt Corporation España o quien lo desee. Y si
más participan, mejor, porque encima desgravarían de verdad, no de modo simbólico.
Para eso hace falta una
puta, asquerosa, denigrante, capitalista, paternalista, facha y Necesaria ley de
Mecenazgo que sea suficientemente generosa, digna y racional. Hace falta para
sustituir a la justicia que tanto tardamos en conquistar. Pero en fin, en las
derrotas se negocia.
No creo que venga una
ley así, o al menos una honrada. Cuando se odia la cultura y se pretende acabar
con ella, no se ponen paños calientes.
Lo mismo nunca existen
Jamones Fuenteovejuna ni Lear Santander.
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