Fue hace pocas horas.
Una rueda de prensa. Cuando los compañeros lo son se estimula el entendimiento
y se concretan las palabras con que expresar algo.
He dicho un par de
cosas. Una de ellas es que hay que saber que cuando en estos momentos nos
intentan reducir por medio del dolor, hay creaciones que nos enseñan que el
dolor puede ser una fuente de sabiduría y de superación. No todo se aprende,
como estamos malacostumbrados a notar, por medio del placer, ni siquiera el beneficio
de aprender.
Otra cosa ha sido que en
estos momentos en que, una vez más o más que nunca, sentimos que vivimos malos tiempos para la lírica, para la
dramaturgia, para la cultura en el más general de los modos, la única lucha es
desarrollar una lírica (en el más amplio sentido) para los malos tiempos.
Y esa lírica no debe
estar basada sólo en la rebelión, que también y sobre todo, sino también en el
combate del compromiso, del esforzarnos en mejorar lo mejor,
Quieren hacernos peores,
más débiles, más mezquinos. Nuestra fuerza es ser más fuertes, más constantes,
más honrados, más comprometidos no sólo con lo que contamos sino también con
nuestro trabajo en sí. Mostrar desde el supuesto constante e irrenunciable de
que somos imprescindibles, que no somos un lujo, no somos los collares de
perlas de sus perros, ni sus risas olvidables, sino lo que sustenta que un ser
humano no deje jamás de serlo.
Eso que no les gusta a
algunos de esa gran palabra que nunca me parecerá prepotente ni cursi: CULTURA.
Mal que les pese, que se
les atragante, que acabe de ser, ojalá, la espina de pescado en la garganta que
no sepan escupir ni siquiera con la miga de pan del desprecio.
Y seguir, mientras
tanto, a lo nuestro. Lo auténticamente nuestro y nunca suyo.
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