lunes, 26 de noviembre de 2012

disculpen las molestias



Señores viajeros: por una avería totalmente ajena a Metro de Madrid, el trayecto entre las estaciones de Horcajuelos y Santa Madre de la línea 15, estará interrumpido durante un periodo de tiempo no inferior a las cuatro horas.
DISCULPEN LAS MOLESTIAS

Señores viajeros: Por motivos debidos a la crisis y totalmente ajenos a Metro de Madrid, hemos decidido que dicha crisis la pague el usuario no sólo en metálico (o mediante tarjeta de crédito o débito) subiendo el servicio de transporte una barbaridad y con la seguridad de volver a subirlo en cuanto le dé por comenzar al siguiente año o cualquier otra eventualidad peregrina, sino por medio de un incremento progresivo de sus niveles de stress, ya que al despedir a un buen número de sus empleados la frecuencia de trenes ya no puede llamarse así, y menos aún en horas (sobre todo medio nocturnas) o días (fines de semana) en que la gente decente no tiene por qué andar por la calle si no tiene para pagarse un taxi. Los trabajadores seminocturnos no son de fiar, los que se quedan a tomar una caña después del trabajo menos aún, y los que disfrutan del ocio, que disfruten poco y mal, que el trabajo es sagrado (y el paro también) y el ocio frívolo e innecesario. Por todo ello, su vagón vendrá sucio, atestado (hay que acabar con ese vicio de aprovechar interminables trayectos para leer sentados), irregular y a saber si viene. Naturalmente, será imprevisible si da tiempo al transbordo o no.
DISCULPEN LAS MOLESTIAS

Señores usuarios de la Justicia: Para acabar con el vicio de protestar por protestar, las costas de una denuncia serán superiores a lo solicitado en dicha denuncia siempre que se le diera el curso debido, y abonadas por adelantado, por lo que sólo quienes tengan abogados chachis que les permitan ganar los procesos y recuperar su dinero, ese que podían permitirse adelantar, serán tenidos en cuenta. Cosas de la crisis.
DISCULPEN LAS MOLESTIAS

Señores ciudadanos indignados (qué mal humor tienen los ciudadanos últimamente, siempre por motivos frívolos, caprichosos y resultantes de estar todo el santo día mano sobre mano): Toda protesta callejera convocada o no será mal vista, su celebración intentada silenciar o menospreciada por cualquier medio de difusión a nuestro alcance, y en última instancia soportada como un mal que a la larga crea más costumbre que altercados. Eso sí: cada vez más pronto (antes era a partir de medianoche, luego desde las diez, más tarde desde las ocho, ahora estamos en eso de las seis y media) se considerará que los desaprensivos que queden por las calles son elementos peligrosos contra los que la policía antidisturbios tendrá el derecho y el deber de actuar en la llamada defensa propia preventiva, es decir, anticipándose al hecho de ser atacados por esos individuos que no se han dado cuenta de que a esa hora ya no van a pillar transbordo en el metro. Para hacérselo saber, es normal que pueda perseguírseles y acorralarlos en cualquier tipo de andén. Si ustedes no son violentos pero se encuentran con una brecha originada por un porrazo, un ojo en la mano tras un pelotazo de goma o simplemente la humillación de ser vejados, arrastrados, insultados, y en el caso de mujeres o ancianos recibir bromitas bienintencionadas sobre su reúma o su coño...
DISCULPEN LAS MOLESTIAS

Señores víctimas de EREs injustificadas, infantes que tienen que pagar por derecho a tartera en comedor sospechoso, jubilados o enfermos que deben pagarse sus recetas, alumnos masificados, personas desahuciadas, ciudadanos sin derecho a la cultura, víctimas de una infelicidad cada vez más acentuada, menos esperanzada en un futuro más digno, parejas, hijos y padres víctimas de ese mal humor que traen de fuera y hace complicadísima la paciencia y la convivencia, seres humanos en general aplastados por seres inhumanos...
DISCULPEN LAS MOLESTIAS

O JÓDANSE. Haber sido más listillos, más indecentes y más depredadores. ¿Qué es eso de la empatía? ¿Sirve para algo más que para que Punset hable con esos tipejos que presumen de tener un Nóbel?

sábado, 10 de noviembre de 2012

nada salvo el miedo


La he oído atribuida a demasiados autores, pero el autor es lo de menos cuando el contenido es contundente. La frase es “No hay nada que temer, salvo el miedo”. Yo la oí por primera vez en una película de Wim Wenders llamada “El amigo americano”. Dennis Hopper, como Ripley, la tenía grabada en su grabadora personal y la oía mientras jugaba al billar o conducía si mal no recuerdo..., que puede que sí.
El miedo es un poder tan fuerte que es el único elemento a temer. Por otra parte, temerlo es muy lógico si no quiere caerse en la inconsciencia. Se hizo un experimento, oí, y no lo invento, para eliminar en unos pobres ratones el miedo a los gatos. Tenía que ver con extirpar algo ligado a las tareas subliminales del sentido del olfato, eso que suena a algo paralelo a la pulsión provocada por feromonas. El resultado fue demoledor: los ratones no mostraban ningún tipo de temor, ni por tanto de defensa, ante los gatos: no quedó ni uno de aquellos ratones.
Sigo.
Miedo. Temor. Terror. Y de terror, terrorismo.
Definición de “terrorismo” según el diccionario oficial de la Real Academia: “Forma violenta de lucha política mediante la cual se persigue la destrucción del orden establecido o la creación de un clima de temor e inseguridad”.
Según la Real Academia, ¿no sería deducible que vivimos bajo un Estado terrorista? Si nos atenemos a la segunda disyuntiva, me parece que es de cajón llegar a un conclusión positiva. Juega a aterrorizarnos no por medios de violencia directa (aunque el incremento desmesurado del presupuesto para seguridad policial es alarmante): ni picanas ni calabozos inquisitoriales, de momento. Hay otras maneras de ejercer el poder del miedo, igual de dañinas y con la posibilidad de ser letales a la larga.
Se persignan con escándalo los que oyen decir a un personaje público (la gente de la cultura aún son personajes públicos, lo queráis o no) que al gobierno actual le conviene el mantenimiento y aún aumento del paro existente. ¿Algo genera tanto miedo y por tanto semejante capacidad de control y poder, como la inseguridad de cada uno y de los seres con quien convive?
Aquello que nos lleva a propiciar la paciencia y acatar, ¿no tiene que ver, cada vez en mayor medida, con el miedo fomentado a perder lo poco que podamos poseer, incluida nuestra dignidad?
Mientras recortan nuestros derechos y el presupuesto de lo que nos corresponde apelando a su vez a la paradoja de que son “medidas valientes” (CiU contendía con el Ejecutivo sobre qué medidas, las suyas o las “centrales” habían sido más valientes, que viene a significar más insensibles), fomentan el miedo, ese guardián del orden que paraliza la capacidad de acción.

Cuando se une el miedo racional y directo (por ejemplo el miedo a la pobreza, al deshaucio, el desempleo, la inseguridad, el futuro de los miembros más débiles que pueda tener tu familia...) con el miedo irracional, ese hermano gemelo del stress, tal como el que provoca en este caso la indefinición en que nos mantienen sobre el origen, la naturaleza y mantenimiento de la Crisis, el sujeto traduce la angustia resultante en una incapacidad de reaccionar, una astenia generalizada y una paralización cercana al pánico, un pánico en goteo que ni siquiera provoca la reacción contraria, esa que induce a huir desesperadamente o atacar con toda la fiereza posible a quien lo causa, sino más bien la de buscar la coraza de esconder el cuerpo dentro de sí mismo, ocultarlo, huir del golpe a base de convertirse en irrelevante y en último término acostumbrarse a recibirlo... y sobre todo asegurar al contrario que será menos amenazante, más dócil, la próxima vez. Etología, puro comportamiento animal. No somos mucho más, tal vez casi nada más. 
Tal es el miedo de la víctima. Dicha despersonalización hace posible la no reacción de miles y miles de víctimas controladas por unos pocos verdugos, como es el caso de un campo de concentración o incluso de exterminio.
El miedo del dominante también existe, claro. Es distinto, pero incluso más dañino: puede hacer que intente acabar con la totalidad del enemigo de un modo irracional, ya sean los lobos de los bosques medievales, los gatos (la expresión “quedaron cuatro gatos” proviene de las matanzas de mininos a los que se asociaba con los males causados por los maleficios de las brujas y demonios), los judíos, los comunistas o cualquiera a quien pueda crucificarse con el sanbenito de ser el causante del mal. Los débiles han sido siempre una elección preferente. Me suena más actual que lo de los gatos, desgraciadamente (y conste que sólo miro mal a un gato si me bufa malamente o me araña, dicho sea para congraciarme con sus múltiples seguidores en los tiempos actuales).
Tanto dominador como dominado pueden actuar por miedo, pero el primero impone el terrorismo institucionalizado que sufre el segundo. Su terror a la reacción del dominado puede ser una razón, pero nunca una disculpa, puesto que dispone del poder de eliminar o al menos combatir lo que considera la fuente de su miedo.
El control del miedo es el sueño de cualquier dirigente sin escrúpulos y la pesadilla de cualquier nación. La tentación, por otra parte, de cualquier gobernante, y por extensión de cualquiera que ostente un cargo con poder. El miedo a sus subordinados les hace atacar como  movimiento de anticipación defensiva.

El incremento de la incultura de la víctima se traduce en un fomento de la capacidad de indefensión. Por eso el poder fomenta la incultura.
La incultura del poderoso, por otra parte, le tapa los ojos ante lo que podría suponerle un problema moral y así le seda.
El que ostenta el poder, por lo tanto, siempre tiene la tendencia a cegarse, olvidar su principios morales, y de paso cegar a quien no debe ver por dónde van a caerle los golpes.
Bastante terrorífico esto del terror.

jueves, 1 de noviembre de 2012

primer búho de noviembre


Un autobús nocturno, eso que llaman búho, con zombies cansados de vuelta a casa en la noche de Halloween, que ya no es la de todos los santos.
Muertos bastante reales dada la hora de vuelta, maquillajes que han perdido el sentido y son sólo manchas, cansancio de muertos en vida en directo. Cierto patetismo asumido de una noche más sin llegar a la diversión prometida. ¿Prometida, por cierto? ¿Quién os prometió nada?
Queda, por encima de todo, la muerte de la noche, una noche sin la realización en varios casos de la realización de lo distinto.
Una noche más, al fin y al cabo. Nada dramático. Sólo sueño, con promesas de puente para los que puente tengan.
No me exilio del centro. Yo también rocé de lejos el disfrute de algo de los algos de una noche. Ilusiones que, a fin de cuentas, dan vida.
No hay trucos suficientes para amagar los trucos. No hay tratos que no devengan en el lamento de no haber llegado a un trato. Mejor que no haya tratos con quien no debe haberlos.
El Tenorio se diluye en un barreño de lejía sin saber por dónde sacar los pies. Su tiempo está acabando. Cuando vuelva a la luz no será en una noche de difuntos. Lo sacará a la luz una llama más viva o no habrá quien lo saque.
Los difuntos campean. La noche siguiente serán las ánimas. Ellas no conocen de modas, ni siquiera Halloween les ha impactado, porque nunca fueron memorables más que para los que las memoramos siempre. Estarán ahí, imperando imperantes en el México, pero reviviendo también aquí en la memoria de quienes las idearon en esta península dividida y memorable que quiero a mi pesar y con pesar. Ellas sólo saben que si las recuerdas se iluminan por un momento único, como lo son todos los momentos que merecen llamarse así, y reviven no se sabe siquiera de qué modo, pero de un modo real. No me cabe duda, y no lo digo por decir. Hay más cosas, Horacio, en el cielo y en la tierra, de las que sueña tu filosofía, y esta es de las más sencillas, de las más directas y también, para los que vemos la evidencia, de las más evidentes. Si tú no las sientes, no puedo decir que no te preocupes: preocúpate, porque tienes un grave problema de sensibilidad. Aquí estarán, cada vez de un modo para cada uno, y cada vez de una manera más o menos evidente y más o menos real, pero siempre notable, en el término que significa que se les nota.
Por solos que estemos, hay un momento, un punto, en que se nota que no estamos solos. Da miedo, responsabiliza, incomoda... mejor quedar como estábamos, pero no es posible ya. Las ánimas, esas constantes inconstantes, están ahí mismo, no nos piensan dejar jamás, habremos de ser medianamente honrados, medianamente gente si queremos no quedar mal ante sus ineluctibles ojos. En caso de que la palabra ineluctible tenga realmente un significado (véase mejor, ineluctable).
Noviembre empieza, la vida sigue, creo, ¡qué cosas!