Frase casi letal para la
gente del espectáculo esta de Sin Público.
Frase dramática a partir
de hoy para la ciudadanía en general.
Ha quebrado una empresa
y parece una frivolidad según corren los tiempos lamentarse por un cierre en
particular cuando cada día, gracias a esta inteligente
política de empleo que el gobierno anterior puso en práctica y que este de
ahora pretende llevar a los límites de lo creíble, cierran cierres a mansalva una
vez que los últimos trabajadores han traspasado el umbral y, ahora en la calle,
se miran con desconcierto y tienen gana de llevarse una mano atrás y otra
delante para expresar sus temores acerca del futuro inmediato.
Se baraja algo más
aunque para cada trabajador su conflicto sea quedarse sin trabajo. Ese público,
escaso por lo visto, al que apelaba el nombre del diario, se queda sin su
referente. No era un público que necesitara, en su mayoría, que le orientaran
en la propia opinión, pero sí que le hiciera ver que dicha opinión no era una
quijotada ni una rémora de pretéritas aspiraciones. Su presencia en los kioskos
daba solvencia a lo que otros tildaban de utopías, chiquilladas, inocencias...
No hay nada como la descalificación paternalista. La soflama encendida da
autoridad a los contrarios, la indignación los reafirma, la indiferencia los
mata.
Ahora habrá que entrar
en internet. Club de fans. No es lo mismo que titulares a borde de bandejas de
diarios. Ya no estará en la calle, sólo en los medios tecnológicos. Público amó la calle y los que la
tomamos, y ahora está también, como varios de nosotros, fuera de ella. La
protesta se transforma en la suma de indignaciones privadas. Vais bien,
gobernantes, no se puede decir que no sepáis de qué va la cosa.
Una ejecución más. Una
advertencia más. Ni desde la judicatura ni desde la opinión se admiten voces
que destaquen. Cuando no exista el aplauso, será el silencio el que respalde a
este gobierno. Esa es la idea, al menos.
Se dirá que fue sólo un
mal negocio. La auténtica ideología progresista nunca fue negocio. Lástima,
pero lógico en parte. Ahogarla es la prueba más sólida. Se dijo en un
informativo que Publico no era la
publicación con más deudas, ni mucho menos. Pero no es fácil que el capital
(qué palabra tan panfletera, ¿verdad, amigos?, ¿cómo lo llamaríais vosotros,
los mercados?, bueno, el eufemismo es una opción razonable) respalde
económicamente a quien le ataca. Por eso está en los kioskos esa cosa que se
llama La Gaceta, por algo, si abrís
todas las opciones de TDT en vuestra tele os encontraréis con un bombardeo de
emisoras fascistas, y digo fascistas porque lo son y no por una forma progre de
expresarme, sino por amor al lenguaje veraz, ese mismo fascismo que enarbola
una denuncia contra, por ejemplo, el juez Garzón en lugar de estar ilegalizada
por algo tan fácil como esa ley que se llama Ley de Partidos y condena el uso, presente
o pasado de la violencia. ¿La ultraderecha es pacífica? ¿Los partidos que
promueven golpes de estado y las guerras consecuentes si es preciso lo son?
¡Vaya, coño, hostias, copón!
Adiós, Público. Gracias. Te seguiremos en la
red. Nos quedaremos sin tus películas, sin tus libros, y peor, nos quedaremos
sin tu crítica imprescindible, sin tu referencia, sin tu coherencia, pero
procuraremos que no te aparten también de donde te quedas. Ojalá esto sea un
compromiso para muchos.
Nos vemos en la red,
aunque suponga lo mismo que decirle a una ex “nos vemos en los cumpleaños de
los amigos comunes”.
Qué triste es todo.
Tanto que ya parece que uno no sabe hablar más que de penas.