lunes, 16 de enero de 2012

la muerte no nos hace mejores


Se ha muerto Fraga.
Hoy se habla de él como si hubiera nacido en 1975 o hasta entonces hubiera estado sentado en un rincón de su casita. Desde sus acólitos, sus cachorros Aznar o Gallardón, o sus adversarios políticos, casi todos hablan de su gran contribución a la democracia. Con honrosas excep- ciones, por fortuna.
La memoria histórica no debe recordar sólo a las víctimas. También a los que las causaron.
Se habla de “diferencias ideológicas”, no de la responsabilidad de comandar la Dirección General de Seguridad, la represión contra los manifestantes, los muertos de Vitoria, el secuestro de publicaciones, o el hecho de sentarse en el Consejo de Ministro que aplicó las últimas penas de muerte. Eran los tiempos de Franco, un dictador fascista que parece haber pasado a engrosar la lista de los reyes godos, alguien a quien los estudiantes de hoy suponen perdido, en caso de conocerlo, en la noche de los tiempos.
Tras la muerte del dictador, Fraga se subió al carro de la normalización. Bueno, empezó a hacerlo unos meses antes, que tonto nunca he supuesto que fuera. Se ha olvidado la imagen de ese señor que lucía sobre su camisa los colores de España en los tirantes mientras, flanqueado por el muy progresista Arias Navarro -el que anunció y lloró ante las cámaras la muerte de su caudillo y a quien no quería ver de cerca ni el nuevo Rey-, increpaba a gritos y en directo a sus detractores y les amenazaba con algo más que palabras desde las tribunas de Alianza Popular.
Luchador incansable contra cualquier forma de federalismo, autonomía o nacionalismo, lideró durante innúmeras legislaturas la Xunta de Galicia. Paradojas.
Ahora está muerto. Supongo que no ha sido agradable, aunque eso sólo puede saberlo él, pero sí razonablemente apacible: en casa, rodeado de reconocimiento y honores, sin haberse sentado jamás frente a un tribunal, suerte que comparte con todos sus camaradas sin excepción.
Como cualquier hombre, ha cerrado el arco de su vida. Pese a lo dicho, deseo que descanse en paz, casi tanto como se lo deseo a todas sus víctimas. 

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