Se ha muerto Fraga.
Hoy se habla de él como
si hubiera nacido en 1975 o hasta entonces hubiera estado sentado en un rincón
de su casita. Desde sus acólitos, sus cachorros Aznar o Gallardón, o sus
adversarios políticos, casi todos hablan de su gran contribución a la democracia.
Con honrosas excep- ciones, por fortuna.
La memoria histórica no
debe recordar sólo a las víctimas. También a los que las causaron.
Se habla de “diferencias
ideológicas”, no de la responsabilidad de comandar la Dirección General de
Seguridad, la represión contra los manifestantes, los muertos de Vitoria, el
secuestro de publicaciones, o el hecho de sentarse en el Consejo de Ministro
que aplicó las últimas penas de muerte. Eran los tiempos de Franco, un dictador
fascista que parece haber pasado a engrosar la lista de los reyes godos,
alguien a quien los estudiantes de hoy suponen perdido, en caso de conocerlo,
en la noche de los tiempos.
Tras la muerte del
dictador, Fraga se subió al carro de la normalización. Bueno, empezó a hacerlo
unos meses antes, que tonto nunca he supuesto que fuera. Se ha olvidado la
imagen de ese señor que lucía sobre su camisa los colores de España en los
tirantes mientras, flanqueado por el muy
progresista Arias Navarro -el que anunció y lloró ante las cámaras la
muerte de su caudillo y a quien no quería ver de cerca ni el nuevo Rey-, increpaba
a gritos y en directo a sus detractores y les amenazaba con algo más que
palabras desde las tribunas de Alianza Popular.
Luchador incansable
contra cualquier forma de federalismo, autonomía o nacionalismo, lideró durante
innúmeras legislaturas la Xunta de Galicia. Paradojas.
Ahora está muerto.
Supongo que no ha sido agradable, aunque eso sólo puede saberlo él, pero sí
razonablemente apacible: en casa, rodeado de reconocimiento y honores, sin
haberse sentado jamás frente a un tribunal, suerte que comparte con todos sus
camaradas sin excepción.
Como cualquier hombre,
ha cerrado el arco de su vida. Pese a lo dicho, deseo que descanse en paz, casi
tanto como se lo deseo a todas sus víctimas.
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