Uno de los momentos más
vergonzosos de esta nuestra última y sembrada democracia, ha sido la
declaración de "principios" de nuestro presidente de gobierno elegido
por mayoría (simple, menos mal, tan simple como ellos mismos, ¡tanta gente!) en
su viaje a Cataluña.
Visitó en persona ese
"nido de apátridas y renegados" y, en lugar de tratar de negociar
sobre un posible o imposible referéndum, sobre unas u otras medidas de
convivencia, sobre una o no negociación, sacó la chequera y le faltó decir,
como al señor marqués en La Escopeta Nacional: "¿Que mi hijo ha querido
tirarse a una guarra? ¡Pues que diga cuánto se le debe y santas pascuas!".
Parece que esa es la manera de tratar con quien pretende ser una nación desde
sus órganos de poder y desde una buena parte de sus ciudadanos, sean o no
mayoría.
Tanto te doy, vino a
decir, en infraestructuras; tanto en comunicaciones, tanto en tanto... ¿Qué se
debe? O mejor: "¿con cuánto te callarías, perra?"
Tan vergonzoso ha sido
eso como la respuesta de algunos de los de tales tierras: si eso es así,
respondieron, que se vea el parné por delante, que estamos hartos de promesas.
Triste.
¿No hubiera sido el
momento de decir que la base de unas negociaciones tienen más que ver con el
respeto que con la compra? Suerte tiene Mariano cuando la indignidad de algunos
de ellos ha evitado provocar una ruptura en toda regla.
Cuando en un matrimonio
mal avenido entra la falta de respeto, puede que no haya marcha atrás. (Puede,
digo, porque cada vez que miro alrededor me noto más ingenuo y no sé si
idealista o tonto, al suponer que la dignidad es un valor irrebatible en
cualquier relación)
Conste -quien leyó
alguna vez lo que escribí puede acordarse o no- que yo ni entro ni salgo en el
divorcio, sólo en la constatación de que si alguien quiere marcharse lo debe
plantear, y hay que llegar a un plebiscito en que la otra parte vea que la
verdad es evidente o que quien lo ha planteado se dé cuenta de que no cuenta
con respaldos suficientes. Creo en la capacidad de decidir por encima de cualquier
otra razón o de razones. Por otra parte, estoy harto de insultos sin sentido
por parte de los "humillados y ofendidos" y casi deseando que esa
mitad que no es mitad porque ocupa muy poco (menos de los que ellos mismos
creen) decida hacer las maletas hacia el limbo de la noeuropa que está
empezando a fraguarse. Como quieran. Como lo vean.
Pero que un presidente
de gobierno declare en directo las condiciones económicas de un chantaje, me
parece algo más que vergonzoso.
Y por otra parte -y no
se piense que me pongo nacional, pero creo en lo justo-, ¿con qué derecho un
presidente ofrece mi dinero, que no soy catalán, a quien quiere acallar por
medio de un chantaje, haciéndome más pobre? ¿O es que en eso tampoco hemos
reparado? En quién -una vez más- paga el precio de un chantaje que tampoco va a
tener maravillosas consecuencias. Y, de paso, sonroja.
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