La política está hecha
para la polis, como su propio nombre indica. Al menos en origen. El origen debe
haber quedado lejos, porque al parecer nadie se acuerda de esto. Política para
la polis, para los ciudadanos, para las ciudades, para los seres que habitan
las ciudades, para los habitantes de los pueblos y ciudades.
No parece tan difícil,
joder.
El medio político se ha convertido en algo tan fuerte que parece
haberse merendado al mensaje que
debía llevar a cabo como norma. McLuhan vuelve a resultar tan fuerte, tan lúcido
y gracioso como aquel día en que Woody Allen le hizo aparecer en la cola de un
cine en Annie Hall, y su enunciado se nos muestra tan evidente como un letrero
luminoso (que viene a ser también un medio: un medio, a menudo, más fácil de
leer que un programa político).
Los programas se
muestran complicados. Las estrategias, inasequibles.
Cada partido político
parece ser la finalidad de cada partido político.
El fin principal de cada
uno de nuestros partidos parece ser la estructura de partido y sus repartos de
poder. Lo que va dirigido al ciudadano es algo que vendrá después, de un modo
mesiánico, cuando los tiempos estén superados y la totalidad del poder esté en
las manos apropiadas. Un mundo ideal, donde el poder sea el poder sin
apelativos de un partido con mayoría absoluta (ese cáncer terrible de la
democracia), soitario o pactando. Y mientras tanto la labor será ganar el trono
y los escalones inmediatos.
La palabra
"ganar", siendo legítima para un partido, no puede ser su única
labor. De ser así, parece que cuando un partido no está en el poder desaparece,
o desgasta su esfuerzo en aquello que sigue siendo su norma constante, que es subir
escalones para llegar al poder más adelante, al parecer como primera
aspiración. Como aspiración única, para más lástima. Hacer lo que considera
útil para el ciudadano de la polis tiene un lugar mucho más bajo en el propio
escalafón. El ascenso en las encuestas, el arañar escaños, parece la actividad
primaria de sus oficinas, no tanto como idear la mejora de la situación de los
vecinos..., a no ser que esto valga para escalar el ranking.
Mientras tanto, los
líderes se entregan en masa al todo o nada. Igual que sus partidos no parecen
existir si no gobiernan, sus dirigentes parecen considerar como inútil su
actividad si no están en un trono incuestionable. Estos Ricardos Terceros, sin
ser tan cheposos ni deformes, al menos en su cuerpo, manifiestan sin complejos
que si no ganan desaparecerán del mapa, dejando en la indigencia a sus
seguidores, culpables de su propio ostracismo futuro (digo yo). Sus partidos no
deben ejercer una oposición fuerte y decente, eso parece. Ellos no deberían ser
nunca segundones, sólo vencedores victoriosos (redundancia tan redundante como
ellos mismos). Todos los partidos españoles con primarias tienen líderes que
prometen irse de puestos de poder si no les dan su confianza. Todo o nada. O
César o nada, que decía uno más listo. Mientras, quien en estos momentos tiene
más poder, elude las primarias y apuesta por el poder absoluto. Más fácil. La
derechona siempre fue así, por otro lado. Menos inteligente pero mucho más
lista y sin desgaste.
Seguiremos, nosotros los
de la polis, como siempre, apoyando el mal menor. Pero sería absurdo no decir,
quien lo vea, como yo, pese a no estar seguro de estar seguro, que el mal es la
forma habitual de política sin polis. Porque mientras no haya polis, la
política será sólo el episodio más aburrido y menos cercano a nosotros de otro
Juego de Tronos donde correrá una u otra sangre, nos lleve o no a la muerte
(pero sí, eso seguro, a la desilusión, a la desesperanza, al aburrimiento, a la
desidia, a la inacción, al conformismo, al.........)
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