...es ser agradecidos.
Espero que esta
comunidad llamada país, federación, feudo o como quieras, tenga en un futuro
muchos motivos de agradecimiento con Podemos. Esto no sólo no es una campaña
electoral sino que incluso declaro que no sé ni a quién votaré yo en las
próximas municipales, autonómicas ni generales. Sé a quién no, que no es ni uno
ni dos, pero en este aspecto negativo no va a cambiar mi voto con respecto a
anteriores ocasiones.
Aparte de este deseo,
paso a agradecer lo que este país está obligado desde ya a agradecer a esa
nueva formación. Desde que se celebraron las europeas, y con la consolidación
posterior, aunque sólo virtual a base de encuestas, nos encontramos con que:
El PSOE ha dejado de
parecer un partido de derechas, pareciendo cada vez más un partido centrista,
que es donde González, y los de luego, le metieron cuando decidieron que el
capital era un mundo molón y el PAISoe decretó que España era un país estilo. Pero
al menos no aquel de la renuncia del talante que accedió a meter con calzador
en la inquebrantable Constitución el maldito artículo 135, lamió el culete a la
Iglesia católica, se rindió a los bancos... (¿sigo?). Cuenta pendiente: que
deje de parecer que su líder actual vaya a encajarse un polo rosa y un sweter
con los brazuelos cruzados al cuello para ir a pasear por el Sardinero.
El PP inventa limosnas o
aguinaldos rácanos a parados de larga duración en probados casos (supongo que
para familias que vayan a misa, tengan un mínimo de siete hijos, se muestren
agradecidos, apacibles, y sonrían agradecidos con los ojos húmedos, que siempre
ha sido la línea del ropero parroquial).
De pronto, todo el mundo
adora a los ciudadanos, descubre derechos irrenunciables a los que antes
declaró que era necesario renunciar, ve antidemocrático no acudir a primarias o
se hace fanático de las redes sociales y el tú a tú.
Y sobre todo, ha hecho
más divertida la política (y según pasen los meses, se acerquen las elecciones
e incluso se celebren, no te digo):
Los medios fachas, desde
RTVE a ABC, La Razón, Telemadrid (esto es suposición, porque no veo más que sus
anécdotas disparatadas), y hasta El País (que no digo que sea facha en el mismo
sentido), han despertado mi nostalgia con la repetición de aquellos años en que
los rojos tenían cuernos y rabos e iban a decretar, si llegaban al gobierno
que, junto con la abolición de los demás partidos, el aborto fuera obligatorio
por lotería, el idioma oficial fuera el español con acento venezolano o
boliviano según las eras (salvo los catalanes, que junto con los etarras vascos
disfrutarían de un paraíso natural después de regalarles las Canarias y
masacrar a sus habitantes originales), el matrimonio homosexual fuera el único
consentido y los tenderos con más de cincuenta años y más de treinta metros cuadrados
de negocio fueran colgados por los cataplines en la Plaza del 15 de Mayo,
antiguamente conocida como Puerta del Sol, además de estar estudiando la
aniquilación de los primogénitos varones.
Que, en este mismo
sentido, tantos estén perdiendo el miedo al ridículo, y hasta puede que se
jueguen su prestigio o su puesto, que en muchos casos no merecen (¿hablamos de
la noche en 24hs?).
Es terrible que el miedo
sea un motor para el cambio y que Iglesias acertara al predecir que el miedo
había cambiado de bando. Es terrible, pero puede venir bien ese visceral temor
a perder escaños (no otros miedos), y a las pruebas me remito.
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