A los españoles,
Cataluña (no diré nunca Catalunya porque tampoco llamo London a Londres) nos
está pidiendo el divorcio. Como madrileño, me siento como contraparte directa
en el proceso incoado y por eso respondo.
Cataluña de mis
entretelas: por mi parte, en cuanto quieras, te será concedido. Otra cosa es
que las leyes que nos gobiernan a ti y a mí, y sobre todo este gobierno
fantasma cuyo jefe se esconde debajo de la mesa de la vergüenza, piensen de
otro modo. Por mí, cariño, te lo digo de corazón, no hay problema. Se nos
rompió el amor y eso que nunca lo usamos de un modo adecuado. Tú con tus
ínfulas de ser una pequeña francia y los que seamos nosotros con ese cerrojazo
de intentar imponer el cocido por encima de la escudella, aunque las
diferencias sean mucho menores que las coincidencias.
Como dije alguna vez,
nadie que ponga las maletas en la puerta de un domicilio debe ser forzado a
volver dentro. La casa de muñecas ya pasó de siglo y debería estar superada. En
las personas como en los estados.
Nora, Cataluña, si te
ignoran será porque no quieran mirar.
Quiero, yo también, mira
tú, que te vayas, aunque sea nada más que por el sencillo motivo de que pareces
querer irte.
Y deseo que te vaya
bien. Aunque te vas a llevar alguna sorpresa, como el comprobar que tu pobreza
no se debe a que los andaluces no paguen lo que deben, ni tu opresión a que
Madrid esté en el centro. Así que luego no tengas la osadía de pedir peras a un
olmo que no sabe darlas ni las dio nunca, aunque tus gobiernos dijeran que las
daban pero a otros y no a ti.
Esos que dijeron que en
Andalucia no paga “ni deu, ¡¡¡ni deu!!!” y lo repitan y griten para intentar
así imponer su razón, nunca tendrán razón. Lástima que con ello hayan manchado
sus dos nombres de partido, uno que dice ser de esquerra y otro que alude a una
república que tanto se aleja del modelo del 31 en que nació. Vergüenza
izquierdista una vez más, vergüenza no sólo ajena para los que no nos
avergonzamos de declararnos como izquierda.
A ver si surge el
federalismo. A ver si esta España, aun sin vosotros cuando ya no estéis, llega
a ser múltiple. O no. Si quieres la verdad, a mí me da lo mismo. Lo que no
quiero es que la gente esté donde no quiere estar. Tampoco que chupe de los
otros. Ni vosotros de nosotros ni nosotros de ustedes. Ni que ponga pretextos
para su cortedad de recursos o de miras, como aquel de que el resto les
coartan, cuando han sido criaturas ampliamente mimadas.
Y como retranca de un
amante despechado os recuerdo que, por mucho que os empeñéis, Picasso es malagueño
os guste o no.
A ver si los abogados
nos favorecen y nos secundan y podemos sonreírnos dentro de muy poco. Separados
y conformes.
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