Gallardón acaba de
ganarse un par de hostias. No de las suyas, de las obleas, sino de las de
izquierdas, signifique eso lo que signifique y aunque sólo sea por oposición.
No se las llevará, por
descontado.
No sé por qué. Por
cierto.
Wert lleva meses y años ganándose hostias hasta en el carné de
identidad, o en el permiso de residencia, que con ese nombre que tiene... (no
tengo nada contra los inmigrantes, pero como él sí, si lo leyera le cabrearía,
y eso me gusta suponerlo).
Montoro, ratón mutante,
debería acabar reventando de lo que sea que tenga. Algo asqueroso, de cualquier
modo. Y sin asistencia sanitaria.
¿Seguimos con Interior,
Vicepresidencia, Economía, Exteriores...?
¿Miramos la Comunidad de
Madrid, la de Valencia, la de Castilla, tantas..., los Ayuntamientos, como el
podrido de la Botella madrisoletana por ejemplo?
Caemos tontamente en la
táctica del enemigo directo.
Rajoy no piensa cambiar,
dice, ninguna figura, como en el ajedrez, del gobierno. Ni enroques ni
gambitos. Hasta el final de legislatura, claro. Entonces, para las elecciones,
los quemados se quedarán en la hoguera y se sacará gente nueva, esos que
todavía no sabemos lo cabrones que son. Rajoy seguirá a flote. De eso va. El
sopas podrá seguir balbuceando.
Algunos quedarán, como
Gallardón, supuesto izquierdoso dentro del partido que sólo engaña a los que
tienen tarada la conciencia política, o creen que eso no existe. O la
retrechera Esperanza para todo. O los gurús de nada. Gente que satisfaga al ala
derecha de su partido (que avergonzaría a los nacionalsocialistas alemanes de
los treinta, y estaría bastante contenta en la falange española de las jons:
asesinos, en suma, ¿por qué no hablar claro?).
¿Hablamos de la
oposición, o es demasiado triste hablar de ella?
Acabo de decidir que es
demasiado triste.
Otro día.
El caso es que quedarán
como cabrones los que lo son pero fueron puestos en primeras filas. Parecerá
que ellos tomaron iniciativas particulares, como si no hiciera falta para
tomarlas el respaldo entusiasta de un gobierno. Como si a ese gobierno no le
amparase un partido. Como si a ese partido no le amparasen millones de
votantes, esos que nunca existieron si sales a la calle y preguntas quién fue
el cabrón que les votó.
Algunos tienen la
honradez de reconocer que lo hicieron. Hablan de sus negocios en crisis, de su
pequeño comercio (ese que la derecha, por cierto, no apoyará jamás, permitiendo
que a su lado abran los domingos, durante las horas que hagan falta, los
comercios que abarcan y devoran y contra los que es estéril cualquier tipo de
competencia, puesto que no se basa sólo en la explotación de la familia sino en
la explotación en general) que fue fundado en la falsa creencia de origen
norteamericano “tanto curras tanto vales”.
La mayoría, el resto,
como en el texto shakespeariano, es silencio.
Nadie les votó. En las
encuestas, la derecha es un mojonazo. Pues vale.
Quería hablar de
responsabilidades. Los ministros no podrían hacer lo que hacen si el gobierno
no lo respaldara (no sólo “permitiera”, que es lo que publicitan). El gobierno
no podría actuar sin la connivencia de su partido. El partido se acojonaría si
pensara que no le apoyan sus votantes.
Sus votantes.
Ahí estoy, porque es el
señor o la señora que te vende el pescado o los botones.
Hay dos Españas. Hay
quien dice que ese es el mal del país. Pero no. Yo me alegro de ser de una de
ellas, aunque sólo sea por no pertenecer a la otra.
Lo malo es que hay una
España que cuando llega al poder acogota, y otra que perdona todo lo
imperdonable.
Hay una España en el
gobierno enemiga de la otra mitad.
No se ha acabado el
conflicto. Y no por ganas de que se acabe, que yo soy el primero que querría,
pero es inocente pretender que se acabó.
Quisiera hablar con esa
España que es una de dos, desgraciadamente, y recordarle que la Una (Grande y
Libre, siempre que la libertad se cifre en que los poderosos hagan lo que
quieren) va a intentar acabar con ella, con la que piensa que no hay dos.
Una se empeñó en perdonar y me parece que ya le vale. Otra,
la que tenemos, es la eterna venganza contra algo que le obligó a aceptar una
supuesta democracia que, aun siendo supuesta, nunca le convenció. Va contra
nosotros. No es ninguna locura: si te persiguen de verdad, no es paranoia.
Y mientras, pensaremos
que el modelo de los años de entreguerras pasó aunque nos lo impongan, y
hablaremos de nombres y no de ideologías, y nos parecerá que hay mala gente,
que la hay, y no, sobre todo, un mal gobierno que odia a sus ciudadanos, que
sólo les ve como potenciales manifestantes contra los que comprar tanques de
agua, tanques normales...
¿Quién sabe si tortura y
reclusión en el futuro?
Por eso, no perdono a
los votantes. Los que votaron por mayoría a Hitler en Alemania no pueden ser
nunca inocentes. Tampoco los nuestros. Y no me habléis de que soy ingenuo en
las comparaciones. El huevo de la serpiente ya está puesto en el nido.