Lo del doce del doce del
doce a las doce no sonaba serio ni para un maya harto de piscosour.
Tan poco esfuerzo en
barajar cifras es como no tomarse la molestia de barajar las cartas: suena a
tongo.
Pero, eso sí, tanta
simplicidad prometía una ventaja innegable: exactitud, concreción, afinación.
No era de doce a tres ni entre el doce y el catorce. Daba la impresión de caer
como el filo de una navaja bien afilada o una guillotina bien equilibrada:
precisión absoluta y límpida falta de sufrimiento para todos (o el sufrimiento
de una décima de segundo, que puede ser eterno pero también corto, sirva la
paradoja... ¿no?).
El caso es que pasó el
doce y alguien dijo que se había traspapelado la profecía o lo del cálculo (no
renal, astronómico) y que esto íbamos a tener que dejarlo para el veintiuno,
que no deja de ser una inversión chungalís del doce, medio apañada y medio por
apañar y con trampa futura, ya que si no va a ser posible contar el mes
veintiuno, el año veintiuno nos lo endosan en menos que canta un grillo, y si
no al tiempo.
A mí, como se ha debido
suponer, me hacía cierta ilusión eso del fin colectivo, como cuando uno nota
que toda España (incluidos vascos y catalanes, que esa vez sí conectan) nos
tomamos las uvas a la vez el treinta y uno (otro numerito, vaya). Porque,
quieras que no, eso de la muerte siempre lo sufren más los que quedan a este
lado de la vida, y si no te lo crees vete a un tanatorio y verás la paliza que
los pobres deudos tienen que aguantar por parte de casi desconocidos que
aprovechan el óbito para fumar más que nunca y disimular carcajadas de chistes
absurdos con unas súbitas caras recompuestas del no somos nada cuando aparece
un familiar cercano del señor o señora que permanece expuesto en el escaparate
como una lubina de mercadona en fin de semana.
Siento si se ha ofendido
algún amante de la vida. Yo lo mentaba por solidaridad, que en verdad no nos
cuesta nada irnos todos a la vez y más si no hay que decidirlo.
Pero lo mismo es que los
mayas son más listos, y esto del findelmundo es como lo de la eraacuario, que
entra pero no acaba de entrar por mucho que se desgañitaran hace décadas los
que cantaba en Hair y los que hoy mismo anuncian que ya sí, que ya mismo
estamos.
A ver si es que el fin
del mundo es una muerte a hilachas, segregada como la seda de una oruga hasta
hacernos capullos del todo, y estamos al principio y tarda mucho, pero mucho, y
los doce del doce del doce del doce del doce del doce es una coña igual que lo
de los presupuestos o lo del consenso o la reforma o lo que su madre invente,
que yo no quiero decir nada, que el otro día alguien muy importante para mí me
dijo que a ver si por una vez dejaba de escribir de política en este blog, pero
es que no me deja la situación, o al menos no del todo, Noelia, que le vamos a
hacer.
Qué fin del mundo más
lento, pesado, doloroso y aburrido.
Venga ángeles y más
ángeles y corderos que abren sello tras sello en este Apocalipsis sin poesía ni
sentido estético.
Y los mayas, dilatando
como una preñada indecisa en el noveno mes, sin decidirse a darnos el hachazo
definitivo, igualando al señor Larra en esa eterna dilación del vuelva usted mañana.
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