¿Poner orden equivale a
reprimir?
Más allá de la idoneidad
de la aplicación del artículo 155, una vez aplicado debería remitirse a restaurar las competencias de un estado
autonómico, no a demonizar y condenar para siempre aspiraciones que, aunque yo
no comparta ni las compartan otros, no por eso son menos legítimas.
Va a resultar que el
verdadero demonio es la demonización. Los arcángeles cutres que ostentan
corbatas horteras en lugar de espadas de fuego encienden la mecha de sus
camping-gas azules (como el hermano dragón muerto de los juegos de tronos que
va y derriba el muro una vez que está muerto, no se olvide) y arremeten contra
los nuevos reinos.
Acabarán convirtiendo en
héroes, si no en mártires, a los líderes torpes de un movimiento fácil de
discutir si no se los prohibiera.
¿Es esa la intención?
¿Es que intentan las fuerzas reaccionarias crear adversarios para poder
ganarlos, y una vez que den la imagen de ganadores poder asaltar el pódium de
redentores, salvadores, feroces cazadores de brujas? -(brujas malas reducidas a
esconderse detrás de la escoba, y a temer y no hablar, como suele pasar con las
brujas vencidas, o disueltas con un cubo de agua de fregar teñido en rojigualda)-.
Ganar por baza, sin
tener que apostar, equivale a evitar el pensamiento sobre lo que es o no
idóneo. Los jugadores torpes siempre intentan zafarse de las comprobaciones
sobre una baza u otra. Parecido a las cartas marcadas.
El político se ampara en
el juez, Pilatos se esconden detrás del Sanedrín y se lava las manos. Hasta de
la Semana Santa, que tenemos encima en estos días, se puede aprender algo
provechoso.
Lo que da miedo es que
pienso a veces que ni siquiera saben a dónde pretenden llegar. Al PP, no sé si
como un reflejo de actitudes fascistas, lo mismo piensa que le favorecen
–quizás no sin razón, y eso es lo triste-, estrategias de tierra quemada. A
Ciudadanos, que muestra su carácter más sincero y más crudo en cuestiones
autonómicas, que no en vano nació para arrasar cualquier identidad nacional, le
interesa algo demasiado parecido a la venganza, revancha, victoria
incondicional o similares. El PSOE se esconde como los Monty Phyton detrás de
una ramita, pero todos los vemos, y eso, piensen lo que piensen sus dirigentes
y sus cada vez más despistados cuadros -que deberían a estas alturas estar
realmente a cuadros-, les va a dejar como a los susodichos con el culo al aire:
no se puede nadar, guardar la ropa, ser los guardacostas y meterse entre dos aguas
a la vez. De tanto jugar a ser el camaleón van a terminar por no tener color.
Eso por no hablar de los nacionalistas en diverso grado y condición, que han
olvidado que hay dos cosas que se llaman, respectivamente, tiempo y
oportunidad.
Repito la pregunta, que
es lo que de verdad me inquieta: ¿Poner orden equivale a reprimir?
Porque lo mismo la
represión al nacionalismo catalán es solamente una advertencia para todos
aquellos que intentan criticar de un modo u otro el llamado orden.
Vivimos en un estado
policial donde la represión a la expresión está tomando unas proporciones más
que preocupantes.
¿Se está intentando
imponer un modelo cercano a acotar qué puede o no puede ser, o qué puede ser o
no, siquiera, dicho?
Seguiremos hablando de
esto…, aunque hablar resulta cada día más y más complicado.