Helena Maleno va a ser
juzgada el día 10 de Enero de 2018 en Marruecos, país al que la Audiencia
Nacional española ha enviado su expediente después de desestimar su acusación
por parte de la justicia… pero pasando la papeleta a sus vecinos para ver si
puede conseguir su condena sin tener que mancharse la manos. Si esto supone una
acusación infundada, será que tal vez la lógica desvele cosas que el
procedimiento legal no contempla.
El crimen de Helena
Maleno, española residente en Marruecos, consiste en alertar a las autoridades
cuando hay inmigrantes que se encuentran en peligro inminente de muerte en sus
aguas territoriales para propiciar su salvamento marítimo. Se ocupa, según los
propios afectados, no solo de esto sino también de los trámites posteriores que
pueden derivarse de la desgracia, incluidos, en el peor de los casos, los
trámites precisos para conseguir que los cadáveres de los que no han podido ser
rescatados reciban una sepultura o una incineración dignas.
Va a ser juzgada bajo la
acusación de que sus acciones podrían suponer una colaboración con las mafias
que se benefician de manera ilícita de las migraciones humanas…, ¡vaya forma de
referirme a esa maldita trashumancia de personas en forma de ganado!, pero es
que ya no sabe uno como llamarlas sin resultar ofensivo pero tampoco queriendo
evitar recordar la ofensa que supone para cada uno de nosotros que estos hechos
sucedan. Y cuando más responsabilidad política, mayor porcentaje de culpa.
Al parecer ningún
tribunal juzga que ni siquiera se cumplan las cuotas de asilo a los refugiados,
nadie va a un tribunal por permitir que las condiciones de los centros de
internamiento de inmigrantes ni siquiera cumplan unos mínimos, cuando no son
sustituidos, por ejemplo, por prisiones para presos comunes, abandonadas o no.
Nadie parece culpable de la desesperación que conduce a la muerte a tantos
seres humanos, nadie sufre un proceso judicial por acostumbrarse, como nos pasa
de un modo u otro a casi todos, a que sus semejantes mueran mientras aplaudimos
la desigualdad.
Pero sí juzgan, e
incluso con el riesgo de que la condena alcance la cadena perpetua, que una
mujer dedique sus esfuerzos a que la dignidad tenga un sitio en este
descompuesto mundo, o, lo que es más inmediato, más indispensable, a que la
muerte en el océano no llegue a ser una muerte merecida para los que se atreven
a desafiar su miseria para arribar a lo que suponen que ha de ser el primer
mundo.
(Si deseas más
información busca el blog o la web de la organización Caminando Fronteras)