Durante la ocupación
francesa por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, el estado
colaboracionista, presidido por Petain, se afincó en Vichy y por eso se le
conoce con ese nombre. Su nombre oficial fue el de Estado Francés (État
Français), pero eso no viene al caso. Sí viene que la Francia Libre en el
exilio fue comandada por el general De Gaulle desde Londres y organizó en parte
la Resistencia. Charles De Gaulle no es una figura que me vuelva loco de
entusiasmo, y su trayectoria casa escasamente con mis ideas, pero quiero pensar
que si hubiera vivido en esa época y hubiera de tomar partido, en absoluto
dudaría de contra quién estaba, y por tanto a quien tendría que apoyar. No se
trata de que la película Casablanca
me haya marcado la infancia, prefiero pensar que me quedan dos dedos de frente
para saber a ciencia cierta que los nazis no son una opción.
No lo eran. No lo son.
Me da igual el prefijo neo (que nada
tiene que ver con Matrix) que suaviza la idea de los nazis actuales. O los
fascistas, o como les queráis llamar. Les llaméis como les llaméis son quienes
son y desean lo que desean y del modo en que lo desean llevar a cabo. Nunca más
Vichy.
Marine Le Pen ha
obtenido un 35% de los votos, unos diez millones por lo que se dice. Se sabía
que ni ella ni su partido ni su tendencia son una anécdota. Se quiera o no (yo
no lo quiero) son una fuerza impresionante. Y no están solos ni en Europa ni en
el mundo.
No son un partido de
derechas, con todo lo negativo que eso pueda tener. Son algo muy distinto y
mucho más peligroso.
Por eso mismo no
entiendo ni acepto el mensaje de cierta izquierda que iguala el mal de un
representante de los banqueros como Macron con una formación nazi (¿os gusta
más neonazi?). Si hay que vomitar al emitir un voto que nos repugna, hay que
tragarse la náusea, de momento, para poder frenar al enemigo más amenazante.
Elementos de la
izquierda tan poco sospechosos como Varoufakis y varios otros tampoco han
podido entender ese cruzarse de brazos, cuando no el apoyo al enemigo, como han
expresado en algún artículo. Otros han recordado que el mismo Mélenchon, hace
cinco años, encabezó una campaña no sólo para pedir que no se votase al padre
de la actual candidata, Jean Marie Le Pen, sino para pedir el voto para el otro
candidato con tal de que una formación ultraderechista no llegase al poder. No
entiendo el cambio de actitud a día de hoy. ¿Se puede ser tan inocente como
para pensar que han dejado de ser una amenaza?
Hay valores que no
pueden perderse. La ideología ha de seguir siendo un motor. ¿O hemos de
secundar al señor Montoro cuando tuvo la desfachatez el otro día con motivo del
debate sobre los presupuestos generales de burlarse de la ideología
contraponiéndola a la capacidad de tener ideas?
En nuestro país,
desdichadamente, la derecha en el poder tiene su origen en un régimen fascista,
pero o estoy muy equivocado o no pretenden imponerlo de nuevo, y si lo
intentaran la forma de frenarles sería otra.
En menos de un mes, en
Francia, hay elecciones legislativas. ¿Se va a volver a despreciar el poder de
la ultraderecha? ¿Se va a repetir lo que considero una equivocación por parte
de los que se pronuncian desde nuestro propio país?
No confundamos: A la
derecha hay que echarla del poder; a los nazis hay que expulsarlos de la política.