Tenía pensado poner al
final, pero voy a poner al principio, el inmenso, lúcido, valiente (como
siempre en él) y apropiado a cada momento soneto de Lope que no se me quita de
la cabeza con este festival del aniversario de la pobre criatura (lo digo completamente
en serio, sobre todo esa palabra terrible: "criatura") que tuvo la
buena o mala suerte (qué más da después de muerto) de convertirse en símbolo
del horror de todo un fenómeno centrado en la huida del horror y de la guerra
que algunos llaman putamente emigración y que debería llamarse abiertamente
"no nos dejéis morir así sin más". Ese pobre niño que provoca que un
año después se diga que nada ha cambiado cuando eso no es verdad: la dosis del
horror se ha estabilizado en un acontecimiento llamado indiferencia. Sólo las
víctimas se han multiplicado, la indiferencia se convierte en una especie de
constante matemática.
El caso es que Lope,
aunque no supiera nada sobre Siria o aledaños, y se refiriera al sentimiento
religioso católico y cercano, hablaba de la insensibilidad, del miedo a la
aceptación de la miseria, del miedo a la caridad sin disfraces en estos catorce
versos:
¿Qué tengo yo que mi
amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue,
Jesús mío,
que a mi puerta cubierto
de rocío
pasas las noches del invierno
escuras?
¡Oh cuánto fueron mis
entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué
extraño desvarío,
si de mi ingratitud el
hielo frío
secó las llagas de tus
plantas puras!
¡Cuántas veces el Ángel
me decía:
«Alma, asómate agora a la
ventana,
verás con cuánto amor
llamar porfía»!
¡Y cuántas, hermosura
soberana,
«Mañana le abriremos»,
respondía,
para lo mismo responder
mañana!
Todos sabemos por qué
ellos, los que insertan sus dedos entre los rombos de las alambradas intentando
traspasarlas, "procuran nuestra amistad": no es, como algún imbécil
dice, la admiración por los valores occidentales, sino la esperanza de una
futura vida digna (soñando con que ese futuro no esté demasiado lejos del
presente), e incluso, de un modo menos ambicioso y más inmediato, la pura
supervivencia de ellos o al menos de sus hijos. Llaman por eso a nuestra
puerta, esa que no se abre nunca.
Para intentar lograrlo,
pasan noches del invierno, y del destierro, a escuras.
Nuestras entrañas, y
Lope lo sabía ya, son duras, porque no abren la puerta a los de afuera, y el
verdadero horror se desvela cuando al final del soneto no cambia la actitud,
sino sólo el sentido del arrepentimiento, la forzada empatía -que diríamos
ahora-, sin cambiar en absoluto el modo de reaccionar a lo que vemos y tenemos enfrente
de nosotros.
La caridad, si es
ocasional, es fácil ejercerla desde ahora. La justicia siempre es para más
tarde. Tanto que no se sabe cuándo llega ni si llega. La justicia, y Lope lo
sabía, siempre puede posponerse mientras la conciencia reconozca ser culpable.
Por esto mismo, a veces
me da la impresión de que esos aldabonazos a nuestra conciencia, sea hace un
año o más recientemente la de otro niño herido en la ambulancia en una actitud
más terrible (para mí) que la muerte, sirvan para lo contrario de lo que deberían
provocar. Lo mismo estamos recibiendo agradecidos la ración que necesitamos
para sentirnos "empáticos", para sentirnos, en todo caso, "buenos",
como cuando se ejerce una caridad ocasional o se firma desde casa un manifiesto.
Quizá es la medicina que sirve para conformarnos, para no reaccionar. Nos hace
sentir "buenos" porque hemos llegado hasta las lágrimas, porque nos
"solidarizamos" desde casa para poder seguir mirando series sin
sentirnos culpables. "No hay nada más que hacer".
Mientras, ejercemos la
soberbia del protagonismo. Me parece un desprecio a la víctima llevar la
empatía hasta el límite de la identidad. ¿Qué es eso de "todos
somos"? ¿Eres una víctima del terrorismo? ¿Eres su familiar? ¿Eres un niño
muerto en una playa o un adulto sin futuro después de haber logrado hacerse
especialista en su oficio sin poder ejercerlo, eres un anciano que ha vivido
una vida entera para nada sabiendo los pocos días que le quedan sintiendo que
su vida no ha valido para lo que supuso, o eres una mujer embarazada que calibra
si está concibiendo un desgraciado más, o un adolescente con esperanzas rotas
dispuesto a llevarlas a cabo a cualquier precio, o eres un ser cansado, o una viuda
reciente sin estar preparada para lo que suceda a posteriori, o alguien solo en
la tierra de nadie que es nuestra y no de ellos ni de nadie que se aventure
cerca, o eres cualquiera de esos seres desesperados que se aferran a una esperanza
sin saber a qué distancia está la muerte?
Por favor, intentemos
dejar aparte tanta frivolidad. Sé que no es fácil. Somos una sociedad basada en
la frivolidad, y no estoy bromeando, creo que es así, y creo que quien no se
apunta a ella está de algún modo fuera del futuro, lo que es todavía más triste.
"Todos somos".
¿sólo las víctimas?
¿Podríamos pensar por un
momento en que "todos somos" si no los verdugos sí los responsables?
¿Y qué hacer aunque lo
veamos claro? Todo lo que se pueda hacer son gotas en un mar enorme. Pero no me
importaría gotear. Y si alguien sabe cómo hacerlo mejor, que me diga cómo
hacerlo.
Mañana responderemos,
como ayer, que mañana abriremos a ese algo que nos ahoga, que nos taladra la
conciencia, para lo mismo responder mañana cada uno de los días.
Empecemos a pensar cómo
se puede abrir. Cómo poner el pie en la puerta para que no se cierre más, si es que vemos
posible algo más ambicioso.
Si es posible, lo que
sea posible, digamos adelante.