La figura del cómplice
como delincuente está contemplada en todo código penal.
Quien no vea que el
Partido Popular ha albergado, protegido y propiciado el enriquecimiento y la
impunidad de diversos delincuentes que militaban en sus filas, es porque no
quiere mirar. Más grave es cuando otros dicen, por ejemplo ante una cámara de
televisión, que sí, que se han dado cuenta, que es evidente, pero que "y
eso qué más da, que los sinvergüenzas son otros". Incluso si el propio
aparato del partido, como en Valencia, se ha comportado de un modo ilegal
aprovechándose de ese mal endémico que se llama mayoría absoluta y que permite
a los gobiernos, ya sean nacionales, regionales o locales, acercarse
peligrosamente a las formas totalitarias.
Hoy han votado a un
partido que ha albergado, propiciado y consentido la corrupción casi ocho
millones de ciudadanos. Son cómplices, y el cómplice es alguien que participa
del delito. Hemos de considerar que vivimos rodeados por un mínimo de ocho
millones de delincuentes que premian a sus amigos delincuentes.
No me gustan las
políticas de derechas, pero en este caso lo que más me molesta no es que gane
la derecha, sino que ganen los delincuentes. La gente de derechas seguramente
no es muy sensible con respecto a las dificultades de sus compatriotas menos
favorecidos, pero eso no les convierte tan directamente en delincuentes.
Creo que he escrito la
palabra "delincuentes" de un modo repetitivo, ¿no? Sean las que sean,
son pocas.
Hoy, volviendo a casa de
tomar un vino con mi mejor amiga para paliar en lo posible el mal sabor de
boca, me he cruzado -estaba entre Chueca y Malasaña- con una pareja de
culturistas gays que iban cogidos de la mano y he oído decir a uno de ellos:
"Qué tristeza, Paco, qué mierda de jornada electoral". Puede resultar
gracioso, pero en seguida he pensado que para los delincuentes que han votado
al PP -esos ocho millones de cómplices-, estos dos personajes que lo más seguro
es que no hayan robado un euro en su vida y que lo más grave que hayan podido
hacer ha sido pagar o cobrar en negro, son los verdaderos delincuentes, la
gente que hay que llevar al paredón. Los paredones les gustan mucho a los
fachas, y no me canso de repetir lo que dijo Aranguren acerca de que la derecha
española tenía una particularidad fundamental respecto a la europea: la europea
luchó contra los nazis, los españoles eran los nazis. Y estos dirigentes del PP
son herederos directos del franquismo, han heredado su chulería, su amor por la
ignorancia, su desprecio a la ley y a la decencia (a la verdadera, porque para
ellos la indecencia consiste en ir con Paco de la mano y decirle que vaya
mierda de jornada electoral).
Yo, sin ser gay por esas cosas
de la vida, ni parecer ni muchísimo menos culturista sino más bien lo contrario
-sea eso lo que sea-, debo ser también su enemigo. El delincuente potencial
para su indecente decencia, sólo por pensar como pienso o actuar como actúo.
Seguramente tú también lo seas, así que ten cuidado. No son gente inofensiva, y
están con ganas de demostrar que no lo son. Al fin y al cabo, ser delincuente y
ser peligroso siempre ha ido de la mano. Como Paco y su pareja, pero al revés. Y les respaldan no menos de ocho millones de cómplices.