viernes, 30 de mayo de 2014

los otros



Los biempensantes (no los que piensan bien, sino los que se engloban en esa fea definición que desearían que les cuadrara) han empezado a escuchar ruidos en el ático, o en los sótanos, depende de las orejas de cada.
¿Son fantasmas? ¿Son seres que sólo existían en su imaginación y cobran vida ahora? ¿De dónde sale la energía que les pone en pie?

El pasado domingo 25 de mayo empezaron a oírse extraños ruidos en los recovecos temidos del feo caserón. Resulta que existía alguien más, alguien que daba pasos a destiempo a la hora del desayuno, en los momentos civilizados, en las salas donde no deberían estar.
Fantasmas respaldados por cientos de miles, casi millones, de fantasmas.
Gente que aun siendo de izquierdas se unía, otros que sí que podían por proponerse pensar en un podemos, republicanos catalanes o frikis de cualquier poblucho... como unos walking deads surgían por doquier, convocados, para más inri, por incontables personas, por porcentajes insólitos, por una oscura voluntad de hacerles vivir y hablar.

Los que se reían de sus pretensiones les han cobrado tanto temor que ahora pronuncian conjuros para descalificarlos o ridiculizar a esos votantes que ya no les volverán a votar nunca a ellos, los escandalizados, los de antes, los traidores, los que decepcionaron, los que tiraron lo que podrían haber convertido en fértil cuando tuvieron la oportunidad.
Nubes de columnistas montados en la escoba del word teclean a toda prisa para negar una realidad innegable, incluso en periódicos tan poco sospechosos de oscurantismo como Público, o más sospechosos, mucho más, como El Paisoe, los críticos se erizan a la vez que niegan erizarse, pero emplean calificativos que apenas se atrevieron a emplear contra los verdaderos ladrones que gobiernan por decreto, pese a que ahora se sepa que esos que emplean métodos propios de un despotismo sin ilustrar cuentan sólo con el veinticinco por ciento del cuarenta y tanto por ciento de los votantes. Una risa democrática que no aguanta la definición de mayoría absoluta ni en pintura.
Los poderes, perturbados, convocan a sus magos milenarios. El hombre que destrozó un proyecto, ese hombre astuto y lleno de carisma que se llama González, está a un dedo de emplear la palabra Rojos (menos que un dedo: una falange). Los demás se echan las manos a la cabeza, comparan a los progresistas con los emergentes neonazis (¡¡Dios, hasta dónde han llegado las políticas neoliberales para que hayan podido convocar a esos auténticos espectros de nuevo!!), trasplantan España a Venezuela, comparan pancartas con bombas o ven colmillos sangrientos donde sólo hay sonrisas (todo lo descontentas que se quiera) esperanzadas.

Amiguitos, esto no es contar a la baja los asistentes a una manifestación. Aquí, hasta nueva orden (que desearían muchos dar) los votos se cuentan y suman, no se calculan por metro cuadrado o por ladrillo del Paseo del Prado. Aquí lo tenéis menos fácil. Porque después de contar tenéis que concederles por ley la racanez que les otorga ese sistema nada proporcional de asignar escaños en beneficio de los que ya cada vez cuentan menos.

Los Otros están por ahí. Es una evidencia. Ahora tendremos que decidir (aunque ya se sabe) quienes son los que realmente están Muertos.