Supongo que apostando en
la gran ruleta de un casino, siempre se tiene la sospecha –o la duda si no se
trata de un malpensado-, de que el pie del croupier siempre está a la espera de
pulsar un mecanismo que indique a la bola dónde caer y dónde no.
Puede que el croupier
sea el empleado de un negocio honrado y no nos vaya a engañar. Pero incluso en
tal caso suyo es el poder de decidir cuánto rodará la rueda y cuándo los que
quieran apostar estén a tiempo o no de hacerlo y según dónde. Suya es la
determinación del “no va más”, o el “rien va plus” si el casino es sofisticado,
internacional o sencillamente hortera.
Y aun en el caso
siguiente, ese de que el croupier sea un colgao al que le dé igual todo, o
resulte tan ineficaz como ciertos dirigentes de gobierno, aquél que puso el
negocio lo puso partiendo de un axioma que no se queda en frase ni en mero
tópico: LA BANCA SIEMPRE GANA.
Puede que ahora nos
quieran colocar, cerca de Madrid o Barcelona, quien babee más o más de prisa
ganará la concesión, un paraíso de lucecitas y lucezacas precisamente cuando el planeta no aguanta más consumo eléctrico, puede que lo adornen con
bellas señoritas sospechosas de jugar el doble juego de la seducción
remunerada, puede que nos hagan añorar la boina y la chistorra siempre que se
compare con la réplica de la invención de un gángster de crear un sitio
corrompido y ficticio en medio de un desierto. Puede. Pero no será tan
didáctico como para hacernos ver que LA BANCA SIEMPRE GANA. Eso lo estamos
aprendiendo, quien no supiera el verdadero valor de la expresión, a marchas
forzadas.
Y por otra parte, uno
nota que ya NO VA MÁS, que lo que diga o escriba no es más que un sinsentido:
casi lo que piense (esto sólo a ratos, ¿vale?); que hay que convencerse de que
las cifras cuentan, que no hay que seguir negando (aunque no lo dejemos de
combatir, ya con cansancio) que no sólo tenemos un gobierno de derechas sino
que vivimos en un país mayoritariamente de derechas, como mucha Europa,
demasiada. Que los griegos votan lo que votan y los españoles volverían a votar
lo que votaron hace poco, que eso del 99% sólo es de perjudicados, pero que
muchos ven razonable y hasta casi molón que les perjudiquen siempre que al
vecino de al lado (ni siquiera de enfrente) se le perjudique más aún.
Por eso los largos
silencios.
Por eso la sensación de
hacer el tonto.
Un buen negocio, ahora
que se alaban las soluciones originales, sería colocar enfrente de ese Casino
Universal que gana siempre un puesto de alquiler de pistolas para la sien, tipo
película en blanco y negro sobre Montecarlo y hasta con Fred Astaire. De venta,
sería perder dinero, porque el cliente no va a tardar mucho en dejar de
utilizarla, precisamente por haberla utilizado.